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Recomendación para Iraq: entregar el petróleo

El informe del Grupo de Trabajo sobre Iraq va por camino trillado cuando se trata de asegurar el oro negro para las transnacionales energéticas

Autor:

Juana Carrasco Martín

Foto: Reuters La mayoría de los análisis y de las noticias acerca del informe hecho por la Comisión Baker-Hamilton han puesto los ojos en una de las recomendaciones del Grupo de Estudio sobre Iraq: la retirada de las tropas estadounidenses de Iraq a partir de 2008; pero, aunque no se les preste igual atención por los medios, entre las 79 sugerencias hechas a George W. Bush hay tres que refuerzan la intención primordial de la guerra iniciada en marzo de 2003.

El Grupo de Estudio aconseja que Iraq privatice la industria petrolera y entregue esa riqueza a las compañías internacionales, punto sustancial en la agenda del bushismo cuando invadió el territorio mesopotámico y consejo que había dado entonces la Heritage Foundation, uno de los tanques pensantes del conservadurismo estadounidense.

Ahora, el reporte de 140 páginas y 79 recomendaciones es explícito en su interés hacia lo que debe suceder con la principal riqueza económica del país mesopotámico, significada por su importancia y volumen desde las palabras introductorias del documento.

La Recomendación 28 llama a una centralización de las ganancias del petróleo, y la argumenta con el hecho de que propiciaría la «reconciliación nacional». El punto se refiere a que las negociaciones de las empresas extranjeras se harían con un solo representante a nivel nacional y no con autoridades locales, o mejor dicho no con las de las dos regiones poseedoras de campos petrolíferos y de las cuantiosas reservas iraquíes (115 000 millones de barriles, la tercera en el mundo según reportes): el norte de predominio kurdo, y el sur de preponderancia chiita.

Las autoridades kurdas ya han firmado acuerdos con varias pequeñas compañías petrolíferas y gasíferas, incluidas la estadounidense Calibre Energy Inc. (CBRE), la noruega DetNOrske Oljeselskap (DNO.OS) y la turca Petoil, y memorandos de entendimientos con la Woodside Petroleum Ltd. (WPL.AU) de Australia, la Heritage Oil Corp. de Canadá, y la británica Sterling Energy PLC. La sureña región chiita busca otro tanto con otras empresas.

LEGALIZAR EL SAQUEO

Luego, la Recomendación 62 retoma el tema del hidrocarburo al plantear que el gobierno de EE.UU. debe proveer de asistencia técnica al gobierno iraquí para que prepare un proyecto de ley petrolera que defina los derechos regionales y de los gobiernos locales y cree un marco fiscal y legal para las inversiones. «La claridad legal es esencial para atraer inversiones», dice sin tapujos.

Como por casualidad, el gobierno iraquí está bien cerca de aprobar una nueva ley del petróleo que aspira a un masivo desarrollo privado en los campos petroleros del país. Lo asegura la publicación Dow Jones Newswires, que dice haber obtenido la copia del proyecto de ley de hidrocarburos que, según el ministro del petróleo propone permitir —por vez primera—que compañías locales e internacionales lleven a cabo la exploración, actividad que durante el gobierno de Saddam Hussein le correspondía solamente al Estado. Ya se está creando un comité integrado por expertos altamente calificados para acelerar el proceso de tan delicado asunto y firmar contratos con las compañías petroleras internacionales que desarrollarán los campos ahora sellados.

Casualmente también, el proyecto de ley asegura que todas las decisiones concernientes al combustible negro y a la exploración del gas, a su producción y transportación debieran ser manejadas por el gobierno federal en Bagdad, lo que «enoja a las autoridades kurdas del norte de Iraq», subraya la publicación.

Y otra casualidad más, los argumentos coinciden con los utilizados por el informe Baker-Hamilton: 20 000 millones de dólares son necesarios para elevar la producción del crudo hasta los tres millones de barriles diarios. Ahora solo llega a los dos millones.

El proyecto de ley de hidrocarburos establecería contratos por 15-20 años que pueden extenderse otros cinco años si el gobierno encuentra que es necesario para mejorar tecnologías y obtener más ganancias financieras.

Sin embargo, cinco federaciones sindicales iraquíes han condenado esas negociaciones de la ley petrolera, según una declaración que formularon luego de reunirse en Amman, la capital jordana, en la que piden una pausa en el convenio sobre tal legislación en la que queda claro que la privatización es su mayor componente. El embajador de Iraq ante la ONU, Hamid Al Bayati, confirmó a la agencia UPI esa intención de poner el control del hidrocarburo en manos de las compañías extranjeras.

La declaración de los sindicatos, que llama la atención sobre las negociaciones a puertas cerradas a pesar de ser un asunto tan trascendental para su país, considera que con la privatización esos consorcios extranjeros lograrán grandes beneficios a costa de los iraquíes, robarán las riquezas nacionales, minarán la soberanía del Estado y la dignidad del pueblo.

Mas no termina ahí la Recomendación 62 del estudio, que responde a los intereses de grupos de poder estadounidenses, como veremos más adelante. Propone también que los militares estadounidenses trabajen junto con los iraquíes y las fuerzas de seguridad privadas para proteger la infraestructura petrolera y a los contratistas, además de incluir un programa para mejorar la seguridad de los oleoductos pagándole por ello a las tribus locales.

Entonces una se pregunta, ¿se van o no las fuerzas regulares de ocupación norteamericanas, o esto es solo en un comienzo y luego serán sustituidas por esos ejércitos privados mercenarios que también responden en su mayoría a empresas de EE.UU. y británicas? ¿Se trata solo de cambiar las insignias o logotipos en el uniforme militar de forma que el dinero llegue directamente a las cuentas bancarias de las transnacionales y sus policías...?

Y como parte de asegurar las ganancias, en esa misma recomendación se establece una medida de control: implementar el conteo métrico al principio y al final de cada línea de abasto del hidrocarburo. El propio informe expone como uno de los problemas en Iraq la corrupción y cita estimados de expertos respecto a que de 150 000 a 200 000 barriles diarios son robados, y quizás hasta 500 000 barriles, acotan.

UN ESPACIO PARA EL FMI Y EL BM

El informe Baker-Hamilton destaca además la importancia del abrazo con que Estados Unidos aprieta y ahoga a las economías de los países del Tercer Mundo, cuando invita al Fondo Monetario Internacional, de conjunto con el gobierno de EE.UU., a que presione a Iraq para que continúe reduciendo los subsidios en el sector energético, «en lugar de proveer préstamos de asistencia». El estudio argumenta: «Hasta que los iraquíes no paguen a precios del mercado los productos petroleros se mantendrá la drástica escasez de fuel».

Como un logro que aún no considera suficiente, señalan que los más prominentes subsidios ya han sido reducidos «por ejemplo, el precio del litro de gas se ha incrementado de 1,7 centavos a 23 centavos (una cifra cercana a los precios regionales)...», torpe decisión para un pueblo cuyo desempleo el informe reconoce que llega hasta el 60 por ciento de la población y cuando además el propio documento refiere que «demasiados iraquíes no ven mejoras tangibles en su situación económica diaria».

Y llega entonces la Recomendación 63: Estados Unidos estimulará las inversiones en Iraq en el sector petrolero por parte de la comunidad internacional y por compañías energéticas internacionales. Dará asistencia a los líderes iraquíes para reorganizar la industria petrolera nacional como una empresa comercial a fin de lograr eficiencia, transparencia y contabilidad, dice el consejo.

Añade que para combatir la corrupción, el gobierno de EE.UU. debe urgir al gobierno iraquí a poner en la web todos los contratos petroleros, volúmenes y precios, de forma que los iraquíes y los observadores de afuera puedan seguir las exportaciones y sus ganancias. Estados Unidos debe apoyar los esfuerzos del Banco Mundial para asegurar la mejor práctica en los contratos y ahí entró el otro brazo del abrazo.

Además, esa detallada recomendación 63 mantiene que Estados Unidos proveerá de asistencia técnica al Ministerio del petróleo con el fin de mejorar el mantenimiento y el proceso de pagos, administrar los flujos de capital, contratos y auditorías, y poner al día programas de entrenamiento, administración y personal técnico.

Ningún cabo suelto, el petróleo tiene que ir a las buenas manos de Exxon o a las de la British Petroleum que estarán ansiosas por entrar en un negocio que controlaron hasta los años 70 cuando imperaba su gran socio el Sha Reza Pahlevi de Persia.

No por gusto dos de los miembros del Grupo de Estudio de Iraq, su copresidente James Baker, y Lawrence Eagleburger, ambos ex secretarios de Estado o del Tesoro en los gobiernos de Ford, Reagan y Bush el padre, han pasado sus carreras haciendo dos cosas, al decir de la especialista Antonia Juhasz: trabajando para el gobierno federal y para empresas privadas que han tomado ventaja de lo que hicieron como funcionarios gubernamentales.

«En ambos casos fueron participantes claves —dice la autora del libro The Bush Agenda: Invading the World, One Economy at a Time—, durante los años 80 y comienzos de los 90, en el involucramiento económico de Estados Unidos con Saddam Hussein con un objetivo claro, ganar mayor acceso de las corporaciones estadounidenses, particularmente las petroleras, al petróleo de Iraq, y haciendo todo lo que pudieran para expandir ese acceso».

La familia Baker, texana por cierto, invierte fuertemente en la industria petrolera y su firma legal, Baker Botts, es una de las empresas de abogados más importantes en la representación de las compañías petroleras, tanto en Estados Unidos como en el Oriente Medio. Un simple dato adicional, Halliburton está entre sus clientes.

Eagleburger fue presidente de Kissinger Associates, una de las firmas líderes consejeras de las multinacionales que sugirieron a las compañías estadounidenses obtener contratos con Saddam Hussein.

Cada uno de los integrantes del grupo de estudio tiene currículo similar.

Vistos todos estos elementos resulta natural la conclusión de la profesora Juhasz en un artículo recién publicado en Los Angeles Times: «Para cualquiera el reporte hace visible al elefante en el cuarto: que estamos peleando, matando y muriendo en una guerra por petróleo».

Nada nuevo bajo un sol imperial que no da energía renovable y sin contaminantes, por el contrario, este se abastece de petróleo.

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