HANOI, Vietnam.— El camino que conduce al Mausoleo Ho Chi Minh, en esta ciudad, bordea una instalación en la que la sencillez se muestra al visitante con una belleza singular. Árboles y plantas de todo Vietnam, sembrados en número de 79, simbolizan la edad del líder de la independencia de este país cuando la muerte lo sorprendió, y acompañan el camino hasta el recinto donde descansan sus restos mortales.
Probablemente la imagen del tío Ho me acompañe por el resto de mis días. Sin embargo, lo que más me impactó del lugar fue la casa donde viviera el presidente del primer Vietnam libre e independiente, todo un símbolo de modestia y entrega total al pueblo, quien tuvo que enfrentar a invasores de todo tipo, sedientos de continuar con la explotación de este noble trozo de mundo.
El Mausoleo forma parte de un conjunto de museos en el que se encuentra, además, la antigua casa presidencial, la vivienda de Ho Chi Minh y un memorial que recorre su vida cronológicamente. En este último, una frase para recordar: «Mi deber es como el de un timonel que debe navegar de forma segura su barco, la Patria, a través de tormentas, para llevar al pueblo hacia las costas de la felicidad».
Por eso ha luchado Vietnam durante las últimas décadas, un país que, a pesar de la distancia, atesora una especial relación con un archipiélago a más de 15 000 kilómetros de sus costas.
Y es que si algo le queda claro a un criollo en la tierra de los anamitas es que Vietnam ama a Cuba. La historia que une a nuestros pueblos ha cimentado una relación de hermandad que se palpa al conversar con los habitantes de esta tierra milenaria.
Así lo comprobó la delegación cubana que arribó a esta ciudad para conocer acerca de los avances en materia tecnológica que ha tenido Vietnam durante los últimos años. «¡Bienvenidos a Vietnam, es un honor para nosotros tenerlos acá!», fue el saludo de Luc, quien se encargó de acomodarnos y ser nuestro guía en la primera jornada, siempre con una sonrisa auténtica.
Acaso podría usted pensar que el protocolo indica cierta amabilidad y la sonrisa se impone, pero el cariño auténtico no es posible de falsificar. La expresión de felicidad de Luc se ha reiterado una y otra vez ante la mención de una palabra: Cuba, la que, por demás, conduce a otras tres: Fidel Castro Ruz.
Vietnamitas de todas las edades conocen de la visita que realizara el líder de la Revolución Cubana a estas tierras, y muchos se aprestan para profundizar todavía más los lazos entre los dos países cuando se cumplan en 2020 seis décadas del establecimiento de relaciones diplomáticas.
Cuba puede contar siempre con Vietnam, nos dijo, por ejemplo, Le Cong Tien, director general para América, al recibirnos en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. Algo similar nos han reiterado en empresas y otras instituciones del Gobierno, como el Ministerio de Información y Comunicaciones de Vietnam.
La amabilidad de Hang, las continuas explicaciones de María o la felicidad contagiosa de Nam, no son solo recuerdos para este cronista visitante. Son ejemplo vivo de cómo dos naciones tan culturalmente distintas pueden forjar lazos perecederos, sobre la base del respeto mutuo y el entendimiento. El mundo necesita de relaciones como las que atesoran Cuba y Vietnam. Viviríamos, de hecho, en un mejor planeta.