¿Es la economía global una de las víctimas letales del coronavirus? La respuesta no es segura, como no lo es todavía cuánto podrá llevar una recuperación financiera que se supone aún muy lejana. Cada día los titulares evolucionan y las cifras cambian.
«El pánico está contagiando a todos los mercados», alertó BBC Mundo al citar a Francisco Monaldi, experto en política energética latinoamericana y académico del Instituto Baker de la Universidad Rice, en Estados Unidos, cuando cayó drásticamente el precio del petróleo.
El Covid-19 ha generado miedo en la población y ha paralizado al planeta, lo que se traduce en al menos dos factores esenciales: la disminución de la producción y el consumo, y la caída de la confianza que sustenta al débil sistema financiero global.
Un análisis del medio de prensa The Independent lo resume de una manera efectiva: «La realidad es que las economías mundiales y las epidemias internacionales no pueden tratarse de forma aislada (…). La propagación del nuevo coronavirus ya ha causado un contagio financiero peor que la infame crisis crediticia de 2008».
El precio, la bolsa y la inflación
Es comprensible que el coronavirus haya llegado a tres sensible elementos que descansan en la especulación: el precio de los productos y las materias primas, la bolsa de valores y el poder adquisitivo de las monedas.
El virus se propagó desde China, lo que determinó una caída inmediata en los flujos comerciales, pues el gigante asiático se vio obligado a recurrir a cuarentenas y ceses laborales que, aunque dieron resultado en el control del contagio dentro del país, provocó parálisis en una nación eminentemente industrial, segundo mayor exportador del mundo y primer importador de materias primas.
No solo eso, la producción ha disminuido en casi toda Asia y Europa, así como el trasiego de mercancías, lo cual no puede resultar en otro escenario que no sea el inicio de una recesión económica marcada.
Otro tanto se apuntan las bolsas de valores, que desde el 9 de marzo se mueven en escenarios a la baja, inferiores a la peor jornada bursátil de la crisis financiera de 2008.
Estamos hablando, por ejemplo, de Wall Street, que en el ya denominado «lunes negro» llegó a suspender incluso sus transacciones durante 15 minutos por el desplome del índice S&P 500. En similitud, las bolsas asiáticas cerraron este jueves 19 de marzo en números rojos, con medidas similares a la neoyorquina: Seúl, Yakarta y Manila tuvieron que detener temporalmente sus operaciones.
Todo ello se traduce en el desplome de las monedas, factor que en América Latina tiene una significación trascendental. El último continente en registrar casos de contagio de SARS-CoV-2 fue de los primero en sufrir inflación monetaria.
Antes incluso de que se detectaran los primeros tres casos importados en Cuba, el peso mexicano retrocedía más de un 8 por ciento, una de las mayores caídas diarias desde que hay registros, solo superada por las bajas en la crisis financiera de 2008 y 2009 y la victoria de Donald Trump en 2016.
En la Bolsa de Sao Paulo, varios índices han caído entre 10 y 20 puntos porcentuales y el riesgo país brasileño escaló hasta niveles inéditos desde 2002.
El dólar rompió la barrera de los 3 800 pesos colombianos y marcó un nuevo récord, situación que se repitió en Chile, donde la divisa estadounidense llegó a los 842 pesos chilenos, destacan medios de prensa.
No obstante, la más alarmante de todas las cifras llega de mano de Reuters y sobre una de las más fuertes monedas del mundo, la libra esterlina británica, que se desplomó el jueves 18 de marzo a su menor nivel frente al dólar desde 1985. ¿La causa inmediata? El gobernador del Banco de Inglaterra aseguró que no descarta entregar dinero a los particulares en un intento por salvar la economía, cuando los contagios del coronavirus —que aumentaron en un 48 por ciento en una jornada— obligó al cierre de todas las escuelas.
Proyecciones a la baja
Los planes de rescate financiero ya se han hecho sentir en todo el orbe. Las economías están en pausa en el mejor de los casos, y salvo la industria farmacéutica, muy pocos sectores económicos pueden hablar de crecimiento.
Las fábricas y los servicios paralizados implican consecuencias difíciles de prever y complejas de superar. Otro tanto para el turismo y la exportación de materias primas que sostienen a pequeños países; y el transporte, en pleno colapso mundial porque la situación sanitaria impone quedarse en casa.
La zona euro está en cuarentena, y el Banco Central Europeo lanzó nuevas recompensas de deuda por un valor de 750 000 millones de euros, en un intento de inyectar liquidez al sistema financiero.
Y la Reserva Federal estadounidense se activó por tercera vez en dos días con recortes de los intereses a cerca del cero por ciento y propuestas de recates billonarias. Tal pareciera que se apresuran ahora, cuando la «corazonada» del presidente Donald Trump resultó errónea.
Economistas de JP Morgan proyectan que la economía de Estados Unidos se contraerá en un 14 por cuento, y la de China, en más de un 40. Las diferencias podrán estar dadas no solo en el tiempo de parálisis nacional, sino también en cuán radicales han sido las medidas para evitar el contagio en uno y otro país.
A punto de cerrar el primer trimestre del 2020, las pérdidas económicas globales pueden rondar (y hasta superar) el total del PIB de Finlandia o de Chile, y se estima siete veces superior a las afectaciones del SARS en 2003.
La pandemia de ahora, aunque hasta ahora menos mortal, se extiende más rápido y en un escenario financiero diferente, donde China tiene tres veces el peso económico de entonces.
Muchos esperan ansiosos que como en aquella ocasión, la llegada del verano en el hemisferio norte se alinee con los humanos en la guerra contra el virus, mientras la batalla contra el contagio financiero se libra a la par de la lucha por la vida.