El oportunismo ha llevado a una vieja agrupación contrarrevolucionaria, la Fundación Nacional Cubano-Americana, a meter baza en el asunto. Salido de las sombras, Jorge Mas Santos, —el delfín de Mas Canosa, el hombre de la CIA—, dice desde Miami que trabaja con el Gobierno de Estados Unidos para elaborar una estrategia que le permita llevar a los cubanos —que andan ahora como ilegales por Sudamérica y Centroamérica— a Estados Unidos.
Una vez más se darían la mano para estimular las salidas ilegales hacia un país donde la visa, gracias a la política de pies-secos pies-mojados y a la Ley de Ajuste de noviembre de 1966, dejó de ser un trámite necesario para ser recibidos los de la Isla. Solo hacía falta la afirmación de que estaban contra la Revolución o contra el socialismo, el comunismo, o que eran perseguidos políticos, lo que hizo en su momento que desapareciera del vocabulario la categoría de «emigrantes» para designar a los ciudadanos cubanos, y fueran calificados de «exiliados».
Tenebrosa maniobra política de Washington que busca perpetuar la manipulación política sobre Cuba, y de contra, potenciar su drenaje profesional.
Quienes llegaron a territorio tico procedentes de Ecuador, no salieron huyendo de Cuba; lo hicieron con sus documentos en regla, por el Aeropuerto Internacional José Martí, donde presentaron su pasaporte emitido por las autoridades competentes, y tras pagarse un pasaje nada barato hacia la nación andina, que hasta ahora no requería de visa.
Su decisión personal —ceguera mediante, diría yo— les llevó a casi todos a ponerse en el camino de las bandas de traficantes y se afirma que cada uno debió haber pagado unos 7 000 dólares para la operación que le garantizaría la llegada al «País de las Maravillas».
Cuba y Estados Unidos han firmado Acuerdos Migratorios para tratar de impedir esa migración que, además de ilegal, es desordenada y peligrosa, la cual ha sido fomentada por los alevosos intereses de fuerzas vividoras de la industria de la contrarrevolución. Y no son nuevos esos acuerdos que ahora mismo acaban de revisarse en otra ronda de conversaciones en Washington, junto con la cooperación necesaria para el enfrentamiento a la emigración ilegal.
Es bien sabido que hasta el momento, la aplicación por parte de Cuba de la nueva política migratoria que aprobara en el año 2013 ha producido un flujo normal de viajeros. La cifra que acaba de revelar el Gobierno cubano es categórica: casi medio millón de cubanos han viajado a otros países en los últimos tres años, en su mayoría para visitar a familiares o para trabajar por periodos temporales.
La compleja situación de los cubanos que permanecen en Costa Rica, y de los que están en otros países del área, requiere de una seria respuesta que no puede proceder de ninguna manera de la Fundación y otros personajillos —también los hay en la Isla dispuestos a medrar de estos sucesos—, sino de una respuesta adecuada de las autoridades de Washington que no politice a una migración económica, semejante a la que se da en otros países.
Si la Fundación dice lo cierto y «trabaja con el Gobierno de EE.UU. para elaborar una estrategia», quedaría en evidencia la violación de los Acuerdos Migratorios. Si es apenas un alarde de la FNCA para recuperar adeptos y «credibilidad» en Miami y dar nuevo aliento a la política migratoria aplicada a los cubanos y discriminatoria para cientos de miles de migrantes sudamericanos y centroamericanos para quienes solo aplica la deportación, bien merece un desmentido de Washington.
Pero sobre todo, una respuesta adecuada sería dejar a un lado la política de pies secos-pies mojados y el indigno Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos, y seguir propiciando un normal flujo viajero entre Cuba y Estados Unidos, ya sea con visas para emigrantes o para visitas temporales.
Un tufo especial llega desde la intervención de la FNCA y hiede a un intento más para obstaculizar el proceso hacia la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.