Creo que nunca hubo una época tan revuelta en los ámbitos social, sexual, económico y político en Estados Unidos, como la década de los 60 del siglo pasado. Los que vivimos aquellos años en este país pensábamos que estábamos abocados a una guerra civil o a un cambio radical de las estructuras sociales y políticas de esta nación.
El cambio de Gobierno en 1961, en el que John F. Kennedy asumió las riendas del poder presidencial, trajo aires frescos y esperanzas de una nueva era para la Unión Americana. Se iban los generales y doctores de otras épocas, y llegaba a la Casa Blanca sangre joven con mensajes y pensamientos nuevos. Parecía que los tiempos cambiaban, y en realidad, empezaron a surgir ideas diferentes. Hasta la misma música cambió de ritmo.
Ya unos años antes el presidente Ike Eisenhower había tenido que ordenar a las tropas federales que se enfrentaran a la Guardia Nacional de Arkansas para permitir que nueve estudiantes negros matricularan en un preuniversitario de ese estado, pero habían sido solo gestos de un Presidente, que no respondían a un cambio de política, sino al enfrentamiento con una realidad que ya no aceptaba mucha más postergación.
Con la llegada de Kennedy, el Camelot llegaba a Washington; pero lo que nadie se imaginaba era que, con las ideas nuevas, también venía el odio viejo y Kennedy tuvo que pagar con su vida al caer abatido a balazos en una de las calles de Dallas. La idea de que el país había escogido un nuevo rumbo se vio truncada el 22 de noviembre de 1963 en esa ciudad texana.
Kennedy adelantaba una legislación sobre los derechos civiles, la cual nunca llegó a firmar. Fue su sucesor Lindon B. Johnson quien, siete meses después del asesinato del Presidente, llegó a firmarla. La ley eliminaba, por lo menos en papel, todo tipo de discriminación racial, étnica, religiosa y de género. Eliminaba la segregación racial existente en las escuelas y en los registros electorales.
Era increíble que todas esas discriminaciones existieran en los años 60 del siglo XX en un país que se proclamaba y se sigue proclamando cuna de la democracia, en un país donde, cien años antes, centenares de miles de sus ciudadanos perecieron en una atroz guerra civil que logró abolir la esclavitud. Más vale tarde que nunca, dice el refrán, y la ley trajo algo positivo para este país, dando los primeros pasos para que, 45 años más tarde, un hombre negro llegara a la presidencia del país.
Nada fácil fue su aplicación. Hubo disturbios por todo el sur de Estados Unidos. Testigo presencial de muchos de ellos fui, cuando hice un viaje de Nueva York a Miami en carro, poco después de la firma de la ley. Sufrí la discriminación no por ser latinoamericano, ya que mis ojos son azules y mis facciones no son negroides, sino porque uno de los cubanos que nos acompañaba en ese viaje era de la raza negra (y por cierto, bastante reaccionario nuestro compatriota).
Pero la Ley de Derechos Civiles fue solo uno de los hechos que tuvieron lugar en este país luego del asesinato de Kennedy. La guerra intervencionista contra Vietnam y las protestas en su contra, el movimiento hippie, el desarrollo de movimientos radicales —tanto de derecha como de izquierda—, el asesinato del reverendo Martin Luther King y del aspirante a la presidencia por el Partido Demócrata, Robert Kennedy, el consumo masivo de estupefacientes como la marihuana o la cocaína y de drogas alucinógenas como el LSD, las protestas estudiantiles —como la llevada a cabo en la Universidad de Kent, donde la Guardia Nacional acribilló a balazos a los protestantes dejando cuatro muertos y nueve heridos—, o los disturbios raciales, los cuales se extendieron mucho más allá de los 60… En fin, Estados Unidos atravesó entonces una de sus peores crisis sociales y políticas.
Lo interesante de todo esto es que la revolución de amor y paz que proclamaban los hippies era tan radical como la que proclamaban los miembros de las Panteras Negras: una con el signo de paz y amor, y la otra con el puño cerrado en declaración de guerra.
Al pasar el tiempo, la guerra de Vietnam terminó en una debacle para este país, el movimiento hippie se fundió con la misma sociedad que tanto criticó, los integrantes de las Panteras Negras fueron barridos a tiro limpio, las drogas se siguen consumiendo tanto o más que en aquella época, las protestas de los movimientos estudiantiles desaparecieron de las universidades, y las ideas de que una sociedad más justa estaba por llegar se esfumaron y sí, un hombre de la raza negra está en la Casa Blanca. En los 60 parecía que todo iba a cambiar, pero en realidad muy pocas cosas se llegaron a lograr.
*Periodista cubano radicado en Miami