Wafy Ibrahim muestra con orgullo la Medalla que le otorgara Cuba. Cuenta una vieja leyenda árabe que una hermosa muchacha que vivió en tierras de la Gran Siria, bautizada a posteriori como «Santa Tecla» (en árabe Mar Takla), al resistirse al orden impuesto por los poderosos de entonces, fue condenada a morir devorada por las fieras.
Para cumplir la sentencia, la indomable doncella fue llevada a la arena de un circo y en presencia de decenas de personas, súbitamente, se le vio dominar con maestría a leones y osos hambrientos que terminaron por obedecerla y respetar su vida.
Aunque se dice que las comparaciones extemporáneas conducen siempre a resultados engañosos, me armo de mucho valor para enfrentarme a esta Tecla del siglo XXI: Wafica Mehdi Ibrahim, para media Cuba: «Wafy», la libanesa de 45 años, coordinadora de «Lebanese for Cuban Five» (L4C5), organización árabe de solidaridad con Cuba y los Cinco, quien muestra más de media vida dedicada por entero a la solidaridad y apoyo al proyecto revolucionario cubano, compromiso que la hizo merecedora de una alta condecoración: la Medalla de la Amistad, otorgada por el Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba Raúl Castro, el pasado 25 de mayo.
—¿Por qué Mar Takla?
—(Risas). No sé, mis compañeros cariñosamente consideran que tengo la paciencia y la perseverancia de Mar Takla, pero creo que tiene que ver con la forma decidida en que luchamos por hacer solidaridad con Cuba, aunque desde hace mucho tiempo dejé de considerar mi trabajo con Cuba, como una tarea... Es el sentido de mi vida.
—¿Cuándo oyes hablar por primera vez de Cuba?
—Durante mi niñez y mi juventud había oído hablar, pero ya sabes, muy lejano: una revolución que tiene un Fidel Castro y un Che Guevara y punto, pero creo que ni la ubicación geográfica exacta sabía, la verdad.
—¿Por qué viajas a Cuba?
—Era novia de mi actual esposo, tenía 17 años y él me informa que ha sido seleccionado como representante del Partido Comunista Libanés en La Habana. Pasé 11 años allí que fueron los cimientos de mi vida. Ese tiempo determinó definitivamente el rumbo a tomar, definieron mi «yo», para siempre, hasta el día en que me lleven a la tumba. Abrí los ojos en Cuba. Aprendí a ver la luz de la vida en Cuba. Adopté valores y modos de vida supremos, como solo los enseña Cuba.
—¿Tu momento más feliz en Cuba?
—La primera vez que vi al Comandante de cerca. Después de ese día pensé que ya no tenía que buscar más nada, que ya lo había encontrado todo.
«Fue en un Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, a inicios de los 80. Yo había aprendido ya algún español y me había leído una frase de Fidel el día anterior. Él llegó, y en su alocución, casualmente repite la misma frase que yo había leído y ya sabes, los años de juventud donde uno no mide los impulsos: terminé interrumpiendo a Fidel y repitiendo en voz alta su frase. Él se detiene, y cruzando los brazos dice: Pero ven acá ¿y esa compañera de dónde es?, dije: “soy libanesa, Comandante”, y tuvimos un pequeño intercambio que marcó mi vida para siempre. Otro momento fue el nacimiento de mi primera hija, Noha, que por decisión nuestra nació en tierra cubana para orgullo mío y de mi familia.»
—Es decir, que al terminar tu misión en Cuba no pasaste la página y ya...
—Imposible, me quedé prendida a Cuba, yo nací a los 17 años, precisamente en Cuba. A nuestro regreso al Líbano, yo, mi esposo y los niños manteníamos un ambiente totalmente cubano en nuestra casa. Nuestro hogar era «nuestra pequeña Cuba». Solo se hablaba español, fotos de Cuba, música y manteníamos muchas de las costumbres que adquirimos allá. Llegamos incluso a chocar con la manera de vivir, muy diferente de aquí.
—¿Cómo te las arreglaste para mantenerte en contacto con el tema desde el Líbano?
—A mi llegada comencé a trabajar como traductora en una embajada latina, pero colaboraba intensamente con la Embajada de Cuba y todos sabían que cuando Cuba me necesitaba, no estaba para nadie más (risas) y no se me podía poner «peros» porque sabían que dejaba mi trabajo y me marchaba. Y efectivamente, la Embajada a veces me solicitaba apoyo, sobre todo cuando venían delegaciones al Líbano y esos eran días muy felices para mí, me acercaban más a Cuba y me permitían en alguna medida, reciprocar el gran bien que esa isla y su pueblo me hicieron a mí y a mi familia. Así me mantuve durante casi diez años.
«Hasta que hubo una plaza vacante acorde a mi perfil y me pidieron si podía dejar el otro trabajo y venir permanentemente con Cuba. Ganaría mucho menos, pero no lo pensé ni una vez».
—¿Cuál es el momento más difícil vivido en el trabajo con Cuba en el Líbano?
—Yo no diría difícil. Fue un momento de definición en mi vida. Israel atacó salvajemente al Líbano en julio de 2006, como hace ahora con Gaza y ese día yo decidí mantenerme con los compañeros en la Embajada, costara lo que costara. Ese día yo tomé una decisión: vivir o morir junto a Cuba.
—¿Por qué no te evacuaste como las demás compañeras de la Misión?
—Consideré que mi trabajo como traductora no era fácil de sustituir en un momento en que en Cuba se tenía que conocer de la barbarie que ocurría en esta parte del mundo. Tampoco me hubiera sentido bien en otro lugar. Fue difícil, tuve que hablar mucho con mi familia pues todos se evacuaron a lugares más seguros, menos yo. Esta es una sociedad muy exigente con la mujer y el hecho de haber dormido 33 noches fuera de mi casa es casi impensable desde los estándares árabes. En aquellas difíciles circunstancias la posición de mi hijo fue muy importante, él dijo: «quédate donde pienses que serás más necesaria», y así lo hice. El resto entendió más tarde y me apoyó resueltamente siempre. Me siento muy orgullosa de haber tomado aquella decisión que marcó el inicio de una nueva era para mí: la de la entrega total.
—¿Es fácil hacer solidaridad con Cuba desde el mundo árabe?
—Sí y no... Te explico. Fácil porque hay mucho amor a Cuba en el mundo árabe, víctima de una agresión desde hace más de 60 años, la más grande después de los crímenes cometidos por Hitler. Una agresión que ha sido sostenida por el odio contra los pueblos de esta región, con el deseo manifiesto de eliminarlos de la faz de la Tierra...
«Esos pueblos han conocido la solidaridad cubana, el compromiso de la Revolución Cubana con ellos desde el inicio de esas agresiones y hasta nuestros días. Cuba ha sido el portavoz del pueblo palestino en el mundo, la que más ha difundido esa causa, para vergüenza de muchos gobiernos árabes, con honrosas excepciones: la época de Gamal Abdel Nasser, por ejemplo.
«Ese amor por Cuba hace cualquier idea viable, pero cuando quieres llevar esa solidaridad a la práctica, en el terreno chocas con la mentalidad de la gente, los valores religiosos específicos de cada confesión, con intereses particulares, etcétera, hasta que logras explicar la causa del pueblo cubano, ahí es donde empiezas a sumar, porque el ejemplo de Cuba es abrumador, han compartido su pan con los pueblos del mundo: cientos de palestinos y libaneses se han graduado en Cuba de forma gratuita. ¿Cómo vamos a olvidarnos de eso?».
—¿Se trabaja desde Líbano por la liberación de los Cinco?
—¡Cómo no! El tema de los Cinco no es fácil de trabajar, pues, como conoces, Estados Unidos tiene poderío en la región y en el Líbano particularmente, así que hay fuerzas políticas que piensan mucho las cosas a la hora de oponerse a ellos; pero, bueno, nuestro trabajo es convencerlos y se logra, cuando las personas conocen la historia, quiénes son ellos, por qué están presos, el apoyo es inmediato.
«Además, hay más de 11 000 palestinos presos en Israel. Este es un tema del día a día, lo que favorece que también haya muchas organizaciones que luchan por la liberación de sus hijos más queridos para que se sumen también a nuestra causa».
—¿Qué es L4C5? ¿Cuál es su objetivo?
—L4C5 (del inglés: Lebanese for Cuban 5) es nuestro pequeño granito de arena en el Líbano en apoyo a esa gran causa mundial por la liberación de estos jóvenes cubanos. El objetivo: que haya luz sobre este tema, sobre la crueldad que se ejerce contra un pueblo entero a través de ellos y en el futuro, que esta causa prenda no solo en el Líbano, sino en todo el mundo árabe, que se genere un movimiento regional a favor de estos jóvenes.
—¿Qué representó la Medalla de la Amistad?
—Un gran orgullo, un reconocimiento inmerecido, un respiro... un alto en el camino para seguir adelante.
—Resume tu vida en una palabra.
—Cuba.
—Revolución Cubana.
—Escuela.
—Fidel.
—Padre.