Diez hombres con sus uniformes, sus botas sucias, pero sobre todo, con sus fusiles de mirilla telescópica posan frente a la cámara. Ellos, en sí, son solo diez «tipos» mostrando con vanidad su pequeña cuota de poder, la que les permite, con solo apretar el gatillo, dejar sin vida a muchos afganos. Sin embargo, aquello que toma el centro de la imagen habla por ellos y ese mensaje no fue muy bien acogido. Recorre el mundo a través de la web y saca a la luz otro escándalo.
Supuestamente cocida a la bandera de EE.UU. aparece otra de color azul con la simbología nazi en blanco. La fotografía, tomada en septiembre de 2010 en Sanguin, al sur de Afganistán, ha vuelto a poner en tela de juicio a los soldados estadounidenses, a poco más de un mes del reciente video donde otros orinaban sobre los cadáveres de un grupo de afganos abatidos por ellos.
«No sabían que se estaban vinculando con algo que es racista, fascista», dijo el portavoz de la base californiana de Camp Pendleton, a la que pertenecen los marines.
Pero, ¡oh, divina providencia! Resulta que los «muchachones» de la mencionada foto no sabían del significado de esa simbología (en este punto no sabemos si la cuestión es la conducta de los soldados o su nivel de escolaridad). Para ellos, según la cadena Fox, el símbolo de las SS solo representaba las palabras sniper scouts, que quieren decir exploradores francotiradores.
De cualquier manera, el impacto de la foto es tan poderoso, las lecturas de las poses tan peligrosas, que el cuerpo de infantería de marines aseguró en un comunicado que el uso de ese símbolo era «inaceptable». Sin embargo, como creen en la «ignorancia» de sus uniformados y más allá de la supuesta investigación abierta, también dieron a conocer que los soldados no serán castigados.
Aquellos que habrían desembarcado para asegurar la paz y el orden — aunque nadie les preguntó a los habitantes de esa nación asiática-— dejan un rastro de dolor y muerte, pero también las marcas de un comportamiento muy alejado de los valores que pregona su Gobierno, pero que tampoco cumple. Así, matan a civiles inocentes desde aviones teledirigidos, como si de un juego on line se tratara, torturan bárbaramente como en Abu Grahib, mancillan la memoria de los muertos sin el menor remordimiento o posan despreocupados frente a un símbolo que les costó la vida, según algunos estimados, a más 20 millones de seres humanos, y de ellos, más de seis millones eran judíos.
Pareciera que la impunidad viene adherida al uniforme estadounidense. Allá donde pisan sus botas hacen de las suyas y muy pocas veces son juzgados por sus actos como merecen. Violan a niñas en Japón, torturan bárbaramente en Iraq, Afganistán o en la ilegalmente ocupada base naval de Guantánamo; asesinan a soldados paquistaníes en contravención de toda clase de acuerdos… pero ellos son los «elegidos para salvar al planeta».
Claro, cuando se trata de uno de esos soldados, quien no violó, torturó o asesinó, pero entregó pruebas de esos actos atroces para que el mundo supiera a través de Wikilead, ese sí merece para ellos que lo aplaste el peso de su «justicia». El joven Bradley Manning sufre toda clase de vejaciones, permanece incomunicado y fue sometido a un juicio sumarísimo. El resto de sus colegas, a fin de cuenta, cumple con lo que está establecido y ello incluye estar listo para matar o cualquier otra «diligencia». Incluso posar orgullosos con las armas asesinas y con una bandera nazi. Pero bueno, eso no es tan grave, los pobres son ignorantes, o ¿lo serán solo a conveniencia? Eso se parece más a la política de Washington.
Internet y la verdad que sale a cuenta gotas constituyen una explosiva mezcla para las suciedades escondidas por el Pentágono bajo la alfombra. ¿Cuántas más quedarán ocultas y, peor aún, impunes?