Ha transcurrido casi una década desde que en este mismo plenario Fidel nos dijera que la Internet parecía inventada para nosotros.
Como suele ocurrir, su horizonte andaba a leguas del nuestro y desde esta atalaya veía lo que era invisible entonces a nuestros ojos: la posibilidad extraordinaria que brinda la nueva tecnología de la información para poner a los seres humanos en una ribera común del conocimiento.
Basta revisar sus discursos y reflexiones de los últimos diez años, incluyendo sus palabras en los encuentros que sostuvo con nosotros, para confirmar cuán tempranamente Fidel entendió que un mundo estructurado en torno a las relaciones de acceso a la información produciría un tipo diferente de ser humano, y que sus valores dependerían de la diversidad de recursos y experiencias culturales que este pudiera adquirir en la llamada sociedad de la información.
Y no solo eso: con 74 años se sentó en un aula y estudió la red como un escolar sencillo y nos entusiasmó con la perspectiva de inclusión y las posibilidades que se abrían para extender nuestra obra y defender nuestras ideas con la generalización del uso de la Internet, que en ese momento no contaba con 300 millones de usuarios y que en el 2015 enlazará a la mitad de la población mundial.
Fidel es un ejemplo rarísimo de estadista y político abierto sin prejuicios a este nuevo instrumento, sin el cual no se puede pensar hoy en desarrollo de ninguna índole y sin el cual tampoco se puede construir una alternativa al mundo de pesadillas cibernéticas, armas de ciencia ficción con un poder destructivo devastador y el control policiaco total que los Estados Unidos están diseñando para la mayoría de la humanidad.
Estas tecnologías no son ni buenas ni malas, pero tampoco son neutrales. Como el cuchillo, sirve para cortar el pan común y también para aniquilar a los seres humanos. La diferencia del uso está en manos de quien la posea y en el rol que le toque desempeñar: el de «interactuantes» o «interactivados», como dice el teórico Manuel Castells, que es lo mismo que «dominantes» y «dominados».
Como el acceso hoy a la Internet es restrictivo económico y educacionalmente para una buena parte de los habitantes del planeta, el efecto cultural más importante de esta disparidad es el reforzamiento de la cultura dominante. El único modo de cambiar este orden es apoderarse de estas tecnologías y reforzar un modelo cultural solidario e inclusivo en red.
No tenemos mucho tiempo para hacerlo. Quien controle estos primeros estadíos de desarrollo e imposición de normativas, será quien más influya en la evolución futura de este sistema y determinará sus usos, sus percepciones y las consecuencias sociales de la vida en red.
Cuba tiene un desafío adicional: debe subvertir la decisión imperial de aislarnos, privándonos del acceso a las tecnologías, estigmatizándonos como enemigos de la Internet y asegurando con esto último que nos penalicen en foros internacionales y en comunidades técnica opuestas a Estados Unidos, pero casi fundamentalistas de la cultura libertina de la red.
Para aislarnos han intentado todo, desde el bloqueo brutal y la creación de un grupo multiagencias en el Departamento de Estado que monitorea la red cubana las 24 horas del día, hasta el despliegue de una enorme maquinaria publicitaria que crea páginas Web, otorga premios y sobre todo, que se inventa profetas de una opresiva cotidianidad del cubano y predica el fin de nuestra historia revolucionaria en un blog hosteado en Alemania.
En un ejercicio de relaciones públicas, que se parece sospechosamente a las páginas iraquíes y yugoslavas creadas por el Pentágono y denunciadas recientemente por The New York Times, este blog ofrece un rostro a la abstracción maniquea de que Cuba es enemiga del progreso y de la libertad de expresión.
La más reciente novedad es el diseño de un proyecto para ofrecer conectividad selectiva dentro del país con propósitos desestabilizadores, intentando justificar esta agresión con el reflejo condicionado «Cuba enemigo de la Internet».
Vale recordar aquí lo que Fidel le dice a Ramonet; peor que una mentira es un reflejo condicionado. «La mentira afecta el conocimiento, el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar».
Desgraciadamente todas estas fórmulas de guerra psicológica se benefician de nuestros vacíos informativos que fortalecen los canales subterráneos; se benefician de nuestros facilismos y autoexclusiones en la Web; de la extrapolación mecánica de la lógica de los medios de comunicación masivos a los medios digitales, de la alegre multiplicación del timbiriche digital, y se benefician también de nuestras paranoias.
Es vital tener conciencia de los riesgos de una Red de Redes que replica a la sociedad humana tal cual es, con sus miserias y bondades, pero puede ser retardatario atizar el miedo al monstruo tecnológico, una abstracción, cuyo tamaño suele ser proporcional a la ignorancia de quienes lo sostienen.
La manera de evitar que un reflejo condicionado sea tomado por único referente de Cuba, es replicar tal cual es y estimular la presencia en la red de la maravillosa diversidad expresiva de un país que tiene una invaluable inversión en capital humano. Mientras más sean las personas y los contenidos en la Internet —que, por cierto, es internacional o no es, como el agua es húmeda o no es agua— mayor es el valor de esa red, su capacidad de influencia y de adopción y adaptación de las llamadas nuevas tecnologías.
La Internet es sobre todo un proceso apto para crear y reforzar las redes humanas. La presencia masiva de las ideas, valores y proyectos que defendemos en red pueden mejorar la sociedad humana, como mismo la colaboración tecnológica terminó mejorándola y produjo el software libre, una decisiva opción de soberanía tecnológica.
Tenemos la suerte de contar con un visionario excepcional: Fidel. No solo está viendo ahora lo que ocurrirá en el futuro, como lo hizo cuando nos entregó computadoras y módems para el acceso a Internet en 1999, apenas tres años después del boom de la Web y cuando la conectividad estaba en pañales en América Latina.
Se puede decir incluso que Fidel pronosticó la Internet antes de que se creara, y ya desde entonces nos dio la brújula de lo que debíamos hacer ante ella, si la utilizaban contra nosotros.
En 1965, tres años antes de que el Departamento de Defensa conectara varias computadoras y naciera ARPANET, el bebé Internet, Fidel advirtió la posibilidad de que nuevas herramientas electrónicas se estuvieran disponiendo para el mal y particularmente contra Cuba.
Y añadió: «pero hay algo que los cerebros electrónicos del Pentágono no pueden impedir, hay algo que sus computadoras no pueden calcular y eso es: la dignidad, la moral y el espíritu revolucionario de nuestro pueblo».
Esa sigue siendo nuestra fuerza, nuestra diferencia, nuestra brújula, nuestra alternativa en la «Era de la información», definitivamente nuestra era.