Todo el mundo tiene una canción. Esa frase la escuché en días pasados en boca de alguien a quien no quiero mucho. Pero bueno, esta vez dio en el clavo y estoy de acuerdo con ella. Todos tenemos una canción. Pero también todos tenemos un libro y una película. También una camisa y un jean, y unos zapatos que aunque sean viejos y destartalados nos caen rebien. Una marca de cerveza o de vino. Así de complicados y «descomplicados» somos. No todos tenemos de todo, y a veces coincidimos en los gustos y por qué no, también en los disgustos.
Mi canción favorita es Norwegian Wood (This Bird has Flown) de Los Beatles. Mi libro, El llamado de la Selva, de Jack London. Mi película, El Padrino (1ra. parte), de Francis Ford Coppola. Mi camisa, una que guardo en el armario que me hace recordar lo delgado y esbelto que fui alguna vez. Mi jean, uno que ya no le cabe un remiendo más, y que me tengo que desinflar para que me encaje. Mis zapatos: las botas rusas que usé durante mis tres años de Servicio Militar en Cuba, y que conservo para recordar que no necesito casi nada para subsistir. Mi cerveza, la Cristal cubana. Aunque haya tomado algunas de las mejores del mundo en mis recorridos y traspiés, la Cristal me sirve para acordarme de mi gente, del barrio y mis raíces. Mi vino preferido es ese que hacía mi socio Padura en Mantilla, que no sabía a vino, pero era el que bebíamos felices y contentos.
No sé si mis gustos sean de los mejores o de muy baja calidad. ¿Pero Uds. saben? A mí me da lo mismo lo que puedan pensar. Ya superé la etapa de vivir con la gente. Ya me da lo mismo ponerme una media de un color y otra de otro. A veces llego a ponerme los calzoncillos al revés o abotonar mal la camisa. Lo de ponerme los pulóveres al revés ya es normal. Así me he ido «descomplicando» y soy más feliz. Mucho más feliz.
Miles de broncas tengo con mi compañera de toda la vida: ¿pero si soy feliz así para qué voy a cambiar? Si por ella fuera anduviera todo el día de rac. Sí, me gusta la cerveza y qué. Ese es mi lío. Que estoy barrigón; bueno, yo no voy a desfilar en una pasarela.
¿Qué si estoy pelú? Siempre me ha gustado el pelo largo y respetando a los calvos, yo no juego en esa novena.
La vida es una sola y me niego rotundamente a que las leyes sociales y financieras actuales me atrapen. Veo a muchos de mis amigos trabajar como poseídos para hacer dinero y no son capaces de sentarse a dibujar un día o leer un cuento corto del viejo Mark Twain. O por qué no, atreverse a emborronar unas cuartillas.
¿Cuántos de ellos cantan en el automóvil? Yo soy uno de esos. Canto como un loco, coño, pero me da energía y me complace. Puedo oír la misma canción cien, 200 veces seguidas y siempre la hallo novedosa (obvio que no hablo del reguetón). Tengo tantas cosas que agradecerle a la vida, que no cambiaría ni un solo movimiento en mi partida de ajedrez.
Tengo mi canción, tengo mi libro, mis zapatos, camisa y pantalón. Amo la cerveza Cristal y el vino de Padura, fabricado allá en un barrio de La Habana, y que por cierto daba un dolor de cabeza del carajo. Sueño como cuando tenía 14 años… ¿Y quién me quita lo baila’o? Creo ese solo será Caronte, cuando llegue mi turno.
The end, Koniec.
(* ) El autor es fundador, dibujante y diseñador del dedeté por muchos años. Nos visitó recientemente y ha querido dejar algunos comentarios al vuelo, acerca de su «filosofía de la vida», que consideramos un regalo para nuestro suplemento en su año 50.