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Explotación infantil, negocio redondo en Latinoamérica

Las historias de explotación infantil narradas en los libros del siglo XIX, no pueden compararse a las padecidas hoy por millones de niños esclavos en el mundo

Autor:

Juventud Rebelde

A finales de 2005, había alrededor de 73 millones de menores de 10 años asalariados en el mundo Actualmente, el contrabando y usufructo de menores de edad constituye uno de los dramas más escabrosos de la humanidad y la forma de opresión exacta para subyugar a más de cien millones de niños.

Un ejemplo reciente fue el descubrimiento policial de medio centenar de niños mudos hondureños, que vendían llaveros por un dólar en las calles de la nación centroamericana.

Ellos eran inducidos a la actividad por una banda dedicada a esclavizar pequeños indefensos, los cuales recibían castigos corporales y no cobraban salario alguno.

Tal episodio permitió advertir la magnitud del vasallaje, que cada año suma entre 700 mil y un millón de infantes y mujeres, víctimas del flagelo, según grupos defensores de la niñez y la juventud.

La otra arista del problema son los centenares de pequeños emigrantes, quienes a merced de empleadores encargados de aislarlos en plantaciones o fábricas, los reservan para ejercer la mendicidad y la prostitución.

Difícil parece cuantificar la dimensión del fenómeno por su carácter ilícito, aunque la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calculó que al término de 2005, las cifras alcanzaron los 73 millones de menores de 10 años asalariados en el mundo.

La pobreza, la decadencia del sistema de familia, el carente acceso a la educación y las míseras fuentes alternativas de ingreso para los padres, son algunas de las causas del mal social.

El Programa de Eliminación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT se esfuerza por encontrar soluciones al problema y a partir de la experiencia reunida, ha promovido diversos proyectos de ayuda a los gobiernos para combatir el tráfico de niños en América Latina.

La finalidad reside en crear conciencia sobre el azote, alejar a los menores del trabajo y atacar de raíz las causas de la pobreza.

Pésimas condiciones en los puestos de labor, contacto con herramientas y sustancias peligrosas y castigos violentos recibidos no solo quebrantan la salud del infante explotado, también lo exponen a traumas psicológicos.

Los factores negativos inherentes al tráfico, agravados por abusos sexuales, predisponen al niño de la calle a sucesivos cuadros depresivos que terminan por abrirle el camino a la delincuencia y las drogas.

En la mayoría de los países latinoamericanos pululan agencias clandestinas con ofertas de trabajo para niños de seis a 14 años, colocados en plantaciones de cacao o algodón.

Especialistas del tema aseguran que después del narcotráfico, el negocio del juego y la prostitución, la esclavitud infantil es una de las formas más lucrativas de la delincuencia transnacional organizada. (Fragmentos. Tomado de Prensa Latina)

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