Lo más novedoso esta vez fue que no hubo dilación en el intervalo para advertir que se iba a exigir y controlar a rajatabla la observancia de la legalidad, porque ley engavetada —¿hará falta repetirlo?— nada resuelve; más bien alienta a los propensos a delinquir.
Recuerden aquella frase acuñada por los transgresores: «Debemos estar quietos ahora; están haciendo un ejercicio de vigilancia», y la otra expresión contundente con la rúbrica de la sabia tribuna de la calle: «¿Por qué no se actúa siempre así?».
En esta oportunidad llegó con prontitud esa simultaneidad del anuncio y su ejecución, medular para imponer el orden, luego de ilustrar con claridad una variedad de acápites legales para enfrentar a los acogidos a multiplicar los pesos con su descomedido tráfico de productos en la bolsa negra —más bien pública— bajo el manto de la escasez.
El muestrario legal, como suele hacerse acá, afloró al alcance de los ojos y oídos, precedido de una amplísima divulgación con el fin de evitar la tonta justificación del desconocimiento, paradójicamente esgrimida por quienes se consideran a sí mismo como los más bichos entre los bichos.
De hecho, la misma población reclamaba mayor enfrentamiento y sanciones para los acogidos a la actividad económica ilícita, con la cara más visible en los coleros,.
Paralelamente, la organización de las ventas hasta por circunscripciones y el uso de la tecnología como arma de control encajaron una buenísima estocada que los dejó exhaustos, algo fácilmente probado en la visible disminución de ellos. Pero si se afloja el acelerador —recordemos que en determinados aspectos padecemos del don de la intermitencia— ¡allá va eso de nuevo!
Viendo en llamas a sus congéneres de oficio, los revendedores se han puesto a buen recaudo. En su lenguaje esto significa no mostrar en la vitrina la prueba de su delito. Y bueno, a los acampadores se les cortó una de sus fuentes de abastecimiento: el colero, mientras la otra fuente—casi siempre la fundamental, la que abastece por la izquierda— está aguantada, ¡aunque no extinguida!
Se han recogido ante el mazazo de la legitimidad que suena, aquí y allá, para impedir que las palabras que resguardan la honradez se las lleve el viento. ¿Un ejemplo? Solo en Villa Clara cayeron en el jamo de la justicia entre marzo y agosto cerca de 150 transgresores. Para la mayoría hubo sanciones con penas de reclusión, mientras a otros les aplicaron limitación de libertad y trabajo correccional sin internamiento.
¿Los delitos? Trajines muy rentables de actividad económica ilícita, apropiación indebida y violaciones de normas establecidas para enfrentar la pandemia.
Buen efecto ha dado esta simultaneidad entre lo que las autoridades anuncian que van a imponer y lo que concretan sin paso de jicotea. Y resulta muy trascendente, más allá de los sancionados o multados, que ahora los revendedores, sin mercancías a la vista pública, actúan discretamente y atienden preferiblemente a conocidos o recomendados. El colero, aparte del cierre que se le ha dado, está refunfuñando, pero quieto en base, intentando, eso sí, meter el pie con mañas de corderito.
Esa simultaneidad viene acabando con el irrespeto a cara limpia a la ley y despegando el horizonte de sablazos que solo proliferan cuando se entumece el golpe oportuno de la Ley.