«No se solucionará este flagelo, en todas sus facetas, si se sigue militarizando países, arrasando a campesinos, irrespetando las soberanías nacionales, u obviando las particularidades de cada región. Tampoco se resolverá a través de la legalización, o asumiendo las drogas como sustancias inofensivas. Entender esto como una solución podría implicar aceptar que los Estados no pueden o no quieren cumplir con sus obligaciones de combatir el delito y proteger la salud de sus ciudadanos».
Así lo afirmó la ministra de Justicia de Cuba, María Esther Reus González, ante la sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el problema mundial de las drogas, que concluyó el pasado jueves en Nueva York, con la presencia de varios jefes de Estado y Gobierno, cancilleres, ministros y embajadores de 193 países, en el empeño de fortalecer la cooperación internacional para poder enfrentar con efectividad un flagelo que lejos de atenuarse se profundiza y recrudece, como refirió la representante cubana.
Por su parte, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, manifestó: «Después de tantas vidas segadas, después de tanta corrupción y violencia generadas, después de tantos jóvenes marchitándose en las cárceles... ¿Podemos decir al menos que ganamos la guerra? ¿Podemos decir al menos que la vamos ganando? La respuesta infortunadamente es NO», enfatizó el mandatario.
Lamentó que las medidas represivas hayan caído con más peso sobre los eslabones más débiles como los cultivadores, las mulas y los consumidores. Afirmó: «Tenemos que enfocar la lucha contra los eslabones más fuertes de la cadena: los grandes narcotraficantes, los proveedores de insumos químicos, las organizaciones que facilitan el lavado de activos. A las mafias hay que golpearlas donde más les duela», puntualizó.
El embajador de Ecuador ante la ONU, Diego Morejón, dijo que América Latina es la región más castigada del mundo por el tráfico ilícito de las drogas y afirmó que las estrategias internacionales adoptadas para combatirlo no han dado los resultados esperados. Añadió que mientras no se haga referencia a un control de lavado de activos en los países desarrollados, que son los mayores consumidores de sustancias ilícitas, los países latinoamericanos continuarán llevándose la peor parte de la guerra contra las drogas.
Acotó que en este contexto se esconden intenciones de imposición hegemónica que han convertido a los países del Norte en árbitros de la democracia y la transparencia que nos ponen a los países del Sur en las listas de blanqueadores, cuando sabemos que el 90 por ciento del dinero sucio se lava en los bancos occidentales.
Entretanto, el canciller chileno Heraldo Muñoz sostuvo que «sin oportunidades e inclusión, sin empleos, sin sociedades que busquen la justicia y la equidad, el combate contra las drogas será ineficaz».
Muchas verdades como estas se escucharon en Naciones Unidas durante los días del evento, pero de acuerdo con diversos medios internacionales de prensa en la cumbre se repitió la tendencia vivida en la última cita, con prevalencia del pesimismo, en el sentido de que ya es imposible ganar la guerra antidrogas, que el mundo está dividido entre quienes quieren legalizar el consumo y los que apuestan por proteger a sus poblaciones de los efectos letales de los narcóticos, contradicción que no esconde la intención hegemónica de los controladores de un negocio que lleva a sus bancos entre 400 mil millones y 600 mil millones de dólares anuales.
Mientras la comunidad internacional trata de concentrar sus esfuerzos en encontrar estrategias efectivas y compartidas para combatir una amenaza global a la seguridad de los Estados y de unir voluntades en ese sentido, la maquinaria propagandística occidental afirma que la cumbre fue un fracaso o una oportunidad perdida porque no se pronunció abiertamente por la legalización total de las drogas y que ya EE. UU. no está al frente de esa guerra, sino China y Rusia, que persisten en las posiciones prohibicionistas y de enfrentamiento.
Resulta muy raro, peligroso y oportunista el denominado cambio de enfoque que viene dividiendo a los miembros de la ONU reunidos en Nueva York desde hace varios años, que en la práctica además de alejar a los países y malograr sus esfuerzos de cooperación, introduce un ambiente de inercia, rivalidad y pesimismo, que lejos de lograr consensos y frutos en un combate crucial de la humanidad, desvía la atención y obvia realidades que afectan a millones de seres humanos, escondidas en intereses económicos macabros.
Una vez más Cuba alzó la voz en nombre de los que luchan honestamente por el futuro de sus pueblos. La representante de nuestro país ratificó que existen experiencias que demuestran que sí es posible un enfrentamiento efectivo contra las drogas, cuando se desarrollan y aplican políticas integrales, preventivas, educativas, conducidas por el Estado.
«También cuando hay inclusión social, participación popular, comunitaria, y tratamiento y rehabilitación de salud accesible, universales, sin discriminación de ningún tipo, complementadas con un firme enfrentamiento al delito y una amplia cooperación internacional», añadió.
Concluyó reiterando el compromiso absoluto de Cuba con el logro de sociedades libres de drogas ilícitas, un elemento vital para alcanzar un desarrollo sostenible y el bienestar de nuestros pueblos.
(Tomado de Las Razones de Cuba)