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Nuestra América y el camino de la aurora

A sus diez años de creada, el ALBA-TCP se erige en una plataforma de integración inédita porque está concebida desde el ideal de la independencia

Autor:

Enrique Milanés León

La noche fue larga, pero ya en 1815, en las letras luminosas de su Carta de Jamaica, Simón Bolívar encendía los primeros rayos del amanecer latinoamericano. En el texto, El Libertador trazó, como lo hiciera en los montes con su espada sobre su propio caballo, el camino de la soberanía plena y la unidad para las naciones que, a pura rebelión, se sacudían el colonialismo.

Después José Martí, el más grande discípulo suyo y el mejor padre para los amantes de la independencia que le siguieron, se encargaría de impulsar la conciencia regional con intensidad y lucidez inigualadas, al tiempo que organizaba para su patria la guerra imprescindible a la que entregó, enteras, su obra y su vida.

Con tales antecedentes no asombra que la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América —primero como «alternativa» con la herramienta que presupone el Tratado de Comercio de los Pueblos, para el intercambio justo, y luego como certeza— naciera en La Habana el 14 de diciembre de 2004, en una Declaración Conjunta de los principales herederos martianos y bolivarianos de esta época: Fidel y Chávez.

Espiga de luz

Chávez había dejado clara, en la III Cumbre de las Américas en abril de 2001, su oposición al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) —proyecto de vida efímera y culto al capital, nacido en Miami en 1994, que alguna vez el gran venezolano mandaría al… bien lejos— y planteó en diciembre de ese año en la Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) la idea de las cuatro letras (ALBA) que aplastarían el engendro de dominación económica estadounidense.

El hecho de estar concebido desde el ideal mismo de la independencia otorga un blindaje esencial a un proyecto que no se reduce a lo material. El ALBA-TCP se erige en una plataforma de integración inédita porque pone énfasis en la orientación social de sus programas.

Antigua y Barbuda, el Estado Plurinacional de Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas y la República Bolivariana de Venezuela, sus miembros, han optado por una alianza político estratégica que enlaza capacidades y fortalezas para conseguir transformaciones estructurales que lleven al desarrollo.

Entonces, los nueve países que atesoran disímiles recursos en más de tres millones de kilómetros cuadrados ven a sus 74 millones de habitantes no como rehenes del mercado sino como agentes y destinatarios del desarrollo.

El ALBA-TCP es la primera garantía para esos pueblos de que sus reservas de petróleo y gas, su aluminio, hierro, plomo, zinc, plata, litio, estaño, níquel, agua dulce… no terminarán en los inventarios de otro «mister» ni regresarán en el equipo de un soldado del Primer Mundo que venga a matar en nombre de un nuevo reyezuelo.

Los racimos morales de la cooperación

En la práctica del ALBA-TCP marchan parejas la búsqueda de la independencia tecnológica y el afán de saldar la enorme deuda social que los viejos regímenes contrajeron, sin admitirlo, con los pueblos.

Entre los saldos concretos de estos diez años para el despliegue tecnológico endógeno se incluyen la puesta en servicio de satélites y de estaciones terrenas para su monitoreo, el establecimiento de una red de datos para la comunicación intergubernamental, las facilidades técnicas a organizaciones proveedoras de servicio de Internet y el establecimiento de centros de comunicaciones comunitarios que aseguran las telecomunicaciones y la radiodifusión en asentamientos de bajo desarrollo.

Tales avances apuntan a servir mejor a sociedades más cultas, participativas y solidarias. Son muy conocidos los programas de salud, alfabetización y avance educativo y el establecimiento del fondo de emergencia social, sostenidos desde la aportación de recursos financieros y humanos de los países miembros.

El Banco del ALBA, que respalda proyectos sociales, atiende actualmente una cartera de 42 de ellos. Entre otros avances, el ALBA-TCP puede referir a la altura de su primera década la creación de Telesur en 2005; del ALBATV, en 2007 y de la Radio del Sur, en 2009, así como de portales web de la Secretaría Ejecutiva de la Alianza y de las Agencias de Noticias ALBA-TCP.

El corazon en el sur

Lo demuestra la «cardiología» de su política: Occidente tiene el corazón en el norte, en las capitales crecidas con el despojo; por eso calcula, más que palpita. El ALBA-TCP lleva el suyo en el sur, donde el Tercer Mundo intenta hermanarse para vencer sus angustias; por eso ama, más que saca cuentas.

Y los discapacitados que los poderosos esconden en sus informes son ayudados aquí desde los primeros tiempos de la Alianza. Solo entre 2009 y 2011 más de 1 200 000 latinoamericanos y caribeños con limitaciones físicas fueron sacados del olvido para comenzar a vivir con mayor calidad. Muchos de ellos se incluyeron entre los 3 800 000 de alfabetizados —en el área, porque en el mundo suman más de 8 200 000— con el método cubano «Yo sí puedo», que siempre deja ventanas abiertas al «Yo sí puedo seguir».

Instituciones prestigiosas del ALBA-TCP, especialmente la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana, han graduado más de 21 000 médicos generales integrales y 1 590 en segundas especialidades. Por otro lado, la Operación Milagro, emprendida por Cuba y secundada sobre todo por Venezuela, ha devuelto o mejorado la visión a más de 3 482 000 personas de los nueve países.

La naturaleza humanista de la Alianza explica una «rareza» desconocida por las grandes potencias mundiales, que cada vez que se reúnen se ven forzadas a cerrar avenidas para evadir los eventos de rebelión paralelos: el ALBA-TCP, por el contrario, propicia la interacción de los movimientos sociales con los gobiernos y suele abrir espacios al sentir ciudadano, de manera que sus encuentros se erigen en múltiple confirmación.

Cuando pueblos largamente olvidados reparan en que disponen de programas para crecer, cuando se percatan de que su salud interesa al mismísimo Presidente —que un día llega y lo toca con sus manos— y aprecia que de países distantes llegan desconocidos que le tratarán como hermano, es difícil que cobijen adversarios auténticos de la cooperación.

Para vencer penumbras, el ALBA cuenta con la guía de dos jinetes, venezolano uno, cubano el otro, que aun desde otro siglo, nutridos por seguidores, muestran a Nuestra América el camino de la aurora.

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