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La cuarta visita de Netanyahu a Washington

En su discurso ante el Congreso, Netanyahu abrió fuego contra los manifestantes contrarios a su visita, a los que llamó «idiotas útiles de Irán», mientras en las afueras del Capitolio se mantenían las protestas contra la ofensiva de Israel en Gaza

Autor:

Leonel Nodal

La invitación a Washington de los líderes republicanos al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, en respaldo a su guerra genocida contra el pueblo palestino, revela la corrupción y falsedad del parlamentarismo en Estados Unidos, bajo una conocida influencia de sobornos y presiones del multimillonario lobby sionista. En la noche del martes, al menos 200 integrantes de un movimiento judío que demanda el fin de la guerra genocida en Gaza, fueron arrestadas por protestar contra su visita dentro de la sede del Legislativo.

En su discurso ante el Congreso, Netanyahu abrió fuego contra los manifestantes contrarios a su visita, a los que llamó «idiotas útiles de Irán», mientras en las afueras del Capitolio se mantenían las protestas contra la ofensiva de Israel en Gaza.

En las primeras palabras del discurso, Netanyahu afirmó que es necesario que Estados Unidos e Israel permanezcan «unidos» para ganarle a quienes quieren «destruir la civilización».

En una presentación que pudo ser el gran espaldarazo se convirtió en una muestra de decadencia y fracaso, marcada por notables ausencias y el repudio de altas figuras como Nancy Pelosi, una de las voces más influyentes del Partido Demócrata, Netanyahu pretendió posar de víctima, al acusar al Movimiento de Resistencia Palestina Hamás de difamar en los medios de comunicación para que Israel fuera «presionado a poner fin a la guerra antes de ganarla». Netanyahu también culpó al Gobierno islámico de Irán por los males de Israel, criticó duramente a los manifestantes estadounidenses que se oponían a la guerra y habló de una futura Gaza que esté «desmilitarizada y desradicalizada».

En pocas palabras, el experto manipulador —para quienes lo conocen bien, como el expresidente Barack Obama, un «tremendo mentiroso»— reclamó a Estados Unidos para que continúe su apoyo, diciendo que Israel está en la primera línea de una batalla contra el terrorismo que afecta a los ciudadanos estadounidenses: «Cuando nos unimos, sucede algo muy simple: nosotros ganamos, ellos pierden», dijo.

Netanyahu agradeció al expresidente Donald Trump por «todas las cosas que hizo por Israel» durante su primer mandato, y al actual mandatario Joseph Biden por viajar a Israel «para estar con nosotros durante nuestro momento más oscuro, una visita que nunca será olvidada». Asimismo, subrayó su intención de mantener estrechas relaciones con quienquiera que se convierta en el próximo presidente de Estados Unidos.

Las cuatro apariciones de Netanyahu ante una sesión conjunta del Congreso, desde 1996 hasta ahora, constituyen un récord absoluto, que ni siquiera
Winston Churchill llegó a alcanzar, a pesar de la legendaria aureola de defensor de la democracia occidental que poseía el más célebre Primer Ministro británico.

Anshel Pfizer, analista del diario israelí Haaretz, apuntó la curiosa coincidencia de que las cuatro invitaciones a Netanyahu las hizo un Congreso dominado por líderes republicanos, durante una presidencia demócrata con la que sostenía serias diferencias. «En cada una de esas ocasiones, Netanyahu procuró demostrar, con la ayuda de sus aliados del Partido Republicano, que su influencia en Estados Unidos era superior a la del ocupante de la Casa Blanca».

Numerosos informes en la prensa estadounidense revelaron en los últimos tiempos la extensa y cuantiosa ayuda financiera del lobby sionista a la carrera política de Biden a lo largo de más de 50 años. «El gobernante israelí tiene un largo historial de cómo transformó amistosos presidentes de Estados Unidos en peones de sus propias batallas políticas y utilizó sus piezas de juego en Washington como plataformas para sus propias campañas en Israel», destacó la víspera de su visita The Washington Post. Esta vez, sin embargo, no parece haber cosechado tanto éxito.

Algunos legisladores subrayaron que no pretenden ayudar al líder del Likud a compensar la caída de su popularidad en su propio país. «Para él, se trata de reforzar su apoyo en casa, que es una de las razones por las que no quiero asistir (...). No quiero ser parte de un apoyo político en este acto de engaño. Él no es el gran guardián de la relación entre Estados Unidos e Israel», señaló el senador demócrata Chris Van Hollen.

También se ausentaron, entre otros, los senadores Dick Durbin, el demócrata número dos de la Cámara Alta, Tim Kaine, Jeff Merkley y Brian Schatz, todos miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, así como Patty Murray, quien preside el Departamento de Asignaciones del Senado. También el senador independiente Bernie Sanders.

Entre los miembros de la Cámara se abstuvieron Alexandra Ocasio-Cortez, así como Ami Bera, miembro de alto rango del Comité de Asuntos Exteriores, y Adam Smith, el principal demócrata en Servicios Armados. Rashida Tlaib, de origen palestino, enarboló un cartel con un lema en cada lado: «Criminal de guerra» y «Culpable de genocidio». La vicepresidenta y probable candidata presidencial del Partido Demócrata, Kamala Harris, fue la ausente más notable, «por tener que viajar fuera de Washington». La tapa al pomo la puso la representante Nancy Pelosi, quien  afirmó en un comunicado: «La presentación de Benjamín Netanyahu hoy en la Cámara de Representantes fue, con mucho, la peor de cualquier dignatario extranjero invitado y honrado con el privilegio de dirigirse al Congreso de Estados Unidos».

La representante Rashida Tlaib, de origen palestino, estuvo presente para denunciarlo con un cartel de criminal de guerra. Foto: AFP

Las turbias conexiones existentes entre Netanyahu y Biden explican la rápida y solícita visita del inquilino de la Casa Blanca a Tel Aviv, el 18 de octubre del año pasado, tan pronto el desmoralizado gobernante sionista anunció su guerra de exterminio en Gaza, una nueva limpieza étnica de palestinos, como si fueran moscas, por aire, mar y tierra, con la armas y poderosas bombas del arsenal del Pentágono, y con la protección y ayuda logística de la flota y portaviones de Estados Unidos, y todos sus sistemas de vigilancia y espionaje.

Todo el mundo recuerda que Netanyahu y su partido de extrema derecha Likud llegaron al poder en 1996 tras el asesinato —a manos de extremistas que hoy integran su coalición de gobierno— del líder laborista Isaac Rabin, forjador de una esperanzadora iniciativa de paz, que se desangró hasta su extinción.

Todo el mundo conoce en el Capitolio, el más visible símbolo de la famosa democracia norteamericana, la existencia de los autorizados «grupos de presión o cabildeo judíos» —que con el pretexto de defenderse del «antisemitismo»—  recaudan cuantiosos fondos y financian la campaña electoral de los candidatos a legisladores, para asegurarles el triunfo y obtener a cambio un apoyo total, incondicional, al Estado guerrerista y colonial de Israel.

Solo así se explica que un político procesado por corrupción en sus predios, un criminal de guerra juzgado por la Corte Internacional de Justicia, el máximo órgano legal de Naciones Unidas, reciba decenas de miles de millones de dólares en ayuda militar para su régimen de extrema derecha, colonial, racista, que impone a sangre y fuego un régimen de apartheid al oprimido pueblo palestino.

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