Ya la euforia mediática con respecto a Egipto ha menguado. Ahora la mayor atención se centra en Libia. Cada nueva oleada de protestas en la región es interpretada por las diferentes agencias internacionales como mayor que la anterior. Y ya nadie se acuerda de Hosni Mubarak.
Sin embargo, es mucho lo que está en juego hoy en las calles de Egipto. Por eso, aún muchos manifestantes antiMubarak siguen con ojos muy alertas a la junta militar que hoy ocupa el poder en el país de los faraones, por temor a que el Gobierno que resulte sea una prolongación del régimen contra el cual lucharon, y al que tanto alimentó Estados Unidos. Y la presión de esa olla es constantemente medida por Washington e Israel, a quienes no les conviene que en la espera por las nuevas elecciones, se radicalicen posiciones que puedan perjudicar su estatus en la región. Ellos necesitan desesperadamente mantener a un Egipto en línea. Por ello, meterán sus manos.
Muchas serán las tendencias políticas que entrarán en la pugna por el poder, a medida que continúe la legalización de partidos políticos auspiciada por la modificación de la Constitución. Pero la que más preocupa a Estados Unidos es la islamista Hermanos Musulmanes, organización que tuvo tanto protagonismo en la revuelta contra Mubarak, y de la cual el viejo Gobierno no pudo prescindir en las negociaciones que intentó emprender con la oposición para apuntalar lo que ya estaba desmoronado.
Egipto es un importante, y hasta el momento, estable aliado, tanto en el tema nuclear iraní, como en las negociaciones entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina, y por el hecho de ser un muro de contención a los suministros del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en Gaza. Además, el Canal de Suez no solo es una ruta importante de recursos económicos, sino que por allí pasan las fuerzas militares de Washington y Tel Aviv.
Fundada en 1928, Hermanos Musulmanes es la organización islamista más antigua y nutrida, así como mejor organizada del mundo. Hoy tiene ramificaciones en la mayoría de los países árabes, y una de sus derivaciones es precisamente Hamas. Por tanto, una organización de este tipo con alguna cuota de poder en la sociedad egipcia —todo el mundo árabe mira al Cairo como la meca— le podría reconfigurar a Washington e Israel el panorama en la región.
Es una organización con un fuerte sentimiento antinorteamericano y antisionista. Considera a Israel un ocupante ilegal en tierra árabe, e incluso varios de sus miembros son partidarios de echar tierra al acuerdo de paz entre Egipto e Israel. Además, tiene no poca influencia.
EE.UU. está muy apurado. No puede dejar que las manecillas del reloj corran en su contra. Desde hoy hasta las elecciones prometidas por los militares puede ser tiempo suficiente para que una oposición islamista no deseada por Washington se organice mucho más y conquiste espacio.
Hasta el momento la proscripta Hermandad ha dicho no pretender la silla presidencial, aunque sí escaños en el Parlamento. Y no sería una misión difícil, pues en 2005 logró una quinta parte de las sillas de la Asamblea, a pesar de que era perseguida por Mubarak y que accedió a los comicios a través de candidaturas independientes. De hecho, el fraude del Partido Nacional Democrático de por Mubarak en las elecciones de noviembre pasado buscaba frenar a los Hermanos Musulmanes.
Consciente de que las protestas antiMubarak le darían mucho mayor protagonismo político a los Hermanos Musulmanes, Washington le tiene el ojo puesto a esta organización, ¡y desde muy cerquita!. Es una verdad que no esconden. Y en caso de que hubiera un cambio tratarán por todos los medios de que sea lo menos traumático posible para sus intereses en la región. Por eso, estuviéramos ante un filme de ciencia ficción si el futuro paisaje egipcio no se pinta también con pincel estadounidense. ¡Esperemos más noticias!