Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las dos caretas del teatro comicial: la comedia y la tragedia

Un anecdotario de cómo se decide quién es el Presidente de Estados Unidos durante unos comicios inéditos en que el derrotado se negó a reconocer al ganador, rompiendo reglas del juego aun a costa de poner en entredicho el mito de la democracia

Autor:

Juana Carrasco Martín

Desde el mismísimo día de las elecciones, o mejor, en la jornada siguiente, se sabía. Joseph Biden obtuvo la presidencia de Estados Unidos y destronó a un Donald Trump renuente a concederle la victoria y empeñado en mantener litigios judiciales que ponen en entredicho la transparencia de un proceso electoral y una  democracia que se ha vendido siempre al mundo como la perfección y ejemplo a seguir.

A medida que han transcurrido los días, el derrotado no ceja en emplear la palabra fraude y va encontrando el rechazo o desgajando de sus filas, incluso a personas de la clase política republicana, que compiten desde las reglas del juego de la alternancia en el poder político.

Pero esa insistencia ególatra trumpiana deja incógnitas que serán dilucidadas este lunes 14 de diciembre, cuando el Colegio Electoral reúna su votación y certifique que el demócrata debe asumir el 20 de enero de 2021 como el 46 presidente de la nación.

Recordemos que las elecciones en Estados Unidos las gana el candidato que obtiene al menos 270 delegados de los 538 del Colegio Electoral, un número que no es caprichoso, sino que responde  a los legisladores del Congreso, integrado por 100 senadores y 435 representantes, más tres votos  que se le adjudican a Washington Distrito Capital, que no  tiene todavía representación en ese Congreso.

Por supuesto, no decidiría ese Colegio Electoral si el proceso acabara en los tribunales, y ese era el propósito de  Trump, quien incluso meses antes del día electoral del 3 de noviembre cantó fraude y a partir de ese martes utilizó como argumento tramposo el voto adelantado y el depositado por correo que debía contarse cuando llegaran esas boletas; por tanto era un resultado demorado. Era su justificación para enjuiciarlas de fulleras, a sabiendas de que buena parte de las boletas correspondían a seguidores demócratas no dispuestos a enfrentar la Covid-19.

Lo tradujo en una ofensiva judicial, liderada por el ex alcalde de Nueva York, Rudolph W. Giuliani, su abogado personal y amigo muy cercano. Presentaron demandas ante los tribunales de Georgia, Michigan y Pensilvania, pidieron recuento en Wisconsin y anunciaron acciones legales en Nevada. Pero Pensilvania, Michigan y Arizona ya les han dado la espalda a esas querellas.

En desesperada maniobra, 18 fiscales estatales generales del Partido Republicano y 126 representantes republicanos de la Cámara, respaldaron una demanda precipitada del fiscal general de Texas, Ken Paxton, para anular la victoria de Biden en Wisconsin, Michigan, Georgia y Pensilvania, estados clave en la contienda presidencial que propiciaron que el demócrata  acumulara 306 votos electorales. (Por cierto, Paxton está bajo investigación del FBI por mal uso de sus funciones para ayudar a un rico donante, y dicen que aspira a un perdón presidencial).

Sin embargo, este viernes, cuatro días antes de la cita del Colegio Electoral, la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó la operación texana —que de hecho se inmiscuía en la soberana decisión de otros estados de la Unión en cuanto a cómo llevar a cabo sus elecciones—, propinándoles un golpe de gracia a las ambiciones de Trump.

De los nueve miembros del alto Tribunal, ahora con fuerte presencia conservadora, solo dos se alinearon con Texas: Clarence Thomas y Samuel Alito. Le han dado un portazo a la insensatez.

Insisto, tal y como Richard Nixon cayó en desgracia porque con el espionaje al Comité Nacional Demócrata violaba las reglas del juego, Donald Trump ha caído en idéntico abismo y el sistema no se lo ha permitido porque ha atentado contra la «pulcritud» de ese sistema.

Queda una incógnita para este lunes 14 de diciembre, ¿violarán algunos de los integrantes del Colegio Electoral su compromiso de votación? De ser así, no creemos que esas posibles defecciones le alcancen para obtener los 270 respaldos necesarios para mantenerse en la mansión ejecutiva de Washington D.C.

En su obstinación el magnate-presidente pato cojo solo está ganando nuevas derrotas, una tras otra, pero… mantiene la creencia en sus más duros seguidores de que se le ha robado la presidencia y ello lleva a una situación peligrosa la polarización ya extrema de la ciudadanía. 

¿Ya terminó la carrera?

Aunque usted no lo crea, cuando el Colegio Electoral vote y certifique la victoria de Joe Biden, todavía no ha terminado la azarosa carrera en pos del control político por cuatro años. Siguiendo las formalidades de unas elecciones indirectas para escoger al administrador de turno del imperio, el 6 de enero el Congreso se reúne para contar los votos y solo entonces, ya les digo formalmente, Joseph Biden será certificado y declarado el 46 presidente de Estados Unidos; aunque no espere una sesión apacible, porque quién sabe lo que pueda producir una pregunta de rigor que hará el vicepresidente Mike Pence como presidente de oficio del Senado: ¿Hay alguna objeción?

Un artículo en New York Intelligencer comentaba: «… el último paso en cualquier elección presidencial es la certificación de votos electorales por el recién elegido Congreso a principios de enero. Este es normalmente un sello de los resultados que todo el mundo conoce en o poco después de la Noche electoral. Pero la mencionada Ley de Escrutinio Electoral proporciona una manera de “pausar” la certificación si una Cámara de Representantes y un miembro del Senado protestan por la concesión de electores en uno o más estados. En ese caso, las dos cámaras se separan y celebran un debate de dos horas antes de votar sobre los votos electorales para los Estados en disputa. Solo si ambas cámaras desaprueban los resultados iniciales, cambiarán».

Aunque no lo crea, es posible que los trumpianos se aferren a esa soga como la salvación, y según esa publicación, «el representante de Alabama, Mo Brooks, planea aprovechar una disposición oscura de la Ley del Escrutinio Electoral de 1877 para montar un desafío final a la victoria de Biden»…

Brooks escribió en Twitter hace pocos días: «… si usted contara solo los votos emitidos legalmente por ciudadanos estadounidenses elegibles, entonces Donald Trump ganó el Colegio Electoral y debe ser relegido presidente de los Estados Unidos».

Sin embargo, será difícil revertir lo que es evidente desde la madrugada del 4 de noviembre cuando Biden comenzó a ganar los votos electorales y también el voto popular. El 20 de enero de 2021 asumirá y, quizá, su impredecible adversario rompa una vez más las reglas y no asista a la ceremonia.

Ya imagino a Donald Trump a bordo de un carrito en uno de sus campos de golf, probablemente el de la Florida, y pensando tal vez que tiene dinero recolectado en estos meses de espera y pudiera emplearlo —aunque no se lo donaron con ese propósito— para enfrentar procesos judiciales por su mal proceder en más de un tema, una asignatura pendiente del ya entonces exmandatario, o empeñado en filmar El regreso del trumpismo y estrenar el nuevo capítulo de la saga en el año 2024, por aquello de que soñar no cuesta nada, pero llegar a la presidencia sí.

Y he aquí el papel que jugaron los dineros en ese acápite de los gastos incurridos en Estados Unidos para asirse a la silla del Despacho Oval.

Open Secret afirma que se rompieron todos los récords cuando los candidatos a la presidencia y al Congreso gastaron un total de 14 000 millones de dólares, el doble que en las elecciones de 2016, y acota: hay 60 países en el mundo que tienen un Producto Interno Bruto inferior a esa cifra.

Como moraleja: más allá del tira y encoge de estos comicios, y las mañas y marañas puestas en práctica durante este ejercicio de «democracia», las elecciones presidenciales en EE. UU. se parecen mucho más a la puja por una Casa Blanca en venta o en subasta, cuyos réditos se obtendrán más tarde.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.