Ahí van jadeantes y empapados por el sudor de sus bríos sin denotar cansancio, porque sus piernas y brazos se han acostumbrado a esa condición física que exige su vital oficio.
En silencio van, como corredores de campo y pista, para evitar que las excesivas palabras le hagan languidecer el oxígeno que necesitan sus pulmones para proseguir sin la menor dificultad hacia el próximo horizonte cuajado que deben despejar.
De pie y bien aferrados sobre una pequeña plataforma del colector, descansan un breve trecho entre cuadras para aspirar más plenamente el oxígeno y seguir durante horas despejando el paisaje urbanístico.
Verdad que a veces se les dispara, con razón, el disgusto en palabras salvajes, fácilmente entendibles a pesar del nasobuco que llevan debidamente ajustado, mas, de un tirón del desecho hacia dentro del vehículo, liberan la energía y apaciguan el momentáneo explote verbal.
Van rostros hendidos por los años y bisoños hacedores de esa modestísima y a veces subestimada bravura ineludible.
Comprenden perfectamente que es un oficio riesgoso, más aún en tiempos de coronavirus, y extreman las medidas de seguridad, porque saben lo que está en juego.
Son personas sencillas, resueltas, ocurrentes, prestas siempre a contestar el saludo de aquellos que le sueltan una frase de encomio cuando los aprecian fajados con los bultos de jabas, cajas o sacos.
En verdad hay que quitarse el sombrero ante esos buenos y afanosos trabajadores de Servicios Comunales, que cada día recogen miles de toneladas de desechos.
Asumen su oficio, del que dependemos todos, sin complejos, y lo que más le molesta no es tener por delante una colosal o menor tarea, sino ese reguero que algunos indolentes les dejan por doquier.
Hay quienes solo suelen acordarse de que existen cuando por determinado motivo dejan de pasar un día o dos. Entonces arman un cacareo en do mayor de enjuiciamiento y, paradojas de la vida, muchas veces son los mismos que incurren en tirar la basura domiciliaria donde mejor le conviene, o no cierran bien el depósito, más por falta de consideración a la faena de los demás que por desconocimiento.
¿Qué decir de los dedicados, con un bregar más pausado a limpiar las calles, los parques… los que están en los centros de procesamiento de residuos urbanos?
Ellos también están delante en el enfrentamiento a la pandemia, desde el amanecer hasta el anochecer, y bien merecen que les hagamos, aunque sea por estos días, un poco más fácil su aporte a esos hombres y mujeres de comunales que ahora mismo se pueden estar llevando nuestros desechos.