Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Acrecentar Las Arcadas

Autor:

Nelson García Santos

EL último remozamiento del bulevar de Santa Clara acaba de dignificar uno de sus sitios imprescindibles y más concurridos que suelen, por lo general, ser marginados a la hora de pensar en instalaciones dignas y de confort.

Hay que aplaudir, sin sonrojos, la reconstrucción del baño sanitario, ubicado en el Parque de Las Arcadas a la vera del bulevar, el único que existe en una amplia zona del corazón citadino, asiento de las principales arterias comerciales y de otros servicios.

El hecho de poseer una antesala estéticamente decorosa con un arbolado natural, adecuada iluminación y de pequeños establecimientos para la venta de flores, artesanía e, incluso, para reservaciones turísticas, en nada recuerda esa imagen de cenicienta que muestran muchas de esas infraestructuras.

Si la entrada resulta agradable al traspasar el acceso a los baños hay que quitarse el sombrero: todo enchapado en mármol, los lavamanos y las tazas sanitarias entre las mejores de las mejores, buena iluminación, grandes espejos y puertas que garantizan la privacidad del cliente.

El amplio recinto de Las Arcadas, con un local destinado a los hombres y otro a las mujeres, funciona las 24 horas, dispone de jabón y papel higiénico, aunque a solicitud de los clientes.

Funciona bajo arrendamiento a Comunales sobre la base de un pago mensual por concepto de venta, además de sufragar el gasto de electricidad, agua, realizar la remuneración a trabajadores y al fisco.

Allí al peso que cuesta entrar se le saca buen provecho, porque la calidad higiénico-sanitaria está garantizada.

Bueno lo ocurrido en contraste con la problemática de los baños públicos de sello nacional, porque ha primado el quitárselos de encima con el cierre definitivo y, de súbito, resolver el dolor de cabeza que le ocasionaba, al parecer, mantenerlos funcionando.

Esa receta decretó, de porrazo, la disminución significativa de este tipo servicio en zonas de gran afluencia de personas en las ciudades, y originó la escasez de dónde poder desaguar los transeúntes sorprendidos por sus urgencias fisiológicas.

Imagínese el trance, si es que nunca le ha ocurrido, de carecer adonde virarse en ese momento, pero parece que se les olvidó a los encargados de asegurar esas instalaciones, y todavía tampoco existen los baños portátiles.

Mejor suerte corrieron los ubicados en terminales de ómnibus o ferrocarril, restaurantes y centros recreativos que funcionan en determinados horarios, diseñados únicamente para atender, fundamentalmente, a personas que asisten a esos lugares en calidad de clientes.

Verdad también que el arrendamiento de esos locales mejoró en cierta manera esta prestación, pero su insuficiencia sigue a la orden en los entornos más palpitantes y concurridos.

En espera que ese impedimento sea resuelto, más temprano que tarde, ojalá se extienda la dignificación de Las Arcadas. La tribuna de la calle lo agradece.

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