Ofelia intercambia experiencias con algunos de los beneficiarios de Ribas Joven. Autor: Yaimí Ravelo Publicado: 21/09/2017 | 05:43 pm
CUMANÁ, Sucre, Venezuela.— Darwin y Osvaldo probablemente estaban destinados a viajar a planetas que no deseaban.
El primero tiene una familia anchurosa, de seis hermanos; el segundo es uno de los nueve hijos de un «clan» todavía mayor. Ambos querían salir adelante en la vida, pero por diversas causas dejaron los estudios y empezaron a andar «caminos malos, de los que a veces terminan en drogas», como reconoce Darwin, de 16 años.
«Éramos muchachos de la calle, sin tiempo para pensar mucho en el futuro ni en un título», dice Osvaldo, de 17 abriles.
Suerte que hace ocho meses «chocaron» con Ribas Joven, un programa dentro de la gran Misión Ribas, concebido por el Gobierno Bolivariano para captar a jóvenes entre 14 y 18 años desvinculados del sistema educativo y sumarlos a programas de formación técnica e integral.
Así, ellos dos, junto a Jhoxer, Yosember, Yoifer, Anthony y Yoan, empezaron a tomar clases en un «ambiente», como se les llama a los espacios creados para recibir instrucción.
Allí conocieron a una profesora cubana, de Santa Cruz del Norte, Ofelia Artiles García, quien labora como asesora de esta misión en otros cuatro locales similares, que agrupan a más de 50 alumnos.
Aunque esta mujer, nacida en 1974, no está frente al aula, los muchachos la ven como un ángel protector que, acompañado de los cuatro profesores del ambiente, ha ayudado a vencer su timidez, ha curado el tiempo perdido y les ha espoleado el interés por los libros.
«Ellos se están preparando para ejercer la mecánica, pero uno de nuestros objetivos ha sido transmitirles a los profesores que la formación debe ser integral, que apunte a los valores, la cívica, el comportamiento, y no solo a la enseñanza», expone esta mayabequense que ya lleva 23 meses en la República Bolivariana de Venezuela.
Entre las materias que reciben los jóvenes se encuentran Matemáticas, Lenguaje, Historia, Geografía, Inglés, Computación y Prácticas de mecánica. Estas se complementan con los turnos de Formación ciudadana.
Pero no ha sido un proceso fácil, asegura Merlys Rincones, una profesora nacida y criada en Sucre. Ella señala que algunos de los jóvenes que iniciaron el curso no han podido quedarse por la misma coyuntura familiar o social.
Entonces la motivación de los maestros es mayor. Tienen que explicar, seducir, convencer y prepararse más.
En ese punto, como afirma Merlys, Ofelia ha sido determinante. «Nos ha inculcado la perseverancia, la lucha; el convencimiento de que aquí estamos salvando a estos niños».
Los otros tres venezolanos que laboran en el aula son Jorge Rincones, Anaís Cardosa y Juan Bolívar, quien está encargado de enseñarles los principales secretos del oficio.
El primero, de 37 años, plantea que esta experiencia «ha sido muy linda, muy grata, porque estamos ayudando a encarrilar a personas que la sociedad iba a perder. Nuestra meta es que puedan seguir pensando en el estudio y que los mejores logren una carrera universitaria».
Ofelia también califica el episodio como un salto en su vida, porque aquí ha enfrentado una realidad que no imaginaba. «Me sorprendí de lo poco comunicativos que eran, de sus problemas familiares y cómo miraban sus destinos. Por suerte, eso ha ido cambiando».
Esa metamorfosis ha llegado, al menos, a las proyecciones de Darwin y Osvaldo, quienes sueñan con poseer talleres propios.
Ofelia los oye, los mira con cariño y se sonríe. Sospecha que al regreso a Cuba, ya cercano, recordará los cambios, las luchas y alegrías que vivió en este ambiente educativo. Y sabe que esos deseos de ellos y de otros irán palpitando no solamente en sus oídos y su sonrisa.