Addis Abeba, enero 24._ La tensión en el Cuerno Africano tras el asesinato de cinco turistas europeos se mantenía la víspera, aunque sin declaraciones de organismos internacionales ni de otros gobiernos de la región sobre el tema, informó PL.
El diferendo persistía entre acusaciones de Etiopía contra Eritrea y viceversa, por el asalto a un grupo de 27 turistas en Afar, del cual también resultaron tres heridos y dos secuestrados.
El gobierno etíope alegó que Asmara está involucrada en el ataque en esa región norteña, en particular mediante supuestos entrenamientos y ayuda logística a grupos rebeldes actores directos de la acción.
Las acusaciones entre los dos gobiernos se apoyan precisamente en la presumible acción de insurgentes en ambos países, sobre quienes se comenta que van y vienen por puntos fronterizos, como el seleccionado para el ataque.
Tales intercambios verbales ponen al descubierto el diferendo histórico entre los dos países, que comprende los tiempos en que Eritrea fue región federada de Etiopía (1952) y luego degradada a una de sus provincias (1962).
Eritrea, parte de antiguos imperios y ex colonia italiana y británica, sostuvo luego una guerra separatista de 30 años, que pasó por la presidencia de Mengistu Haile Mariam (1987-1991), hasta la independencia eritrea en 1993.
Cinco años después, en 1998, los dos países emprendieron una cruenta guerra fronteriza que duró hasta el 2000, causó 70 mil muertos e irradió su impacto hacia el resto de los países del llamado Cuerno Africano.
Pese a las sutilezas de la diplomacia y las necesidades de moderación que impone la convivencia entre vecinos, aún prevalecen discrepancias, acentuadas porque la separación eritrea privó a Etiopía de su salida al mar.
Antes de la escisión del territorio eritreo, Addis Abeba contaba con los puertos de Assab y Masawa, ambos con acceso al Mar Rojo, vitales para el comercio interno y con el exterior, en especial con la región árabe.
En ese contexto, el asalto a los turistas parece ser el detonante de una nueva escalada del conflicto bilateral, pues, aunque parece un hecho simple y aislado, devela un universo de acerbas disputas.
Ello explica los actuales emplazamientos de Addis Ababa contra Asmara y sus promesas de asumir posiciones que rebasan el discurso diplomático, a propósito del mencionado ataque contra visitantes en su territorio.
«Nuestro gobierno no puede y no debe quedarse con los brazos cruzados mientras el régimen de Asmara continúa su auspicio a estos actos terroristas dentro de territorio etíope», dice un reciente comunicado oficial.
Etiopía condicionó sus próximos movimientos en ese sentido a una posible reacción de la comunidad internacional, «que debe asumir sus responsabilidades y dar pasos necesarios para poner fin a esa conducta abominable».
«Aún no es demasiado tarde para que la comunidad internacional asuma acciones ante estos hechos», añade la nota del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Funcionarios etíopes advirtieron en ese sentido que la operación atribuida a Eritrea pudiera estar destinada a impactar ante la proximidad de la Cumbre de la Unión Africana en esta capital a fines de mes.
Mediante un lenguaje y un tono que Addis Abeba no empleaba desde hace mucho en sus relaciones con la región, la cancillería aseguró que «Etiopía tiene derecho a defenderse y lo hará si es necesario».
Addis Abeba acusó directamente a Asmara de la muerte en la acción del pasado lunes 16 de enero de dos alemanes, dos húngaros y un austriaco, y de heridas a un húngaro, un británico y un belga, que integraban un grupo de 27.