Para pequeños gigantes dejamos en casa el mejor de los bocados, lo más tierno de nuestra literatura, la más eficaz de las medicinas, la más segura de las prácticas, el amanecer cada día con la escuela y el maestro esperando, la sonrisa cariñosa y aleccionadora que siembre más de lo que mata. Nuestros infantes son acariciados en este archipiélago consentidor como la «herencia de oro» que mostró el Apóstol. Pequeños, pero con grandes derechos.
Sabemos que su amanecer no se compara con el de otras infancias del planeta, colmadas solamente de hambre, insalubridad, sed de agua potable, falta de abrigo para el invierno, clases y maestros ausentes, padres despojados de sus empleos. Conocemos también que desde cada realidad el 20 de noviembre alcanza una significación diferente.
Pero en todo contexto se hace imprescindible la mirada por dentro cuando se han cumplido 25 años de la Convención de los Derechos del Niño, el tratado internacional que más rápidamente se ha ratificado en la historia, aun cuando ello no signifique total respeto.
Como el conocimiento es libertad, los especialistas de Cuba dedican sus primeros esfuerzos a enseñar. Por ello alienta que mejoren los resultados de cada estudio realizado para medir la cultura jurídica en niños, niñas y adolescentes. Así lo reconoce la Doctora Ana Isabel Peñate Leiva, subdirectora del Centro de Estudios sobre la Juventud y conocedora apasionada del tema.
De un estudio a otro, el diapasón de derechos reconocidos se amplía, aunque educación y salud se mantienen como los más conocidos por las nuevas generaciones, según expresa Peñate. Sin embargo, insiste en que no ocurre igual con la población adulta, en sus roles de progenitores y maestros.
«Existe una tendencia al desconocimiento de los derechos y de la Convención, lo que dificulta el reconocimiento de estas poblaciones como sujetos plenos de sus garantías. Debemos trabajar más, porque esta falta puede ser un primer paso para la vulneración», explica.
«La escuela y el grupo escolar se consolidan como importantes espacios de socialización, sobre todo por la calidad de las relaciones que los menores establecen con sus coetáneos y profesores.
«El entorno escolar puede convertirse en espacio adecuado para desarrollar propuestas educativas en cuanto a los derechos humanos. Maestros sensibilizados y capacitados son clave para el éxito, debido a la influencia que ejercen en educandos y familias. Por ello deben aprovecharse para promover más la educación en derechos», insta Peñate.
El Ministerio de Justicia desarrolla hace alrededor de 15 años el proyecto de divulgación de los derechos de la niñez y la adolescencia en Cuba. Por un mundo al Derecho es su nombre, y las experiencias que ha dejado en este tiempo son elocuentes.
Llevado a las calles y comunidades con el propósito de elevar el nivel de conciencia jurídica en las tempranas edades y en los adultos, Por un mundo al Derecho cuenta con el apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y ha desarrollado diversas campañas y actividades: desde la creación y divulgación de atractivos pósteres hasta publicaciones de alcance masivo y acciones en los barrios y centros educativos, todas enfiladas hacia la consecución de un conocimiento cabal para sujetos de estos grupos etarios.
Cuenta con una estructura en cada provincia y se apoya en la labor de equipos técnicos conformados por las visiones de organismos del Estado, organizaciones y centros de investigación que se unen para transformar realidades.
El programa Educa a tu hijo, las investigaciones de diversos centros de estudios, la difusión de bibliotecas públicas, la labor personalizada de los médicos de familia, así como los mensajes de los medios de comunicación, se integran a los propósitos y esfuerzos de este proyecto, que no duda en inundar todo espacio de saberes.
Sus concursos, eventos y la pertinente y esperada llegada a las redes sociales consolidarán ese camino andado durante este tiempo.