Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La vuelta a la familia

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Aunque no pocos rechacen la siguiente idea, sostengo que no harían falta los días dedicados al Amor, la Madre, el Padre, el Niño, la Mujer, el Educador… y así, tantos homenajes volátiles, que se subliman en una jornada. Debían ser los 365 días del año y sin oropel, ni festejo efímero para abarrotar tiendas, vaciar bolsillos y luego no me acuerdo. Cuando el sentir es duradero y consecuente, se cumple aquello de «obras son amores».

Pero de alguna manera esos «días» señalados motivan a hacer un alto y repensarnos. Y el de la Familia, que se celebra cada 15 de mayo, conmina a calar en qué medida honramos y reconocemos a esa institución íntima de la sociedad —al parecer eterna—, que configura tempranamente al ciudadano y lo lanza a la vida. La heredera de aquella gens que fue diferenciándonos por la sangre y otros nexos, en los umbrales de la civilización.

La COVID-19, con sus antes y después, no se cansa de abrirnos los ojos y de darnos señales y lecciones también puertas adentro de la casa, en esa «nano Cuba» que es la familia, sin la cual no pueden articularse el país, el mundo y quién sabe si hasta el universo.

El aislamiento forzoso semana tras semana, desde la sala hasta el fogón, nos ha llevado a revaluar más el ser que el mero estar y ocupar un espacio en la familia. Ahora conviviendo todos juntos hora tras hora, comenzamos a revalorizar mucho más los nexos sentimentales, roles y fundamentos que crecen por sobre los lazos sanguíneos, y los desbordan.

Ahora habrá que pensarlo mucho más para responder no con absolutizaciones si la familia cubana está en crisis o en la propia transformación que dicta la modernidad. Ahora es el momento de acompañarnos unos a otros, ayudarnos, y aquilatar si lo que más se filtra y cuartea no es el techo de la casa, sino la convivencia, el amor y el respeto mutuo.

Por estos días de aislamiento el hogar no es mero abrigo de paso, comida a deshora de cada quien, tiempos y horarios encontrados. Volvemos a la convivencia estable, a la contribución y al apoyo de cada quien, a la reconfiguración  de roles, sin presentes-ausentes, ante tanta adversidad: ¿Quién va a la calle a procurar el sostén y el alimento y quién se preserva en casa por su vulnerabilidad? ¿Quién hace qué? Las respuestas a esas preguntas nos podrían ayudar a alcanzar la mayor justicia, armonía y responsabilidad entre los miembros de los clanes Rodríguez, Perera Robbio o Ronquillo, por ejemplo.

Las tácitas condiciones de preservación hogareña, sin libres albedríos callejeros, también pudieran estar reforzando valores como la disciplina, la prudencia y el espíritu de colaboración, sobre todo en miembros de la familia en plena formación: niños, adolescentes y jóvenes; y hasta los adultos desmemoriados. Los padres han tenido que ser más padres, y hasta desdoblarse en maestros, posiblemente comprendiendo mucho más a estos últimos y el rol de la escuela.

También en un país tan envejecido demográficamente, el aislamiento por la COVID-19 ha puesto en primer plano de la mirada social a los adultos mayores, y la sensibilidad muy particular para atender sus añejos asuntos. Muchas veces preteridos y silenciados en el seno familiar como anticuallas de épocas pasadas, apenas una referencia inmóvil en el hogar, los veteranos quizá sean más comprendidos en su especificidad durante estas largas estadías puertas adentro.

Y entre tantos héroes de la estocada contra el nuevo coronavirus, puertas afuera del hogar, habrá que aplaudir también todas las noches a nuestros niños, que hacen un sacrificio supremo atenuando sus energías y arrestos entre cuatro paredes, golpeando el balón de la impaciencia, «jugando» verdaderamente a los escondidos y a las casitas. Los pequeños, que han hecho derroches de ingenio e imaginación para sortear el aburrimiento.

Si repito tanto la palabra familia, algo no recomendable en Periodismo, es porque ese vocablo no tiene un sinónimo adecuado a tanta grandeza. La familia cubana, verbigracia, tampoco será ya la misma después del coronavirus, espero que para bien. Y eso hay que seguirlo muy de cerca en lo adelante, aunque ciertos descentrados vean el hogar como un encierro y renieguen de él, exhibiendo impúdicamente por las calles su irresponsabilidad y egoísmo.

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