Cuba lleva años intentando un país mejor, lleva años amando, lleva años sonriendo a pesar de todas sus dificultades, del dolor por agresiones injustas… Lleva años soberana y defendiendo su derecho a existir. Porque esta no ha sido una Revolución a la que le dijeron: adelante, venga al poder y reparta tierras, emancipe al campesino y a la mujer, sea libre cuanto quiera…. Esta Revolución, desde que inició en el 68, tuvo que luchar duramente para ser un país libre, para emancipar a los pobres y desatar alas de las mujeres.
Son los Mismos, una de las publicaciones del movimiento revolucionario que gestó las acciones del 26 de julio de 1953, publicó en uno de sus editoriales sobre los defensores de la tiranía de Fulgencio Batista:
«Estos hombres de hoy son los mismos que tiraron contra sus compatriotas en la manigua. Son los mismos que apoyaban la contemporización con España en una Autonomía estúpida. Son los mismos que nos quisieron vender al oro americano».
Así hemos visto por estos días a esos mismos intentar desgarrar nuestra tranquilidad y lo conquistado con muchísimo esfuerzo en nuestras primeras seis décadas de Revolución. Estos de hoy son los mismos que aquellos. Pero el pueblo, el que en la manigua gritaba a degüello y decidió seguir combatiendo en Baraguá; el que organizó su guerra martiana necesaria plan contra plan; el que luchó valientemente contra la Enmienda Platt y Machado y demás; el que llevó la carga de alimentos a la Sierra, el que desde las calles de las ciudades fraguaba la nación, el que acompañó la caravana, el de Girón, el de octubre del 62, y la lucha gloriosa del Escambray; el que regresó a África siglos después para ayudar a los hermanos a los que la humanidad le debe tanto todavía; el que trajo de vuelta a Elián y a los Cinco, el de los laboratorios científicos; el del arte y la enseñanza feliz, el de los médicos valientes; el que sigue luchando, y abre su corazón, sin dejar de advertir que quien intente apoderarse de nosotros, solo recogerá el polvo de nuestro suelo anegado en sangre si no perece en la lucha. Ese es nuestro pueblo…el que ama y funda. Aquí, en la unidad y el respeto, siempre prefiguraremos un futuro mejor para el país que amamos. La Revolución Cubana nunca cerró su muralla al corazón del amigo, pero sí al veneno y al puñal.
En el Manifiesto del Moncada escribiría Raúl Gómez García en nombre de la Generación del Centenario, poco antes de las acciones del 26 de julio de 1953.
«Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia a los que odian y deshacen. Fundaremos la República nueva, con todos y para el bien de todos, en el amor y la fraternidad de todos los cubanos».
Había un mensaje de amor profundo en ese texto, a pesar de ser escrito antes de partir al combate… y es que la Revolución Cubana ha sido así, una obra humana de amor… y de combate obligado por el acecho enemigo constante. Y los que van a luchar por ella, no lo hacen en nombre de la guerra, sino de la paz; no lo hacen en nombre del odio, sino del amor… del bien mayor y del futuro.
«La Revolución se declara definitiva recogiendo el sacrificio inconmensurable de las pasadas generaciones, la voluntad inquebrantable de las presentes generaciones, y la vida en bienestar de las generaciones venideras».
La bandera rojinegra del 26 ondea en casa, va en el brazo de muchos y en el corazón de los que han comprendido su esencia. El 26 sigue siendo el día más alegre de la historia, porque fue el plan perfecto de asaltar, más que una fortaleza, el corazón de un pueblo que nunca volvió a ser el mismo… y se pintó de rojo, de negro, de verde olivo y de paz.
«Con el pie en el estribo», dijo hace unos meses el joven moncadista Raúl Castro Ruz… y ahí está hoy. Ahí va a estar siempre, porque él, al igual que Fidel, tiene como nadie las cualidades morales y el ejemplo para convocar a defender nuestra Revolución. Y ahí estaremos siempre con Fidel, con él y con nuestro Presidente. Este pueblo es moncadista y, como su autor intelectual, emprenderá cabalgadura hacia Dos Ríos siempre que sea necesario para salvar su libertad.