Según los estándares europeos, los dos políticos aquí a la derecha son «socialistas». De hecho, el segundo aprendió del primero cómo se puede hacer un «socialismo» sin contar con los trabajadores, y así lo aplicó cuando le llegó el turno. Sin embargo, tenían una diferencia: el primero era el amigo predilecto de George W. Bush, y el segundo le caía como un 44½ en el hígado al norteamericano.
Pero, paradójicamente, ambos—así, tan «socialistas»— colaboraron con el peligroso huésped de la Casa Blanca.
El primero, a saber, el ex primer ministro laborista británico Tony Blair, no movió un dedo ante la evidencia de que oficiales norteamericanos ejercían la tortura libremente en Afganistán. Lo acaba de decir el diario The Guardian, para el que habría pruebas de que el gobernante «sabía» lo que estaba ocurriendo en el país centroasiático, y sin embargo, sus militares tenían «únicamente» la orden de no participar en los tormentos, aunque tampoco podrían intervenir para impedirlos...
El segundo, el ex canciller federal alemán Gerhard Schröeder, socialdemócrata, se salva por los pelos de que se le exijan cuentas por asuntos parecidos. Según la cadena DW, una comisión investigadora del Bundestag (Parlamento) se ha tomado tres años para intentar esclarecer si agentes del servicio secreto germano desarrollaron actividad en Bagdad durante la guerra de Iraq (a la que Berlín oficialmente se oponía), y qué papel desempeñaron en los vuelos secretos de la CIA, con su carga de torturados, que surcaban también el espacio aéreo alemán.
Tres años, 12 estaciones, y nadie sabe nada cierto; solo el partido La Izquierda, los liberales y los «verdes», en la oposición, acuerdan en un punto: la responsabilidad política de toda esta extraña maniobra de «estoy contra/a favor de la guerra», recae en Schröeder, entonces jefe del gobierno.
La Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura reza, en su artículo 2.1: «Todo Estado Parte tomará medidas legislativas, administrativas, judiciales o de otra índole eficaces para impedir los actos de tortura en todo territorio que esté bajo su jurisdicción».
Y esto les sirve a los cielos alemanes, a las montañas afganas, a las limpias bahías tropicales rodeadas de celdas a la intemperie, en fin...