Para interpretar correctamente el presente y proyectarnos hacia el futuro es necesario comprender el pasado, y ello solo es posible con el conocimiento de la historia, que nos acerca a los principales sucesos o hechos económicos, político-sociales y culturales que tienen como protagonista a una nación.
En el caso específico de la historiografía cubana se cuenta con un legado que propicia la formación y solidificación de la conciencia ideo-política de las nuevas generaciones y se fomenta a través del Estado, las instituciones educacionales a todos los niveles y múltiples investigaciones de esta ciencia, que se enriquece con nuevas obras. Los estudios históricos realizados en Cuba y sus aportes son valiosos para el público que ha ganado en cultura y que cada vez está más ávido por adentrarse en el complejo mundo de la historia.
Refiriéndose a este tema, el destacado intelectual Pedro Pablo Rodríguez afirma que: «…el cubano debate una y otra vez acerca de la necesidad de aumentar el conocimiento de la historia, en primer lugar de lo nacional, y para muchos hay tal desconocimiento de ella que así explican desasimientos, desarraigos y fracturas respecto al modelo social imperante y a la ética ciudadana. Ello, obviamente, ha sido y es estímulo y reto para el historiador cubano, quien tiene también ante sí la responsabilidad de cubrir los vacíos cognoscitivos e interpretativos de la historia de la propia Revolución».
En los momentos actuales enseñar historia de Cuba es un reto para los profesionales preparados en esta rama, si se tiene en cuenta que esta disciplina tiene como objetivo reafirmar los valores de la nacionalidad cubana y preservar las conquistas alcanzadas y, aunque se ha ganado en cultura general integral, hay jóvenes que no se sienten motivados por la misma, solo la consideran como una serie de datos, nombres, sucesos y procesos que memorizan y no se detienen en analizar aquellas vías por las cuales el hombre deja sus huellas y de las cuales se derivan nuestros caminos, y a eso debe dirigirse la enseñanza: a la interpretación, al análisis profundo, a la búsqueda de significados ocultos tras los hechos y situaciones acontecidas.
Justamente, el destacado historiador e investigador Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí, señalaba en una entrevista que: «si ejercemos como debe ser el magisterio, Cuba será nuestra, pero si no somos capaces de llegar a los estudiantes, de convencerlos, sobre los hechos que han constituido nuestra identidad, Cuba se pierde».
En los momentos actuales la enseñanza de la Historia de Cuba debe partir del enfoque marxista de la concepción materialista de la Historia, en la que se ilustren los hechos ocurridos y se valore la incidencia de cada suceso en su época. Por ello, el historiador tiene la difícil tarea de transmitir a los alumnos su enseñanza mediante la motivación y contribuir a la formación de la personalidad de los educandos a través de una visión humanista de la sociedad.
Precisamente, la finalidad de la enseñanza de la Historia de Cuba en la universidad devendrá en la formación de verdaderos humanistas, acrecentará el mundo espiritual y los conocimientos de los jóvenes, ayudará a tomar conciencia de nuestros valores y a cimentar nuestras relaciones sociales y nuestra práctica en el transcurso de nuestras vidas.
*Profesor de Historia de la Universidad Oscar Lucero Moya.