¿Prodi pedirá un milagro?
El paciente sobrevivió a la operación, pero de todos modos, los pronósticos advierten que le queda corta vida.Hablamos del voto de confianza al que se sometió el primer ministro Romano Prodi ayer en el Senado italiano. El político salió vencedor: 162 votos contra 157. Aunque cualquiera adivina, por lo estrecho del margen, la escasa solidez de su gabinete.
Nadie dijo que iba a ser fácil comandar la coalición de centro-izquierda que derrotó a la derecha berlusconiana en mayo de 2006. Un abanico de partidos (más de diez), que agrupa a postcomunistas, ecologistas y católicos, entre otros, en un coctel de difícil asimilación, por la pluralidad de intereses, a veces insalvablemente contrapuestos.
Así, a Prodi le dio una indigestión política hace una semana, cuando presentó su dimisión al presidente Giorgio Napolitano, tras perder una votación en el Senado sobre la refinanciación de las tropas italianas en Afganistán, un sitio donde sus habitantes no están cazando mariposas verdiazules, según comprobó anteayer el vicepresidente de Estados Unidos. Dos senadores comunistas dijeron nones, y ¡zaz!, el gobierno quedó colgado de la brocha.
Era crucial entonces la votación de ayer. Por eso, el premier no llegó con las manos vacías. En un discurso largado el martes al pleno del Parlamento, Prodi intentó quedar bien con tirios y troyanos, al exponer un plan conocido ya como «de los doce puntos», con el que piensa gobernar hasta el fin del mandato. Si lo dejan, claro.
De los más importantes, es la transformación en el sistema de pensiones. El gobierno, en acuerdo con los sindicatos, propone aumentar progresivamente la edad de jubilación (actualmente situada en los 57 años), a cambio de introducir medidas que beneficien a los trabajadores temporales y a los retirados con pensiones más bajas.
Asimismo, habló de una reforma electoral. El ex-premier Silvio Berlusconi, con el sistema mayoritario, pudo completar su legislatura. Pero antes de ir a los comicios de 2006, trastornó las reglas a favor de un sistema proporcional, que perjudica a los partidos pequeños (de los cuales hay más en la coalición de Prodi). Se entiende que el Professore quiera «seguir a la antigua», y deshacer la berlusconada.
Ahora bien, en cuanto a los puntos que dividen a su alianza, se cuidó bien de no «herir sensibilidades». A quienes rechazan la presencia de soldados italianos en Afganistán y la ampliación de la base militar de EE.UU. en la norteña Vicenza, les explicó que el gobierno era consciente de que la vía militar no es la única solución a los problemas, particularmente en el país centroasiático. Bien, si no es la única, significa que el jefe del gobierno conoce otras. ¿Por qué no las aplica en su lugar?
Otro signo de conciliación fue que evitó mencionar una sola palabra sobre cierto plan para conceder «derechos» a las parejas de hecho y las uniones homosexuales, algo que irrita fundamentalmente a las bases católicas de la alianza gubernamental.
El archiconocido senador vitalicio Giulio Andreotti, varias veces primer ministro, se apuró a anunciar que daría su voto a Prodi porque «desapareció del programa (de los 12 puntos) ese absurdo sobre los matrimonios homosexuales». Luego, ¿cuándo volverá a temblar la tierra bajo los pies del actual gabinete? Pues cuando el tema vuelva a la agenda, así de simple.
Entretanto, el teje y maneje de estos días no ha dejado indiferente a la ciudadanía, acostumbrada durante decenas de años a gobiernos de tres semanas. Que se salve Prodi, sí, es el parecer de la gente, pero nadie apuesta un euro por una calma duradera. Según el diario Corriere de la Sera, el 39 por ciento del electorado estima que el gobierno se mantendrá unos pocos meses; el 22 por ciento, que alcanzará uno o dos años, y solo el 21 por ciento, que cumplirá todo el período de mandato.
Lo que decíamos: es muy variado el coctel. Y el público, que lo cata, ya lo ha degustado otras veces.