La unidad de nuestro pueblo junto al Partido es la divisa fundamental para seguir adelante; es el bien más preciado. El destino de nuestro país es y será siempre motivo central de preocupación de todo cubano martiano. Nos llama el combate por la salvaguarda de nuestra historia y nuestra cultura, por el fortalecimiento del hecho cultural más grande: la Revolución misma.
Pese a todos los contratiempos, la Revolución, que es una, que comenzó en 1868 cuando Céspedes liberó a sus esclavos y los llamó hermanos y llega hasta hoy, con un inquebrantable espíritu martiano, marxista y fidelista, nos da el derecho y el deber de existir con dignidad, de ejercer un pensamiento autóctono, auténtico y orgánico.
Nos une a todos, desde nuestro modesto puesto de batalla, aportar al triunfo de la actualización económica de Cuba, y al logro de una vida digna para todos los cubanos. Así nos convocaba Martí en aquel conmemorativo discurso: «Completemos la obra de la revolución con el espíritu heroico y evangélico con que la iniciaron nuestros padres, con todos, para el bien de todos»1.
Estamos obligados a ser claros, firmes en las convicciones, visionarios ante los retos, a tener presente la capacidad del Apóstol en preconizar los desafíos en el mediano y largo plazo, porque hoy libramos la lucha en un escenario nuevo donde se enfrenta, antes que nada, ideas y valores: «un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna»2.
El protagonista del socialismo es el ser humano integral, y la apuesta del imperialismo hoy, es la destrucción del legado espiritual de la nación; fijar en nosotros la lógica cultural burguesa y pequeño burguesa, quebrar la institucionalidad y exaltar el capitalismo como modo de vida.
Las voces imperiales hoy convocan a olvidar la Historia. No puede ser que el futuro de Cuba sea el producto de las ambiciones y de los desquiciamientos de un grupo de demonios que, de forma satánica pretenden imponer una voluntad universal ilegítima invocando peligros inexistentes y argumentos de su exclusiva y fatídica invención. Martí alerta a la América toda cuando dijo: «El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad»3.
Es imposible olvidar la Historia, los acontecimientos de finales de los 80 del pasado siglo en los países europeos han demostrado que aquellos que olvidan su pasado no pueden construir un futuro de justicia y equidad. No tenemos el derecho de llevar a que las futuras generaciones vivan las noches y los días amargos del pasado, no deben conocer las vicisitudes del saqueo, del hambre y de la muerte; no deben sufrir la marginalidad y el desafío de los muros al sentido común. No podemos olvidar aquellas gestas heroicas, toda la sangre derramada de cientos de cubanos, en su mayoría jóvenes que, sin importar las consecuencias dieron todo por el bien de su patria. No podemos olvidar aquellos jóvenes que cayeron en Girón defendiendo el Socialismo o en suelo africano luchando por la libertad de otros pueblos hermanos poniendo en alto el precepto martiano de que «Patria es Humanidad»3.
El blanco de toda la campaña imperial es la juventud, ella está llamada a ser la continuadora del legado de los padres fundadores, es ella quien va a definir si la semilla fue depositada en el fértil surco de la gratitud y el compromiso histórico.
En los debates que próximamente se llevarán a cabo en el 7º Congreso del Partido Comunista de Cuba estará el ideal de unidad y justicia de nuestra Revolución, allí se trazará la ruta a seguir para consolidar nuestro proyecto socialista, sin renunciar a los principios que sustentan al proceso revolucionario.
Las claves del socialismo que necesitamos en estos tiempos radican en buscar el enlace, la articulación, el empaste entre lo académico, lo científico, lo masivo y lo social. Es necesaria la fusión entre lo culto y lo popular. Nuestro Partido Comunista, como fuerza dirigente de nuestra sociedad, heredero y continuador del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, sabrá guiar en «marcha apretada» en las actuales y futuras batallas a los habitantes de este indómito y verde caimán.
Por eso, en el espíritu del Maestro, tenemos que generar una vanguardia de pensamiento y acción, que guíe y dé continuidad a esta Revolución, única en la historia, a su destino final: un socialismo próspero y sostenible, fraguado hasta siempre por mujeres y hombres extraordinarios, martianos.
*Jefe de Departamento de Filosofía e Historia. Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos.
1- Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1869 en Harman Hall, Nueva York, 10 de octubre de 1869, t.4 p. 238.
2- El tercer año del PRC, Patria, Nueva York, 17 de abril de 1894. t.3 p.143.
3- Ensayo Nuestra América. Obras Escogidas. T II. La Habana: Editorial Ciencias Sociales 2000. p.480.