El Comité Internacional por la Libertad de los Cinco cubanos injustamente condenados a larguísimas penas de prisión por un tribunal federal de Miami, ha convocado a una jornada de solidaridad para que sean excarcelados. Está exhortando a que se envíe al presidente de EE.UU., Barack Obama, por cualquier vía posible, una demanda de libertad para esos jóvenes cubanos. El presidente tiene la facultad para, tan solo con una firma, mandarlos al lado de sus familias. Se ha repetido un millón de veces que haber celebrado aquel juicio en Miami era una forma segura de condenarlos. Sabemos que era casi imposible que ellos hubieran tenido un juicio justo en esta ciudad, que está controlada políticamente por la ultraderecha de origen cubano que la ha envenenado de odio hacia Cuba. Periódicos, programas de radio y televisión, así como alcaldías, son controlados aquí por esa ultraderecha irracional y troglodita.
Pruebas sobran de lo imposible que era un juicio justo para esos cincos compatriotas. Solo recientemente, han ocurrido hechos en esta ciudad que confirman lo anterior. La valla que se puso, en donde se reclamaba la libertad de esos jóvenes, duró lo que dura un merengue en la puerta de un colegio. Una foto de la valla que la Alianza Martiana logró que publicaran en el periódico The Miami Herald y su versión en español, El Nuevo Herald, fue motivo para que se alebrestara la morralla miamense. Tanto fue así, que acobardaron a ambos periódicos, de tal manera que, cuando una docena de viejitos gritones se presentó frente al edificio a protestar por la publicación del anuncio pagado, los directores de ambos rotativos bajaron de sus oficinas para pedirles perdón por haberlo publicado y prometerles que, en el futuro, no lo volverían a hacer. ¿Qué les parece? La libertad de expresión en pleno deterioro. Unos días después, esos mismos diarios sacaron en primera plana una fotografía de un cuarto de página de una docena de señoras que, a grito limpio, exigían que no se dejara en libertad a ninguno de los Cinco cubanos. Por supuesto que ese anuncio fue completamente gratis. Entre la docena de mujeres que gritaban delirantemente en una gran avenida de esta ciudad, se encontraba, entre otras, la hija de un comandante de la policía batistiana, y otra buena señora que se pasea por todo el mundo, en viajes pagados por el dinero de los contribuyentes de este país, dinero que generosamente le da el Gobierno para que vaya regando propaganda anticubana alrededor del globo terráqueo.
Es decir, que mientras el Comité de Solidaridad lanza una campaña mundial por la libertad de los presos antiterroristas, en Miami lanzan una local para que no los liberen. Estas mujeres que llevan a cabo una campaña de presión y gritería para que los antiterroristas sigan en las cárceles, son las mismas que, a grito limpio, también piden que no sea condenado, en El Paso, Texas, Luis Posada Carriles, quien, en estos mismos momentos, está siendo juzgado por haber mentido a las autoridades de inmigración de este país y no por lo que realmente debería ser encausado, o sea, por terrorista confeso. Todos sabemos lo que le declaró Posada a una periodista del The New York Times en relación con las bombas que estallaron en diferentes centros turísticos de La Habana. Solamente por esa admisión, que fue publicada en dicho periódico, es suficiente para que el personaje sea juzgado por lo que realmente es y no por lo que lo están juzgando.
Los jóvenes cubanos no estaban espiando al Gobierno de los Estados Unidos, ni estaban ayudando a subvertir el orden en este país, solamente estaban tratando de evitar actos terroristas en su patria y por eso fueron injustamente condenados a largas penas de cárceles por un tribunal federal de esta ciudad que está llena de odio hacia Cuba. Ni tan siquiera se puede poner una simple valla anunciadora pidiendo su libertad, ni tan siquiera un simple anuncio pagado en el periódico local. Esta es la libertad que estos granujas quieren imponer en nuestra Isla.
* Periodista cubano radicado en Miami