¿Cuál es la vacuna más efectiva contra la COVID-19?, nos preguntamos. Realmente todas las vacunas que han sido autorizadas para utilizarse en estos períodos de emergencia ante la pandemia deben cumplir con los requisitos de eficacia y seguridad establecidos por las autoridades regulatorias en cada nación. Y antes fue preciso demostrar su incidencia en el sistema inmunológico de las personas vacunadas.
Entonces la expectativa es en torno a la inmunidad generada, que debe durar lo suficiente como para que la situación sanitaria actual mejore.
¿Cuántas de las vacunas que en el mundo se mencionan se han desarrollado en América Latina y el Caribe? La respuesta a esta interrogante se halla en Cuba, donde cinco candidatos vacunales se han abierto paso en medio de un adverso contexto económico, y donde se ha evitado importar vacunas foráneas.
En menos de 48 horas, la gran noticia se adueñó de los principales medios de comunicación a nivel mundial y las redes sociales: Soberana 02 (con dos dosis) y Abdala (con tres dosis) mostraron una eficacia del 62 por ciento y del 92,28 por ciento, respectivamente, con lo cual se superan los requisitos de la Organización Mundial de la Salud para que un candidato vacunal contra el SARS-CoV-2 se convierta en vacuna, que es del 50 por ciento.
Siendo así, estas son las únicas vacunas desarrolladas en esta región, luego de que resulte aprobada la solicitud de Autorización de Uso de Emergencia por parte del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos. Son hitos científicos de un pequeño Archipiélago, que hace realidad esa convicción de que se salvan vidas en medio de esta pandemia.
Detrás de estos logros, por supuesto, persiste la voluntad de un pueblo, y en especial de la comunidad científica, de ser fiel a los principios de independencia que defendió Fidel, quien siempre confió en nuestros hombres y mujeres de ciencia y en su potencial para servirles al país y al mundo. Cada uno de estos éxitos brilla y estremece por sí mismo, pero hace brillar más en el mapa mundial a un país pobre, pequeño y bloqueado.
Sin embargo, no es la vacuna por sí sola (sea cual sea) la que garantizará no enfermarnos, pues en todo caso lo que aminorará es la gravedad de la dolencia en el paciente al fortalecer la respuesta inmune ante el virus.
Nadie ha dicho que estar vacunados nos exonera de contraer la enfermedad. Lo que sí está claro es que mientras mayor cobertura de vacunación se tenga, menor será el impacto en la transmisión de la enfermedad, porque sin presentar sintomatología alguna, podemos ser portadores.
Por ello los esfuerzos se dirigen a ampliar el diapasón de los vacunados, incluso en edades pediátricas, a partir del pasado día 14 de junio, cuando comenzó el primer ensayo clínico para menores entre tres y 18 años de edad. Y todo el proceso se lleva a cabo minuciosamente, con la supervisión que ello amerita.
Los científicos vinculados a la tarea de creación y desarrollo de estos productos han tenido muy claro que lograr una independencia en este sentido, y apostar por lo producido en el país, no solo acarrea beneficios desde el punto de vista económico, sino que logra impactar también en la siquis de las personas, expuestas al contagio.
Pero, ¿y nosotros? Las personas que somos vacunadas, ¿cómo asumimos el esfuerzo del país y, por supuesto, las necesidades que impone mantener las normas higiénicas y sanitarias establecidas?
No son pocos los que he visto descuidar el lavado de las manos, usar inadecuadamente el nasobuco y restarle importancia al nuevo coronavirus. Y por ahí marcha el mundo, con pocas personas vacunadas aún y abundantes conductas temerarias. No echemos por tierra lo que tantas horas de sueño han conseguido. No le opaquemos el brillo a la esencia de un país.