Sobre Benjamin Netanyahu pesa una orden de captura de la Corte Penal Internacional. Autor: Tomado de Internet Publicado: 27/09/2025 | 11:15 am
Un monstruo sin máscara. Benjamin Netanyahu se presentó tal cual es, el viernes, al pronunciar su discurso en la 80 Asamblea General de la ONU, ante una Sala plenaria prácticamente vacía, porque en masa abandonaron el lugar los representantes de más de 150 naciones que ya han reconocido el derecho del pueblo palestino a su tierra constituida en Estado.
Perplejidad e ira se podía reconocer en el rostro del genocida declarado, sobre quien pesa una orden de captura de la Corte Penal Internacional, cuando apenas ocupó el estrado y la gran mayoría de la comunidad internacional le dio la espalda, dejándolo con la blasfema palabra en la boca.
Sin embargo, con soberbia aupada por el presidente del país anfitrión, y sobre todo cómplice, afirmó en su discurso que Israel había eliminado el liderazgo en Yemen, Gaza, Líbano y Siria, amenazó a las milicias chiitas de Irak y con volver a bombardear a Irán, y selló la confesión de criminal de guerra afirmando sin tapujos que Israel «terminará el trabajo» en Gaza. «Los últimos remanentes de Hamás están atrincherados en la ciudad de Gaza… «por eso Israel debe terminar el trabajo. Por eso queremos hacerlo», declaró Netanyahu.
Ese «trabajo» ha segado la vida de más de 65 000 palestinos y casi 200 000 han sido heridos, muchos de ellos mutilados, y en ambas cifras son mayoría los niños y las mujeres…
Vergüenza para quienes se quedaron en esa Sala, cuando incluso los familiares de los hebreos aún cautivos de Hamás emitieron un comunicado tras el discurso del oprobio: «El llamado de Netanyahu a “terminar la labor” y continuar la lucha pone en peligro a las mismas personas que luchamos por salvar»… «Cada día de guerra continua pone en mayor riesgo a los rehenes vivos». Pero la verdad es una: Netanyahu solo quiere salvarse a sí mismo y repartirse Gaza con Donald Trump en un impúdico negocio inmobiliario y de dominación geopolítica de la rica región que quisiera convertir en «el Gran Israel».
El binomio protagoniza el genocidio con dos caras, el estadounidense supuestamente presenta planes para terminar la «guerra» —que en realidad es desproporcionada rapiña, despojo, crimen de lesa humanidad—, el otro prosigue la masacre violando acuerdos, socavando posibles convenios y el curso diplomático, incluso bombardeando, en un país que ha servido de mediador, a la delegación de la resistencia palestina.
Netanyahu insiste en sus propósitos de limpieza étnica, también en sus tergiversaciones, dándole a su enemigo el calificativo que le corresponde a él mismo: «Estamos avanzando hacia el final de la etapa de eliminación del ejército terrorista de Hamás; continuaremos atacando a sus remanentes».
Poco le importa la sala vacía en la sede de la ONU cuando apenas unos días antes, en un viaje de una semana, totalmente pagado por su Ministerio de Relaciones Exteriores, unos dos centenares de legisladores estatales estadounidenses, republicanos y demócratas, acudieron a su terreno para participar en el evento «50 estados, un Israel», garantía de que trabajarían enérgicamente para evitar y silenciar al movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) que perjudica a Israel, y que la administración Trump ha catalogado de «antisemita», además de sancionar a los estados y ciudades que no condenen al BDS, mediante una decisión impuesta por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que dirige Kris Noem.
La administración trumpista, en ese peligroso juego en que hace pareja con el régimen sionista, ha sido capaz de usar como cartas la protección y vidas de sus propios ciudadanos cuando en abril el DHS, que supervisa a la Agencia Federal de Gestión de Catástrofes (FEMA), para hacer «cumplir las leyes y políticas contra la discriminación», anunció que los estados y ciudades que reciben su financiación no pueden boicotear a Israel, so pena de que les cierre esos recursos. Podrán llegar incendios enormes, inundaciones, huracanes, tornados o cualquier otro fenómeno de la naturaleza o desastre causado por humanos que no contarán con los medios para hacerle frente… aunque, realmente, 34 de los 50 estados tienen ya sus propias leyes y políticas contra el Boicot, la Desinversión y las Sanciones a Israel.
Semejante desgobierno deja claro el poder del lobby pro-Israel, capaz de pasarle por encima al resguardo y seguridad de la ciudadanía y determinar sobre cómo se gasta el dinero de los contribuyentes estadounidenses y Donald Trump acaba de confirmar la medida de abril del DHS.
Nada extraño la gira israelí de los legisladores, pues es sabido que el cabildeo pro israelí ejerce una influencia y control increíbles sobre casi todos los políticos estadounidenses a los que financia en buena parte sus campañas electorales, una verdadera compra de lealtades a un gobierno extranjero, que se realiza a través de grupos como el Comité de Asuntos Políticos de Israel (AIPAC), que ni siquiera está obligado a reconocerse y rendir cuentas bajo la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA).
AIPAC, destacada punta de lanza de ese cabildeo, se formó en la década de 1950 para contrarrestar la reacción internacional tras la masacre de palestinos a manos de Israel en la aldea de Qibya y garantizar que no hubiera interrupciones en la financiación estadounidense a Israel.
Nada ha cambiado desde entonces, y en las últimas elecciones generales de EE. UU. invirtió el dinero de sus donantes multimillonarios, muchos de ellos judíos conservadores, en más del 80 por ciento de todas las carreras electorales, comprando influencia en todos los sectores de la política estadounidense para promover los intereses económicos y militares israelíes y silenciar las voces pro-Palestina.
Hecho cierto, en las elecciones de 2024 el lobby judío entregó fondos a 365 de los 435 legisladores de la Cámara de Representantes en la intención de que bloqueen cualquier esfuerzo a favor de un cese el fuego en Gaza o de un embargo de armas a Israel, acompañado de presiones intimidatorias y amenazas a quienes se hayan atrevido a llamar a un cese al fuego. Un simple dato de su correspondiente efectividad: Israel ha recibido más de 150 000 millones de dólares en financiación estadounidense desde 1948.
De manera que mientras el prófugo Netanyahu alardeaba en ONU protegido por su socio y compinche Donald Trump, sus fuerzas proseguían la masacre ejecutando un bombardeo cada ocho o nueve minutos, daba a conocer la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU.