Lisandra Ordaz. Foto: Franklin Reyes Hace unas semanas, mientras se desarrollaba en la ciudad de Holguín la fase final del campeonato nacional femenino de ajedrez, recibí un correo electrónico de Rubén y Leticia, los padres de la joven Maestra Internacional (MI) de 18 años Lisandra Ordaz. En su mensaje, ellos se quejaban a título personal y en nombre de los vecinos de su comunidad por la manera en que yo me había referido a la muchacha en trabajos recientes.
Concretamente, les había molestado que, mientras hacía un pronóstico sobre las posibles candidatas a la corona, este redactor calificara a Lisandra como «una jugadora que lleva tiempo haciendo ruido, pero no acaba de cuajar».
Ellos consideraron el comentario «hiriente e irrespetuoso» porque los resultados de su hija en los últimos tiempos eran palpables: subcampeona de Cuba en 2004, titular nacional juvenil y ganadora de los Primeros Juegos del ALBA en 2005, monarca Centroamericana y del Caribe de la categoría sub-20 en 2006 (obtuvo en ese torneo una norma de GM), y en la semifinal de primera categoría, entre otros.
Pues bien, luego de leer el mensaje, me comuniqué con los remitentes y les expliqué que nunca nos proponemos lastimar a los atletas ni mucho menos, pero tenemos el deber de opinar sobre el desempeño de los mismos, con el consiguiente riesgo de enemistarnos con ellos y sus seguidores cuando no están de acuerdo con nosotros. Y nos parece que, a despecho de las estadísticas que no lo dicen todo, desde finales de 2005 Lisandra descendió mucho en su rendimiento, tanto que su coeficiente ELO disminuyó de 2269 a 2180 puntos.
Pero, como siempre, la polémica ayuda al esclarecimiento de las cosas. Me enteré entonces de que Lisandra ha tenido algunos problemas de salud que han afectado su rendimiento, aunque otros factores han incidido más en ello como el hecho de que no tiene entrenador desde hace más de un año, o las constantes dificultades para acceder a la información actualizada (no posee computadora personal, así que trabaja con las máquinas solo en el trabajo de sus padres y en horarios que le afectan el descanso).
En este punto quiero detenerme. Por una parte, creo que el asunto de los entrenadores es una asignatura pendiente para el ajedrez cubano, al menos para el de primer nivel. Me parece que las autoridades de este deporte, e incluso la dirección del INDER, deberían tomarse más en serio el tema. ¿Se imaginan ustedes que nuestras grandes figuras del atletismo o el boxeo tuvieran que prepararse por su cuenta?
Una sugerencia que puedo hacer es ampliar nuestras preselecciones nacionales. Recordemos que en el béisbol, donde tenemos atletas «para comer y para llevar», nunca se hace el equipo Cuba de una vez, sino que se realiza una preparación con un grupo grande de peloteros y al término de la misma se escoge a los mejores. Como resultado de ese proceso, los que en definitiva no son elegidos al menos regresan a sus provincias mucho más capacitados, como si hubiesen pasado un «curso de postgrado».
Así pues, si echamos un vistazo a la tabla final del pasado certamen nacional de ajedrez, observaremos que los tres primeros lugares fueron ocupados por figuras ya establecidas: la Gran Maestra (GM) Maritza Arribas (campeona invicta con nueve puntos de 13 posibles), la MI Yaniet Marrero (segunda con 8,5, su mejor actuación histórica) y la GM Vivian Ramón (tercera con ocho, su resultado más relevante de los últimos tiempos).
Nadie duda entonces que todas ellas deben estar en nuestra preselección nacional, como también nuestra tercera GM, Sulennis Piña, quien esta vez concluyó sexta con 6,5 unidades pero es la jugadora de mayor ELO y consistencia del país.
Ahora bien, reclamo un sitio en la convocatoria para la propia Lisandra Ordaz (cuarta con 7,5 rayas), así como para otras muchachas que han venido madurando en los últimos años y se consideran «grandes promesas» (todas se ubicaron ahora entre los lugares cuatro y diez). Me refiero a la MI Lisandra Llaudy (18 años) y a las Maestras FIDE (MF) Jennifer Pérez (19, anterior campeona de Cuba) y Zenia Corrales (17).
Este grupo de ocho debería entrenar junto durante todo el año, aunque cada una con un plan específico, de acuerdo con sus fortalezas y debilidades, bajo la supervisión de nuestros mejores especialistas.
Y habría que garantizarles además la participación en torneos de nivel que les permitan superarse a sí mismas. Yaniet, por ejemplo, debe ser nuestra próxima Gran Maestra, pero hay que allanarle el camino hacia el máximo título ajedrecístico.
Mas, todavía se nos quedarían fuera de la «pre» algunas otras muchachas talentosas que hay que seguir con lupa y ayudarlas en su preparación. Y concretamente hay dos casos que merecen mimos, sobre todo a partir de sus excelentes demostraciones en el torneo de marras. Son ellas las MF Oleiny Linares (quinto lugar, tiene ya dos normas de MI) y Yanira Vigoa (octava).
En fin, lanzo este disparo al aire porque «concentrar los esfuerzos» me parece lo más saludable para nuestro ajedrez femenino. Quizá los expertos opinen otra cosa, y también daremos espacio a sus criterios. La discusión sana no daña, sino edifica. Porque en todo no podremos estar siempre de acuerdo, ¿usted no cree?