Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sapiencia

Autor:

Raiko Martín

Pocas veces la fortuna llega exenta de riesgos. Puede que tomar una decisión conlleve al éxito o el fracaso, pero en cualquier caso, siempre habrá una consecuencia, y ella casi nunca complacerá a todos por igual. Tal vez por eso, la responsabilidad es algo tan grande y pesado, que muy pocos se animan a asumir, y mucho menos a delegar, con un mínimo de tranquilidad.

De tal forma, no cualquiera puede llegar a ser director, jefe, o mánager de pelota. No descubro el agua tibia cuando digo que en esta Isla tan pasional, y en la que casi todo —para no pecar de absoluto-—se impregna de los matices más insospechados, cualquier decisión en temas beisboleros tiene sus detractores asegurados.

No pretendo valorar si el reciente tope frente a discretos elencos mexicanos fue provechoso para nuestros peloteros, o si la gira que apenas comienza por tierras asiáticas es la más conveniente en estos momentos. Tampoco me interesa sumarme a la moda de contar cuántos matanceros fueron a uno u otro viaje, por más que la cifra sea digna de suspicacia.

Como muchos, hubiera preferido una mayor calidad de los rivales en la vecina nación, y que el roce del otro lado del mundo fuese contra aquellos japoneses que en marzo defenderán su corona en el Clásico Mundial. Y no sé si quedo en minoría cuando pienso en cuán saludable sería que el mánager del equipo nacional no cambiara año tras año, y que una vez designado, pudiera dedicarse a observar, explorar posibilidades, o analizar variantes, en vez de intentar hacer méritos desde el puente de mando en cualquiera de los equipos de nuestra Serie Nacional.

No obstante, y si me preguntan, levantaría ambos brazos para aprobar las dos aventuras emprendidas, con todos los supuestos «peligros» que puedan generar. Que nuestro béisbol actual no llega a los niveles más elevados de este deporte en el planeta, es una verdad del tamaño de un rascacielos. Y que de todas las experiencias se pueden sacar enseñanzas es otra certeza no menos pequeña.

Si los inexpertos pitchers mexicanos nos demostraron que batear lanzamientos de rompimiento es una asignatura más que pendiente, el contacto con el juego asiático le permitirá a los nuestros enfrentar a jugadores de probada calidad, algo que todos pedíamos a gritos. Negarnos a esa posibilidad, por muy a destiempo que parezca, sería contraproducente.

¿Que nos van a estudiar? Claro que lo harán. Tal vez con menos esfuerzos, pero que nadie dude que casi todos nuestros rivales tienen todos los recursos para hacerlo, aun sin visitarlos. Por eso, y no solo por cobrar dinero, son unos verdaderos profesionales.

Nos queda entonces aspirar a esa capacidad necesaria para «exprimir» esta y todas las posibles experiencias futuras. El Clásico ya está en nuestras narices, y cualquier decisión, analizada con la sabiduría adecuada, puede ser la llave de la fortuna. En fin, dicen que el que no se arriesga, no gana.

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