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Elogio de la bête noire

El ámbito del ajedrez ha registrado dominaciones extrañas que han puesto en entredicho el menosprecio hacia rivales inferiores

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Apenas transcurrida una etapa incipiente del calendario deportivo anual, los seguidores del circuito profesional del tenis femenino se han topado con una de las grandes sorpresas de la temporada: la derrota de la segunda mejor jugadora del planeta, la polaca Iga Swiatek, en las semifinales del Masters de Doha. Más que ver interrumpida una racha de 15 victorias de Swiatek prolongada en este certamen desde 2022, lo que desconcertó a la prensa fue que la derrota se produjo a manos de la letona Jelena Ostapenko, 36to. lugar del ranking mundial. En efecto, a la cuádruple ganadora del Roland Garros le ha sido esquiva hasta en cinco ocasiones la posibilidad de victoria frente a la tenista báltica.

Empleada con asiduidad en el ámbito de la rivalidad deportiva, la expresión bête noire (bestia negra) define casos similares al cotejo Swiatek-Ostapenko en el que el atleta de más notable palmarés no siempre obtiene los mejores resultados ante un rival en apariencia menor. Aunque lo incierto e impredecible sigue siendo uno de los grandes atractivos del deporte, no dejan de resultar insólitos estos incidentes en que figuras de segunda línea alcanzan cierta «paternidad» sobre los grandes exponentes de las canchas.

Lógicamente, el ámbito del ajedrez también ha registrado dominaciones extrañas que han puesto en entredicho el menosprecio hacia rivales inferiores. Sin cuestionar la objetividad del coeficiente ELO —que compara la fuerza de juego de los trebejistas según sus resultados competitivos—, ni minimizar la importancia de la preparación estratégica a la que se someten los grandes maestros; no debería ser infalible la posibilidad de victoria que se le asignan a los favoritos en cada competencia.

Dada la sistematicidad con que se generan las sorpresas deportivas en el ámbito ajedrecístico, Jaque perpetuo recreará las dominaciones menos predecibles en el mundo de las 64 casillas. En un período en el que, gracias a los análisis de los módulos informáticos y el estudio de partidas clásicas, parece haber menos espacio para las sorpresas, todavía los aficionados al juego ciencia aguardan a que se diga la última palabra sobre el tablero.

Un ogro entre dos fuegos

Pocas atletas como Garry Kasparov han trascendido en el mundo del ajedrez por su tenacidad y espíritu competitivo. Enfrascado en una pugna titánica con Anatoly Karpov por la supremacía mundial de los trebejos —considerada como la rivalidad deportiva más grande de todos los tiempos—, el genial azerí marcó una notable diferencia entre sus contemporáneos en cuanto a performances competitivos, premios individuales y medallas por equipos.

Más allá de la permanente concurrencia ante Karpov, Garry enfrentó notables escollos en su carrera deportiva entre los miembros de la élite ajedrecística.
Tal vez entre los cientos de trebejistas con los que contendió en escenarios como matchs de Candidatos, torneos de Grand Prix, Campeonatos Mundiales por Equipos y Olimpiadas Mundiales, pocos le hayan ofrecido al «Ogro de Bakú» una resistencia tan encarnizada como el maestro ruso Boris Gulko y el prodigio francés Joel Lautier.

Siendo ya un consagrado en la escena ajedrecística a comienzos de la década de 1980, Kasparov obtuvo uno de los grandes resultados de su carrera deportiva en el 49no. Campeonato de la URSS, al compartir el primer lugar con el maestro internacional Lev Psakhis. En esa edición del Campeonato de la URSS celebrada en Frunze durante el invierno de 1981, el azerí se vio privado de ocupar la posición cimera en solitario, al sucumbir ante Boris Gulko quien, a la sazón, ocupó el antepenúltimo lugar del torneo. Aunque en el lapso 1981-1991, Kasparov alcanzó el primer premio indisputado o compartido en todos los torneos individuales que disputó, no pudo evitar ser derrotado en par de ocasiones más por Gulko, en el Campeonato de la URSS por Equipos Kislovodsk 1982, y en el supertorneo Linares 1990.

A muchos amateurs del juego ciencia les debe resultar familiar el nombre de Joel Lautier, desde que el prodigio se convirtiera en el monarca universal juvenil más joven de la historia en el 27mo. Campeonato Mundial Junior de Adelaida, Australia, 1988. La celebridad de Lautier también se debió a ser uno de los pocos trebejistas con un score favorable frente a Kasparov (+2-1=7), luego que dominó al potente azerí en Linares 1994, y en el Max Euwe in Memoriam disputado en la capital neerlandesa en 1995.

Aunque con una carrera ajedrecística menos prolongada que la de sus contemporáneos Vishy Anand, Vladimir Akopian y Michael Adams, Lautier aprovechó las oportunidades que tuvo para medirse de poder a poder ante los mejores de su época. De manera significativa, el trebejista galo formó parte del equipo de analistas que contribuyeron a que Vladimir Kramnik
derrotara a Kasparov en un match organizado en Londres durante el otoño del año 2000, donde se puso en juego el título mundial legitimado por la Professional Chess Association. 

Campeones sin corona

A la hora de determinar quienes han sido los mejores ajedrecistas de la historia que no han obtenido el título mundial, junto a los nombres ya habituales como Paul Keres, Victor Korchnoi y Vassily Ivanchuk se suma el del formidable estratega soviético Efim Geller (1925-1998). Miembro consolidado del Top 20 planetario durante tres décadas, el nacido en Odessa clasificó en media docena de ocasiones al ciclo de candidatos a la corona universal. Desde su debut en el Campeonato de la URSS en 1949, Geller clasificó en 23 ocasiones a la final de élite del ajedrez soviético —registro compartido con el también fenomenal Mark Taimanov—, certamen en el que obtuvo un récord de longevidad luego de consumar una inusitada victoria en su 47ma. edición en Minsk 1979. En los certámenes por equipos, Geller también prestigió el ajedrez eslavo, al integrar en siete ocasiones el equipo de la URSS que alcanzó el primer lugar en Olimpiadas Mundiales, de Helsinki 1952 a La Valeta, Malta, 1980. 

Más allá de su notable palmarés competitivo, Efim Geller ha sido identificado por la comunidad ajedrecístico como el «verdugo» de los campeones del mundo. En efecto, durante casi medio siglo de trayectoria deportiva Geller obtuvo un balance positivo integral en los casi 200 cotejos frente a los titulares del orbe a los que enfrentó, incluyendo a Mijail Botvinnik, Tigran Petrosian, Mijail Tal, Vassily Smyslov y Bobby Fischer. Aún los campeones mundiales Boris Spassky y Anatoly Karpov, con los que Geller mantuvo una porfía menos equilibrada, solicitaron sus servicios para que se incorporara a sus equipos de analistas.

En cierto sentido, la carrera ajedrecística de Rudolf Spielmann (1883-1942) pudiera equipararse a la de Geller, por sus rotundos éxitos internacionales y la paridad competitiva que mantuvo ante los grandes maestros de su época. En un período en que geniales estrategas como José Raúl Capablanca, Emanuel Lasker, Alexander Alekhine, Efim Boboljubov y Aaron Nimzowitsch acaparaban la mayoría de los certámenes en disputa, Spielmann obtuvo primeros lugares en citas deportivas de notable prestigio como Estocolmo 1919, Teplice 1922, Semmering 1926 y Magdeburgo 1927. Frente a estos colosos, Spielmann obtuvo resultados relevantes, al punto que emparejó su score personal ante Capablanca luego de derrotarlo en par de ocasiones en Bad Kissingen 1928 y Karlovy Vary 1929, lo que privó al cubano de sus ya exiguas posibilidades de recuperar la corona mundial. 

¿Sombras de Duda?

Desde que se convirtió en Gran Maestro con 15 años, muchos expertos vaticinaron que el prodigio polaco Jan Krysztof Duda se convertiría en uno de los grandes exponentes de la élite mundial. La consagración de Duda llegó en 2018 al ganar el Campeonato Nacional de Polonia y liderar al equipo eslavo que alcanzó la cuarta posición en la Olimpiada Mundial celebrada en el balneario georgiano de Batumi. Aupado por una de las más sólidas tradiciones ajedrecísticas del continente europeo —de la que formaron parte nombres ilustres de la escena competitiva como Akiba Rubinstein, Xavier Tartakower, Samuel Reshevsky y Miguel Najdorf—, Duda logró su pico de rendimiento a comienzos de la década de 2020 en la que asumió el consagrado oficio de matagigantes.

Apenas restablecida la dinámica presencial de las competencias ajedrecísticas en octubre de 2020, Duda le propinó a Magnus Carlsen en la 5ta. ronda del Altibox Norway Chess una de las derrotas más sonadas de los últimos años. En efecto, el campeón mundial noruego llevaba una racha de imbatibilidad de dos años y 125 partidas, por lo que el triunfo de Duda hizo recordar a la afición polaca la contundente victoria de Rubinstein ante el vigente monarca Lasker en 1909 que lo perfilaba como un genuino aspirante a la supremacía del juego ciencia.

Al año siguiente, Jan Krysztof Duda consumó el mayor éxito de su carrera deportiva: incluirse entre los ocho finalistas del Torneo de Candidatos Madrid 2022. Esta hazaña se hizo expedita luego de eliminar a Carlsen en las semifinales de la Copa del Mundo Krasnaia Poliana 2021, y ganarle el pulso en la final al maestro ruso Serguey Karjakin. Si bien fueron menos relevantes los resultados de Duda en el siguiente ciclo del Campeonato Mundial, la comunidad ajedrecística no ha cuestionado su dotes competitivas y estratégicas.

En un contexto deportivo en el que confluyen diversos formatos competitivos, modalidades de desempate y cadencias de juego, siempre habrá espacio para talentos perseverantes y héroes inesperados. Ampliamente codificado por la teoría estratégica, los trebejos continuarán deleitando a los aficionados al juego ciencia por su carácter veleidoso y sus posibilidades casi infinitas.

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