Carlos jura y perjura que no sabe de dónde salió el añojo que le destrozó el parabrisas de su carro. Todavía padece dolores en su brazo derecho y su esposa muestra una cicatriz en la frente y la marca del cinturón de seguridad en parte del pecho por el impacto con el animal en el medio de la carretera que conduce a Trinidad.
Hoy agradece el estar vivos porque de tantas vueltas que dieron, otros estuvieran haciendo el cuento. Le preocupa que su historia resulte tan recurrente como la cantidad de vehículos que atraviesan, de una punta a la otra, la Isla.
Como ellos dos, otros 162 lesionados engordan la lista que hasta el cierre del mes de junio, han sido víctimas de los 150 accidentes ocurridos este año en la provincia. Una cifra, que según los máximos responsables de Seguridad Vial en el territorio, ha disminuido ligeramente si se compara con igual período del pasado año. No obstante, aún mantiene alertas a directivos y choferes.
Sobre todo, porque la causa más reiterada no encuentra cerco seguro: la presencia de animales sueltos en las carreteras y más en esta etapa estival, en la que la afluencia de vehículos aumenta, a fin de trasladar a las personas hacia lugares recreativos.
Ante esa situación, las autoridades de la Delegación de la Agricultura en Sancti Spíritus han tomado cartas en el asunto, aunque aún precisan redoblar los esfuerzos.
Entre las acciones que han puesto en práctica se destacan la aplicación de multas y la reparación de cercas.
No obstante, el ascenso de las cifras de los accidentes por esa causa (12 solo en junio y 22 en el resto del año) delata que aún no ha sido totalmente eficaz la estrategia del territorio, sobre todo en los municipios de mayor incidencia: Sancti Spíritus, Yaguajay, Cabaiguán y Trinidad.
Harina de otro costal sería si se cumpliera con mano dura con lo estipulado por la Resolución 970 de 2016 del Ministerio de la Agricultura, que actualiza las normativas para el control del ganado mayor y fija requerimientos a los propietarios de animales con tierra o sin ella. Así se evitaría, por ejemplo, que aún haya casos sin concluir en el territorio porque no aparece el dueño del ganado que generó el accidente. Los propietarios son los máximos responsables y las entidades agropecuarias a las que se subordinan deben exigir por ello.
A pesar de que en papeles se registra el incremento de patrullajes por las zonas de mayor existencia de ganado, solo la constancia permitirá cerrar el total de cerco a los cerca de 398 000 animales existentes, número que convierte a Sancti Spíritus en la segunda provincia en el país en cuanto al número de cabezas de ganado.
A las irresponsabilidades individuales y colectivas, muchas veces resultado de la impunidad, se le suma el estado no favorable que presentan muchas de las vías, sobre todo ese sinfín de caminos rurales que atraviesan las carreteras de mayor tránsito. Baches hechos por el constante tráfico; socavaciones por las inundaciones de cañadas y ríos; choferes que manejan después de ingerir bebidas alcohólicas; carros que circulan sin la aprobación de las inspecciones técnicas, así como las roturas provocadas por las propias personas para colocar tuberías particulares también engrosan los altos índices de accidentalidad.
Reducirlos es tarea de orden. Resulta ya vergonzoso que hechos en los cuales se generan laceraciones desde el punto de vista humano con secuelas de por vida; dolor infinito para varias familias por la pérdida de la vida de sus seres queridos y gastos económicos traducidos en servicios de salud y tiempo laboral interrupto, sigan robándose el show de los titulares mediáticos.
Nos corresponde intensificar el establecimiento de las regulaciones de velocidad en los puntos más vulnerables; no permitir que las señalizaciones se pierdan; educar hasta el cansancio desde las primeras edades en el tema de la seguridad vial y fortalecer las estrategias de los patrullajes y los puntos de control en zonas con características específicas.
Solo así pondremos freno a la accidentalidad en la vía.