El combate pugilístico no ha terminado, pues todo anuncia revancha para los inicios de 2014, y hasta el presidente Barack Obama reconoció que «aquí no hay ganadores», a poco de firmar el acuerdo logrado contra la soga que permitió detener el default o impago de la deuda de Estados Unidos, pero solo por este año, y también dio un respiro a miles de empleados del gobierno federal, que tras 16 días de paro obligatorio pudieron retornar el jueves 17 a sus labores habituales con la promesa de que se les pagará.
El discurso del mandatario para «celebrar» la votación congresional que abrió las puertas a la actividad de su administración, fue especialmente amargo. «El pueblo estadounidense está completamente hastiado de Washington» y «todo a causa de una crisis autoprovocada», dijo Obama, quien también aludió a los «daños innecesarios» a la economía estadounidense.
Por supuesto que la credibilidad de EE.UU. en el campo internacional quedó deteriorada, pero ahí el jefe de la Casa Blanca vertió un poco de miel con la intención de ganar confianza al asegurar, esbozando una sonrisa-mueca: «Nos recuperaremos de esto. Siempre lo hacemos».
En realidad, el alivio es temporal y ningún trabajador gubernamental está seguro de que sus funciones puedan sobrepasar apenas las fiestas de fin de año, ya que la financiación aprobada llega hasta el 15 de enero y solo puede tomar prestado hasta el 7 de febrero, apenas una tregua en el enfrentamiento demócrata-republicano.
En este altercado de los políticos, donde queda maltrecha como nunca la confianza de la ciudadanía hacia sus congresistas, se destaca un alivio para los demócratas: actuaron al unísono cuando apoyaron de forma unánime —tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes— el proyecto «solucionador».
Obama ha tenido que enarbolar la rama de olivo y alegó que «no hay razones por las que no podemos gobernar de manera responsable a pesar de nuestras diferencias sin trastabillarnos por crisis o crisis fabricadas», y agregó para sus adversarios, con la voluntad de levantar el ánimo del país: «Salgan, ganen elecciones, empujen por cambios, pero no quebranten lo que nuestros predecesores tardaron dos centurias en construir».
De los costos habló la agencia de calificación financiera Standard & Poor’s cuando asegura que la economía ha tenido pérdidas por 24 000 millones de dólares, aunque de seguro no incluye los gastos en pastillas para los nervios de los funcionarios que, a partir de ahora, atiborrados por 15 días sin ver expedientes de cualquier tipo, deben poner al día el trabajo atrasado como muestra de una estabilidad que quedó muy mal parada, y que puede tambalearse nuevamente en febrero.
Otra fecha a tener en cuenta en este fuerte intercambio de golpes, donde los extremistas republicanos del Tea Party fueron los camorristas más violentos e intransigentes, es noviembre de 2014, mes electoral para senadores y representantes, y que puede ser el pase de cuentas de una ciudadanía resentida.
Las encuestas de Rasmussen Reports son el botón de muestra: el 78 por ciento de los votantes quieren sacar a todo el Congreso y comenzar de cero; y solo el 13 por ciento cree que Estados Unidos va por el camino correcto.
Con razón dicen que esta ha sido una pelea sin ganador…