Cuando en febrero de 2002 salí hacia Guatemala para, como estudiante del último año de la carrera de Comunicación Social, dar cobertura a la labor que realizan allí los trabajadores cubanos de la salud, los temores y las dudas me sobrecogieron: no sólo era mi primera experiencia de visitar otro país, sino de fungir como reportera para nuestros medios impresos. Formaba parte de un pequeño grupo integrado por tres estudiantes y otros dos periodistas profesionales que cumpliríamos esta misión.
En aquel momento, estaba lejos de imaginar las dificultades que tienen que sortear los cooperantes cubanos para poder asistir a una población de la que más del 60 por ciento es indígena, se comunica en alguno de los 24 dialectos que existen en el país, vive en áreas de difícil acceso, con altos índices de pobreza y muchos nunca antes habían recibido atención médica hasta que llegara a Guatemala la primera brigada cubana el 5 noviembre de 1998, para asistir a los pobladores más afectados tras el paso del huracán Mitch por Centroamérica y el Caribe, a finales de octubre de 1998.
Los azotes del siniestro tornaron a la región mucho más pobre y desolada de lo que hasta entonces era. Las imágenes difundidas por los medios de prensa mostraban un panorama lánguido y auguraban el surgimiento inminente de epidemias, a la vez que invocaban ayuda internacional. Los propios gobiernos de las naciones afectadas solicitaron apoyo para restablecerse y aliviar los daños causados por la catástrofe.
Cuba, una vez más, acudió al llamado y envió las primeras brigadas médicas que atenderían a la población de los territorios devastados. Así surgió la idea de establecer un plan de colaboración humanitaria denominado Programa Integral de Salud (PIS) que ofreciera asistencia médica a las comunidades necesitadas. Este proyecto en sus inicios solo cubrió las zonas afectadas de Honduras, Nicaragua, Guatemala y Haití, pero después se extendió a varios países africanos, a Paraguay y Venezuela en Sudamérica, y en Asia, a Camboya.
En Guatemala, según cálculos posteriores, el Mitch dejó un saldo de 80 mil evacuados, 4 mil personas que necesitaban atención médica diariamente y más de 7 mil requerían auxilio. Las condiciones higiénico sanitarias apuntaban a un posible brote de cólera. Diagnosticado el primer caso, se previno a casi dos mil pacientes con posibilidades de adquirir esa enfermedad, fueron tratados 891, sin que ninguno falleciera.
También apareció la malaria. La cifra de enfermos atendidos por los especialistas antillanos ascendió a catorce mil y tampoco se registraron muertes. Por los resultados iniciales el presidente del país en ese momento, Álvaro Arzú, le otorgó a los galenos cubanos la medalla Monja Blanca, la cual simboliza la flor nacional guatemalteca, una orquídea silvestre que solo crece en el norteño departamento de Alta Verapaz.
Desde entonces comenzó la expansión de la brigada por el resto de la nación hasta llegar a cubrir en el 2002, 12 de los 22 departamentos del país. De la etapa emergente inicial se pasó a la de continuidad, la cual se caracterizó por el aumento de la brigada de la salud nuestra y el desarrollo del trabajo en las zonas postergadas.
Una década después
Hoy la colaboración médica cubana en Guatemala cuenta con casi 400 cooperantes. En noviembre de 2008 el PIS cumplió 10 años con un positivo impacto en el mejoramiento de los servicios de salud. Así lo demuestra un reporte de la Dirección de Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, el cual revela que hasta el 15 de enero de 2009 en esta nación se han realizado 24 821 465 consultas, 112 129 operaciones, 73 089 partos, y se han reportado 262 372 vidas salvadas.
La cooperación incluye un nuevo programa la «Misión Milagro» mediante la cual se habilitaron tres centros oftalmológicos y una posición móvil, donados por Cuba, para garantizar el pesquisaje y una mayor cobertura en la especialidad. Los centros están en Alta Verapaz, Jalapa y San Marcos y funcionan con el apoyo de 86 especialistas cubanos. Gracias a esta iniciativa han sido operados de la vista 39 929 personas.
Cuba también ha ganado. Sus hijos regresan a la patria con una preparación profesional y humana inigualables. Vivir ese encuentro intercultural y sufrir la dura realidad de los pueblos de América marcan para siempre el recuerdo de los cubanos que desandan las comunidades rurales de Guatemala. Los siguientes testimonios así lo evidencian.
Médico cubano se une a brujo para asistir a la población de Guatemala