Grafiti en Ramalá: Usaid We dont need your aid (No necesitamos tu ayuda). Autor: David Lisbona/flickr Publicado: 21/09/2017 | 05:54 pm
Una historia que comenzó en el siglo pasado extiende sus tentáculos hasta esta centuria, donde las armas se digitalizan y toman el ciberespacio para disparar proyectiles, también mortales, destinados a manipular las mentes con guantes de seda, pero con objetivos finales que no varían de aquellos años brutales de cruentos golpes y dictaduras militares: sacar del camino a Gobiernos y políticos, activistas de un desarrollo con justicia social.
Cuando la acción directa del Pentágono y las cañoneras, o de los discípulos de la Escuela de las Américas (o como se llame ahora), no fueron la vía idónea para esos propósitos, Estados Unidos se abrió otros caminos.
En noviembre de 1961 —fracasada su invasión por Bahía de Cochinos con la derrota que el pueblo cubano le propinó en las arenas de Playa Girón, y también la miserable contribución de 20 000 millones de la Alianza para el Progreso de John F. Kennedy—, la idea fue crear la Usaid (United States Agency International for Development) mediante la Ley de Asistencia al Extranjero de 1961.
La Agencia Internacional para el Desarrollo formaba con sus siglas AID una palabra engañosa, con pelaje de oveja dispuesta a las buenas acciones: «Ayuda», camuflaje perfecto para los verdaderos propósitos de espiar, emprender acciones sucias, formar personajes y personajillos incondicionales para ejecutar los empeños de desestabilización de economías y Gobiernos.
Cuba fue centro primario de la mirilla estadounidense, así como su intención de aislarla del vecindario del que, sin embargo, luego saldrían otros focos de atención en la región, y se extendieron, de acuerdo con los intereses estratégicos de Washington, a prácticamente todo el mundo. EE.UU. expandió su acción «amistosa» al resto del planeta: que una hambruna en tal o más cual país o región de África; que un desastre natural en Asia; que una epidemia en quién sabe cuál punto de la geografía planetaria, y allí estaba el sello de la mano «amiga» maquillando los verdaderos propósitos.
La realidad era y es bien distinta, la Usaid tiene una larga historia como brazo actuante de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y sus contratos son nexos para la subversión.
Recordemos un poco de la historia de nuestro continente: en 1970, la guerrilla Tupamaro secuestró y ejecutó a Dan Mitrione, un oficial de la Usaid en Uruguay que trabajaba para la CIA y tenía como función principal entrenar a la policía especial uruguaya y también a la brasileña en tácticas de torturas en las que era maestro.
Aquel escabroso incidente de Dan Mitrione, que destapó el sórdido papel de Estados Unidos con las dictaduras del cono sur, hizo que en 1974 se enmendara la Foreign Assistance Act y se prohibiera la asistencia a la policía y —al menos en el papel— termina su involucramiento en los programas de Seguridad Pública en América Latina, que junto con la guerra en Vietnam fue parte de la estrategia anticomunista del Gobierno de Estados Unidos.
Pero no son pocos los ejemplos de actividades similares en los casi 55 años de existencia de la Usaid, aunque las haya arropado en tareas sociales humanitarias.
En abril pasado, el Wayne Madsen Report, un sitio web de ese periodista investigador de Washington que ha denunciado en artículos y libros no pocas de las historias «políticamente incorrectas» y «políticamente embarazosas» de las acciones oficiales del Gobierno de Estados Unidos, publicaba una larga lista de las acciones encubiertas de la Usaid como brazo de la CIA contra países tan disímiles como Indonesia, Paquistán, Venezuela o Bolivia, a propósito de las revelaciones de la agencia Associated Press (AP) sobre el ZunZuneo contra Cuba, el programa subversivo para incitar fundamentalmente a la población joven de la Isla a la rebelión.
Siempre presentes están los proyectos financiando a la llamada «sociedad civil», mediante una «miscelánea de contratistas foráneos» o domésticos como Development Alternatives, Inc. (DAI) y Creative Associates, Inc. (CAI), cuyos empleados y dineros aparecen en numerosas operaciones de la silenciosa Usaid, enfiladas contra países que van desde Cuba hasta Palestina, pasando por Filipinas, Europa del Este, numerosas naciones africanas y también de América Latina.
Algunos ejemplares
«Mientras Usaid se movía en Indonesia en 1965 (la del dictador Suharto), sus contratistas volaban en Air America, una aerolínea de la CIA, que lanzaba armas y recogía drogas en Laos, o contrabando en Tailandia y Vietnam del Sur», afirma el Wayne Madsen Report.
En los años 80 los empleados de la Usaid distribuían una «ayuda no letal» a los mujaidines afganos refugiados en Paquistán que se empleó también en la compra de armas de los musulmanes radicales que intentaban destituir al hombre fuerte paquistaní Muhammad Zia-ul Haq.
También actuó fomentando una oposición política contra el presidente Jean-Bertrand Aristide en Haití mediante el Proyecto Democracia, en la década de los 90, y terminaron con un golpe de Estado allí que repitieron en este siglo que corre.
En el año 2002, la Usaid estaba presente en Palestina mediante la DAI, que demandaba detallada información personal de los miembros de las ONGs que recibían fondos estadounidenses, y esa información, que incluía opiniones políticas personales de los miembros de las organizaciones, iba a parar a la CIA y al Mossad (cuerpo de inteligencia sionista) de manera que podían presionar a las ONGs para favorecer las políticas de Estados Unidos e Israel.
También, cientos de miles de dólares fueron canalizados como «ayuda» a los grupos que intentaron minar el Gobierno del presidente Daniel Ortega en Nicaragua entre 1979 y 1989.
Durante los diez años del presidente Alberto Fujimori en Perú, su jefe de inteligencia, Vladimiro Montesinos, recibía fondos CIA/Usaid para la represión en zonas campesinas donde actuaba el grupo Sendero Luminoso y el movimiento guerrillero Tupac Amaru.
La Usaid ha estado vinculada a no pocos negocios sucios y corruptos de donde el dinero de los contribuyentes estadounidenses, destinado supuestamente a la ayuda humanitaria en alimentos o servicios médicos a países pobres, desaparece en virtuales «agujeros negros».
Otras veces, la injerencia pasa por encima de todo, como sucedió en 2009, cuando la prensa paquistaní reveló que la Usaid daba asistencia educacional directa a estudiantes, desconociendo al Ministerio de Educación de ese país, con el objetivo de «formar» cuadros adictos y agradecidos al imperio.
Una de las contratistas preferidas de Usaid es Chemonics International, iniciada en 1976 por el conservador republicano Gerald Murphy, quien en 1993 le dijo al diario The New York Times: «Yo siempre he querido hacer dos cosas: una, tener mi propia CIA, y dos ayudar a la gente». Chemonics recibió medio millón de dólares para apoyar a las misiones de campo de la Usaid en Nepal, donde proveyó propaganda a favor de Estados Unidos para ser difundida en las estaciones de radio del país que ocupa el techo del mundo.
Desde su sede en el edificio Ronald Reagan de Washington, la Agencia ha desarrollado innumerables planes injerencistas y de espionaje como la subvención de programas de Asistencia en Entrenamiento para la Investigación Criminal Internacional (Icitap por sus siglas en inglés), mediante el cual se deduce que la CIA ha obtenido las huellas dactilares de la población en Albania, Kazajastán, Senegal, Nigeria, Gabón, Gambia, Madagascar, Uganda, Tanzania, y las islas indonesas de Java y Sumatra.
Bolivia expulsa, Venezuela lucha
El 1ro. de mayo de 2013, el presidente Evo Morales anunció la expulsión de la Usaid, acusándola de actuar con la CIA para desestabilizar a Bolivia y propiciar un golpe de Estado. Por más de 50 años la Agencia había estado presente en el país andino, y con la llegada del primer Presidente indígena y su programa de gobierno destinado al bienestar de su pueblo y a la transformación económica y el desarrollo tecnológico y científico de su país, se venían abajo las políticas de privatización y la extendida apropiación de las riquezas mineras y naturales.
Los planes subversivos no se hicieron esperar y han estado dirigidos, primero, al alzamiento e intento de secesión de los departamentos más desarrollados y ricos del país; y derrotados esos intentos, se encaminaron en buena parte a enfrentar a quienes han sido las bases populares del Movimiento al Socialismo: sindicatos y organizaciones indígenas con el Gobierno de Evo.
Venezuela ha sido otro blanco especial desde que Hugo Chávez ganó la Presidencia en las urnas, hazaña que repitió en más de una docena de elecciones y volvió a reeditar el pueblo con Nicolás Maduro.
El énfasis, en el caso venezolano, ha sido subvertir a los jóvenes, principalmente al estudiantado universitario, sin advertir que la Revolución Bolivariana ha convertido a esa nación en el segundo país del continente con mayor número proporcional de estudiantes en todos los niveles de la enseñanza que, por demás, comenzó a ser gratuita y de calidad.
Con huelgas de «hambre», encadenamiento a instalaciones de organismos internacionales, marchas, cierres de calles y avenidas y guarimbas violentas, esos estudiantes fueron utilizados por la oligarquía venezolana y los intereses externos (léase Estados Unidos) como peones de la subversión y pretexto para poder propiciar cualquier injerencia extranjera —civil o militar—, pretensión que no ha tenido éxito por el apoyo de la mayoría del pueblo a la Revolución Bolivariana y chavista, incluido el sector más joven de ese pueblo que ahora está abocado al Congreso de la Juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Bajo planes de aparente inocencia: ya sean becas, programas de estudio, talleres de preparación práctica en salud u otros temas, entran el disenso y la subversión.
La unidad sigue siendo escudo y espada en Venezuela, lo es en Bolivia, y también en Cuba, cuya juventud ha denunciado y rechazado el ZunZuneo, el Piramideo y el plan de «viajeros» subversivos.