La OTAN continúa una expansión peligrosa y de confrontación con Rusia. Foto : Reuters Autor: Reuters Publicado: 21/05/2022 | 09:56 pm
No hay una Europa unida ante los acontecimientos bélicos en Ucrania, por más que se empeñe Washington en mostrar un frente otaniano dispuesto a entregarse a los intereses de los grandes de la industria de la muerte y seguir adelante con una guerra «sin fin» como las que el Pentágono inició en el siglo XXI.
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, dijo en una entrevista para la televisión italiana que el presidente francés, Emmanuel Macron, le pidió hacer concesiones territoriales a Rusia para lograr el cese al fuego. «No estamos listos para ayudar a alguien a salvar algo y perder nuestros territorios por ello», fue su respuesta.
Por supuesto, hubo comentario desde el Palacio del Elíseo: «El Presidente de la República nunca ha discutido nada con Vladímir Putin sin el acuerdo del presidente Zelenski, y nunca le ha pedido al presidente Zelenski ninguna concesión. Siempre ha dicho que dependía de los ucranianos decidir los términos de sus negociaciones con los rusos».
Sabido es que desde el comienzo de la operación militar de Moscú para «desnazificar» a Ucrania y apoyar la secesión de las autoproclamadas repúblicas independientes del Dombás, Francia se mostró a favor de que las partes se sentaran a la mesa de negociaciones para interrumpir una peligrosa situación bélica y Macron ha intentado mediar en el grave problema de trascendencia no solo europea, también mundial; sin embargo no ha prosperado ese camino y desde marzo pasado —luego de que Turquía, también miembro de la OTAN, puso a su capital como sede para las conversaciones—, estas se empantanaron.
Esa posición razonable de los gobiernos galo y turco, son la antípoda de la asumida por el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, quien en visita a Kiev el pasado 9 de abril, le dijo a Zelenski que incluso si Ucrania estaba lista para firmar un acuerdo con Rusia, Occidente no lo estaba, y más recientemente le pidió al Gobierno ucraniano no negociar con Rusia, lo que es igual a continuar el doloroso sangramiento humano y económico.
El 9 de mayo, Antiwar comentaba que una llamada del 10 de Downing Street al jefe del Elíseo había abordado la visita de Johnson un mes antes a Kiev y compartió con Macron «su convicción de que Ucrania ganaría, apoyada con el nivel adecuado de asistencia militar defensiva», por lo que el presidente ruso Vladímir Putin debía ser presionado y no abordar negociaciones con él.
No es de extrañar que la posición británica —como siempre sucede con estos dos socios íntimos y halconeros—, se emparentara con la del Pentágono de la administración Biden, pues su secretario de Defensa, Lloyd Austin, aseguraba que debía «debilitarse» a Rusia en las actuales circunstancias. Y no hay dudas de que la guerra es un camino perfecto para crear el agotamiento de un país, al que además han cercado con sanciones económicas de todo tipo que pretenden aislarlo del mundo.
Sin embargo, Macron ha instado en un discurso ante el Parlamento europeo: «No estamos en guerra con Rusia»… el «deber de Europa es apoyar a Ucrania para lograr un alto el fuego y luego construir la paz»—, y Erdogan ha invitado insistentemente a Putin y a Zelenski a reunirse en Turquía (Estambul o Ankara) para que «se den los pasos en relación a (una solución) en el este de Ucrania». No son los únicos que abogan por conversaciones que lleven a un proceso de paz.
También los gobernantes de Alemania, Olaf Scholz, e Italia, Mario Draghi, se alinean en esa perspectiva y han conversado con Putin sobre la escabrosa situación.
Scholz al comienzo del conflicto planteaba que Alemania no podía enviar armas a una zona en guerra, tampoco bloquear a Rusia y sacarla del sistema de pago internacional que se conoce como Swift, ni bloquear la tan necesaria energía rusa; luego dio una pirueta que lo puso en el camino otaniano de enviar armamento a Ucrania y, además, hacer fuertes compras de armas a los estadounidenses para modernizar a las fuerzas armadas germanas.
Sin embargo, recién tuiteó esta semana: «Tres cosas de la larga llamada telefónica de hoy con Putin: debe haber un alto el fuego en Ucrania lo antes posible. La afirmación de que los nazis gobiernan allí es incorrecta. Y señalé la responsabilidad de Rusia en la situación alimentaria mundial».
Subrayó el punto primero: el alto el fuego, que implicaría un camino hacia la mesa de negociación y concluir la guerra. ¿O no?
En cuanto al Primer Ministro italiano, quien hace pocos días se reunió con Biden en Washington, lo dijo en pocas palabras: «Acordamos que debemos continuar apoyando a Ucrania y presionar a Moscú, pero también comenzar a preguntar cómo construir la paz». A lo cual agregó: «La gente... quiere pensar en la posibilidad de llevar a cabo un alto el fuego y comenzar de nuevo algunas negociaciones creíbles. Esa es la situación en este momento. Creo que tenemos que pensar profundamente en cómo abordar esto».
El temor subyacente de estos tres importantes componentes de la Vieja Europa y de su brazo armado convertido en «pandémico» por los poderosos intereses estadounidenses, pudiéramos explicarlo con la visión de una confrontación directa de la OTAN con Rusia y la caída al abismo de una tercera Guerra Mundial, donde las armas «pesadas» serían nucleares y estarían abiertas las puertas a la hecatombe.
Pero, no nos ceguemos por ese atisbo de luz al final del túnel, las tres naciones están enviando apoyo militar a Zelenski, desdiciendo hasta cierto punto sus llamados a tomar el hilo del diálogo tan necesario.
Aunque no es cosa de juego, ni mucho menos, un cachumbambé, define los acontecimientos en la OTAN con «halcones» y «palomas» jugando a ver quién pesa más y cómo se define el crítico momento.
En cuanto a qué sucede realmente en el escenario de las armas, difícil de descorrer la nebulosa de las informaciones de uno y otro frente, porque ambos están ganando y —de seguro—, ambos están perdiendo. Todos estamos perdiendo.