Cuando nació la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) el 7 de junio de 1976 en Ciudad México, la casi totalidad de los jóvenes periodistas cubanos que hoy llevan sobre sus hombros esta profesión, no habían siquiera sido concebidos por sus padres.
Pero también es realidad que los motivos por los que se creó la organización, en medio de un continente que sufría de las dictaduras militares de los países del Cono Sur y de un Plan Cóndor ideado y financiado por los Estados Unidos, no deben ni pueden ser olvidados por esta juventud que no vivió en aquellos años.
Recuerdo aquel 7 de junio, cuando nos disponíamos a salir desde el hotel para el acto inaugural del Congreso, un temblor, que luego supimos fue de 7 grados, sacudió sillas, lámparas y otros componentes de la habitación, de la que salimos sin conciencia aún del momento que vivíamos. Pero todo pasó, al menos por ese día.
Unos años después pude ver cómo, otro terremoto mayor, había destruido parte de México y el hotel donde estábamos durante el Congreso de la FELAP, en la calle Reforma, había sido arrancado de raíz por la furia de un sismo que dejó cientos de muertos y miles de heridos.
En aquellas circunstancias telúricas nació una organización que durante décadas ha sido baluarte de constancia para los profesionales de la región.
Eran años en los que cientos de colegas tuvieron que huir de sus países del sur latinoamericano, donde las más crueles dictaduras asesinaban a todo aquel que pareciera un sindicalista, un estudiante, o un profesional de cualquier actividad.
La concepción por el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger y por la CIA del tristemente recordado Plan Cóndor, no dejaba al azar la más mínima posibilidad de disensión y menos aún, de que algún medio de prensa se atreviese a criticar la brutalidad de carabineros, los vuelos secretos desde donde se lanzaban seres humanos hacia el mar; las más terribles torturas o el robo de hijos o nietos de madres muertas o detenidas en los campos de concentración al estilo nazi creados en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay o Brasil.
La FELAP fue parida en medio del reclamo de solidaridad que hacían los colegas que tuvieron que abandonar sus países y refugiarse en México, Cuba o en varias naciones de Europa.
Un trabajo compartido por organizaciones de periodistas y la perseverancia de representantes del gremio como el peruano Genaro Carnero Checa (primer secretario general de la FELAP, elegido en el Congreso constitutivo); Eleazar Díaz Rangel, venezolano que ocupó la presidencia de la organización en igual período; Luis Suárez, un mexicano que fue alma y vida de la FELAP hasta su fallecimiento décadas después; Ernesto Vera, de Cuba, que dedicó todo el tiempo de su vida a la profesión periodística y a defender la integración de las organizaciones gremiales de la región, y Hernán Uribe, chileno que sufrió en carne propia el exilio obligado ante la embestida fascista vivida en su país luego del golpe de Estado de Pinochet; fueron, entre otros, exponentes cimeros del proceso fundacional y del trabajo posterior de la FELAP.
Eran años en los que existía el llamado campo socialista europeo y la Unión Soviética, expresión de solidaridad y apoyo para con quienes sufrían de la represión y el crimen en la región latinoamericana.
La FELAP tuvo siempre el apoyo moral y material de la Organización Internacional de Periodistas (OIP), cuyos aportes económicos le permitieron el ejercicio y la realización de proyectos gremiales de importancia.
Albergó también, como organismos asociados, a más de 50 instituciones ligadas al estudio y la práctica de la comunicación y el periodismo, como centros de investigación, escuelas de periodismo, bibliotecas especializadas, agencias de noticias y publicaciones.
Pero un día, mucho más cerca en el tiempo que corre, a inicios de la década de los años 90, el campo socialista europeo se vino abajo, la Unión Soviética se desintegró y la palabra solidaridad se fue convirtiendo en algo raro que solo algún que otro país y algunas organizaciones mundiales o regionales, han tratado de defender y mantener.
Con aquellos acontecimientos, también desapareció la Organización Internacional de Periodistas (OIP) que tanto ayudaba a la FELAP, y muy pronto esta última fue limitando su accionar a iniciativas de alguna organización nacional o de algún dirigente del gremio con el afán de salvarla en medio de este mar de olvidos históricos y arremetida mediática oligárquica, planeada y financiada desde Washington.
No olvidemos que durante su vida la FELAP ha sacado a la luz el papel nefasto de organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), bandera de los dueños de los medios, defensora de los monopolios mediáticos que hoy encabezan, junto a parlamentarios corruptos, los golpes de Estado que se producen o planean en algunos países del propio Sur latinoamericano.
La voz de la FELAP siempre se alzó contra manifestaciones como las que hoy se concretan en Brasil o las que se gestan en Venezuela y contra las campañas mediáticas que se emprendieron contra la presidenta argentina, y otros ejemplos de la realidad mundial de hoy.
En el proceso mismo del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la voz del periodismo comprometido con los procesos populares y contrario a la mentira imperial, debe alzarse con todo vigor para no permitir confusiones y olvidos de esos que el presidente Barack Obama quiso imprimir en los cubanos, principalmente en los jóvenes, a quienes llamó a olvidar la historia y convertirse en emprendedores de una nueva Cuba, la concebida por los gobiernos norteamericanos desde 1959 cuando triunfó la Revolución, la que han tratado de lograr con agresiones militares, bloqueo, sanciones económicas y otras medidas, y que ahora se proponen hacerlo con métodos «suaves», donde el poder mediático juega un papel principal.
Termino estas palabras como mismo las comencé: la gran mayoría de los jóvenes periodistas cubanos de hoy no habían nacido cuando se creó la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
Conocieron del Plan Cóndor a través de la prensa, aunque esta luego califique de «histórico» un juicio a 17 argentinos implicados, 41 años después de tanto horror sin que la justicia hubiese hecho algo a favor de la verdad.
No existían entonces los avances tecnológicos de los medios y la comunicación de nuestros días.
Eran años en que el fascismo arremetía contra las naciones del sur latinoamericano; con otro método, pero con el mismo objetivo de los que hoy se hacen especialistas en golpes suaves o parlamentarios.
La creación de la FELAP hace cuatro décadas fue el llamado a la unión de nuestros gremios y profesionales en la lucha contra la mentira, y contra un poder mediático más fuerte que no quiere ceder espacio.
Hoy nuestro compromiso debe ser ese y para ello, mantener fresca la memoria histórica, esa que necesitamos conscientemente para continuar ese camino que tiene como estandartes, la soberanía nacional y la justicia social.