Recientemente, vi en las redes sociales una foto de una joven doctora que recibía con orgullo el carné de militante del Partido Comunista de Cuba en la Plaza del Che, de Santa Clara. Era Claudia, a quien conocí siendo apenas una niña en mi natal Manicaragua. Y ahora hablaba de su ascenso a las filas partidistas como una demostración de la confianza de la Revolución en las nuevas generaciones, a la vez que exponía la decisión de dar su aporte donde hiciera falta.
Sus palabras ratificaban el eterno compromiso con Fidel. Ella arribaba a la organización el 13 de agosto, en el cumpleaños 92 del Comandante en Jefe, y cuando Cuba entera comenzaba el debate del Proyecto de Constitución, en el que se define que nuestro Partido «único, martiano, fidelista y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado».
Al igual que Claudia, somos muchos los jóvenes que nos sentimos orgullosos de militar en sus filas. Desde los inicios y hasta hoy, los enemigos del proceso revolucionario han pretendido crear una cuña entre los más nuevos y la organización de la vanguardia política cubana. Basan sus tesis en supuestas faltas de interés, apatía y pesimismo que pudieran existir en algunos. Sin embargo, cualquier asomo de apoliticismo se estrella ante la voluntad expresa de una juventud que conoce sus raíces y defiende con solidez ideológica sus principios, porque sabe lo que pierde si llegara a perder la Revolución.
A quien tuviese duda de ello, le recomiendo ver la reciente entrevista realizada al presidente cubano por Telesur. Ante la pregunta de Patricia Villegas acerca del papel actual de la juventud cubana, la respuesta de Díaz-Canel fue precisa: «Esa generación tiene muchas aspiraciones; sobre todo, centradas en que el país se desarrolle más rápido, porque es una generación que se ha educado por la Revolución, que ha tenido los beneficios de la educación general y de la educación universitaria, que ha tenido la posibilidad de asumir la cultura; o sea, es una generación, yo te digo, culta, educada, y por lo tanto tiene aspiraciones, es una generación activa, es una generación que participa. Yo creo que la principal aspiración de esa generación no es estar contra el Partido ni contra la Revolución, y una parte importante, la mayoría de esa generación se identifica con la Revolución y con el Partido».
En su diálogo con Patricia, el presidente cubano se refirió también al valor de la unidad y de las lecciones que nos ha dejado la historia a lo largo de 150 años de lucha. Recordó a Martí y cómo el Partido Revolucionario Cubano (PRC) fundado por él sirvió para «desarrollar la revolución que le iba a dar la independencia y la soberanía al país sobre la base de la unidad, un partido que fuera lo totalmente abierto y democrático para incluir los intereses de la mayoría en función de la independencia y de la soberanía y que no diera posibilidades a rupturas, que no diera posibilidades a la desunión».
Para lograr ese propósito se fundieron en el combate los pinos nuevos y los pinos viejos durante la Guerra necesaria. Juntos marcharon en busca de una República con todos y para el bien de todos, basada en el trabajo y donde la primera ley fuese el culto a la dignidad plena, un sueño arrebatado por la intervención yanqui al final de una contienda ya casi ganada a España.
Otras generaciones continuaron combatiendo contra la Enmienda Platt y los gobiernos de turno que respondían a intereses imperiales. En esas batallas no puede olvidarse que en la creación del primer Partido Comunista, en agosto de 1925, al lado del viejo luchador Carlos Baliño —quien había sido fundador del PRC junto con Martí— estaba una figura descollante de la historia patria: Julio Antonio Mella, con apenas 22 años.
El triunfo de la Revolución abrió las posibilidades a nuestra juventud de cumplir y multiplicar sus sueños postergados. El 4 de abril de 1962 surgió la Unión de Jóvenes Comunistas, cantera indispensable de presente y futuro, de cuyas filas se ha nutrido el Partido.
Más tarde, el 3 de octubre de 1965, quedó constituido el Comité Central, en un acto en el que Fidel leyó la carta de despedida del Comandante Ernesto Guevara, paradigma para la juventud, a la que consideró «arcilla fundamental de nuestra obra».
Las generaciones actuales adquieren un compromiso con la nación y su pasado. La idea de que en Cuba no habrá ruptura sino continuidad toma cuerpo en nuestras escuelas, centros de trabajo, comunidades, donde la voz de los más nuevos se hace sentir y alcanza cada día más protagonismo, como se refleja en la discusión del Proyecto de Carta Magna. Allí viven y actúan jóvenes como mi amiga Claudia, quien ostenta con legítimo orgullo su condición de militante partidista.