Este lunes parecía inaugurar una semana con buenos augurios, cuando los titulares de comienzo del día hablaban de estar «cerca de la solución» de la crisis administrativa presupuestaria del Gobierno de los Estados Unidos.
Sin embargo, a pocas horas de la reunión salvavidas entre el presidente Barack Obama y los principales líderes demócratas y republicanos del Congreso, se lanzó un balde de agua fría desde la propia Casa Blanca con un aviso urgente: Pospuesta la reunión… para conceder más tiempo a las partes.
La lectura del anuncio es demasiado obvia: no hay acuerdo alguno, cuando solo restan pocas horas para el plazo que determina si se sube el techo de la deuda del país por encima de los 16,7 billones de dólares, y con ello cesar la amenaza de suspensión de pagos —un percance que alcanzaría a la economía mundial— y el shutdown o cierre del Gobierno federal estadounidense.
La cinta de meta en esta carrera contra reloj está situada en el jueves, cuando se agotarán los dineros que tiene Washington para cubrir sus deudas, según advirtió Jack Lew, secretario del Tesoro.
«Nos estamos acercando», habría dicho con optimismo Harry Reid, jefe de los demócratas del Senado, luego de una reunión a lo cortico con Mitch McConnell, el líder de las sillas republicanas, porque al parecer había en esa rama del Capitolio de Washington un consenso para que el estado federal se reabra hasta el 31 de diciembre de este año y se aumente la capacidad de endeudamiento durante 2014.
Pero en realidad todavía no hay acuerdo, y sin nada a su favor en las manos, parece que el Presidente decidió la pausa, pues quiere ir al seguro en la quita partidista que tiene en vilo no solo a Estados Unidos, sino también al resto del mundo.
Obama había hecho declaraciones previamente: «Ha habido algo de progreso en el Senado. Los republicanos ya saben que llegar a la mora de pagos no es sostenible, ni inteligente, ni correcto para los estadounidenses»… «Si no logramos un progreso real tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, y si los republicanos no están dispuestos a dejar de lado sus preocupaciones partidistas con el fin de hacer lo correcto para el país, hay mucha posibilidad de que caigamos en el incumplimiento de nuestras deudas». El tema hace temblar a los acreedores.
Por lo pronto, la preocupación ha llevado a otras reuniones de grupos bipartidistas intentando meter baza en la situación, y romper el impasse, como el encabezado por la demócrata Susan Collins, que mantuvo un intercambio de dos horas este lunes, pero sin el ansiado y decisivo acuerdo.
Mientras tanto, paradojas de la vida ante tan mala situación de la economía imperial, también este lunes se daba a conocer el resultado del Premio Nobel de Economía 2013 y este recaía sobre… tres economistas estadounidenses: el profesor de la Universidad de Yale, Robert Shiller; y los profesores Eugene Fama y Lars Peter Hansen, de la Universidad de Chicago, por sus trabajos sobre los comportamientos de los precios de los activos en los mercados financieros.
Lo más interesante resultaron las declaraciones de Shiller, quien comentó así acerca de la gran contrariedad económica del mundo: «El problema no son las crisis financieras en sí mismas, sino el aumento de la desigualdad económica en Estados Unidos y el resto del mundo».
Una predicción nada nueva, pero sustancial, a la que los poderosos de la economía y de la política apenas hacen suficiente caso.
«La desigualdad ha empeorado en las últimas décadas —alertaba Shiller—, y podría seguir empeorando. Eso no lo sabemos. Quizá pueda corregirse, pero eso es complicado de predecir».
Y allá dio su visión «solucionadora»: implementar ahora un aumento de impuestos a las personas más ricas en el mundo con el fin de combatir la desigualdad, en vez de esperar 50 o cien años a que el problema fuera más grande.
Ya sea en el campo estadounidense o en el planetario, las ambiciones de unos pocos han implantado la irracionalidad como forma de (des)hacer, un elemento que los empuja cada vez más hacia el borde del abismo.
Probablemente la razón venga del Sol naciente, como dijo Xinhua, la agencia estatal de noticias de la República Popular China, el mayor poseedor internacional de los bonos de la deuda estadounidense: es momento para «un mundo desamericanizado».