Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Fidel, un deportista de pura cepa

El Comandante en Jefe fue promotor indiscutible de los éxitos de generaciones de atletas cubanos

Autor:

Ariel Alejandro Niévares Luis

Se acerca el aniversario 99 del nacimiento del gigante que convirtió a Cuba en una potencia mundial del deporte y en la nación latinoamericana más laureada en Juegos Olímpicos, con más de 200 medallas en citas bajo los cinco aros desde 1960. Su nombre: Fidel Castro Ruz, o simplemente Fidel, como cariñosamente le llamaban y recuerdan muchos atletas de la Isla. El hombre que no solo practicó baloncesto, fútbol o béisbol, sino que destacó como el principal artífice de los éxitos del sistema deportivo cubano.  

Hablar de la gloria de figuras como Alberto Juantorena, María Caridad Colón, Javier Sotomayor, Mijaín López, Teófilo Stevenson y otros, sería complicado sin mencionar a Fidel. Sin su empeño por transformar la educación física en un derecho al alcance de todos, su dedicación, su amor e impulso al deporte, las hazañas de estos atletas habrían sido mucho más difíciles.

La promoción y el desarrollo del talento de los más jóvenes, impulsados por el Comandante en Jefe, es un legado que se mantiene en la actualidad con la estructura del sistema deportivo que posibilita cada año la formación de nuevos atletas y el cumplimiento de los sueños de cientos de jóvenes. Solo por mencionar, podríamos recordar el papel indiscutible de Fidel en la fundación del Inder, la creación de las Escuelas de Iniciación Deportiva, los Juegos
Nacionales Escolares, las Olimpiadas del Deporte Cubano, las instalaciones deportivas, los Juegos del ALBA o el Laboratorio Antidoping de La Habana. 

Muy pocos estuvieron a su altura cuando de apoyar a los atletas cubanos se trataba. ¿Quién no recuerda sus palabras luego del doloroso Crimen de Barbados, donde perdimos valiosos esgrimistas? ¿O la defensa que hizo de los deportistas cubanos cuando los acusaban de dopaje tras los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999? 

Su presencia constante, como un aficionado más, trascendiendo el rol de cualquier líder político, resaltaba en cada evento que acogía nuestro país. Al escribir estas líneas, ruedan en mi mente imágenes de aquel gigante en la inauguración de la primera Serie Nacional de Béisbol, la 17ma. Olimpiada Mundial de Ajedrez, el 1er. Campeonato Mundial de Boxeo, los Juegos Centroamericanos de 1982, o en el recibimiento a la delegación gloriosa de las Olimpiadas de Barcelona 1992. 

Sus vínculos con los atletas quedaron grabados en momentos inolvidables para muchos de ellos. Nadie, más que Fidel, fue bujía, inspiración y fortaleza para el regreso de Ana Fidelia Quirot a las pistas de atletismo. Así lo contaba la campeona mundial, a este diario, en 2016: 

«El momento más recordable con Fidel fue el día de mi accidente, cuando él llegó a las pocas horas al Hospital Hermanos Ameijeiras de La Habana. Solamente con su presencia yo sabía que me iba a recuperar, porque Fidel es una persona que inspira a luchar en la vida con fuerza por algo. Es motivación para cualquier persona que tenga un momento difícil pensar en su figura y todo lo que lo envuelve, porque esa es su mayor enseñanza». 

Pero el impacto humano del gigante de verde olivo sobrepasó las fronteras nacionales. En 1996 se le vio intercambiar «golpeos» y algunas bromas con el monarca del orbe de boxeo, Muhammad Alí, durante su visita a Cuba. Aunque, quizá, sea más recordada su amistad con la leyenda del fútbol Diego Maradona, a quien ayudó a sanar en uno de los momentos más duros de su vida. Sin embargo, en ese afán de solidaridad, también contribuyó al desarrollo del deporte fuera de la Isla, con el envío de entrenadores y profesores a otras naciones latinoamericanas.  

Si algo dejó huella fue el Fidel más apasionado del deporte, que lo transformó en un derecho del pueblo, el que apostó todo para que los atletas cubanos fueran reconocidos y respetados en todos los rincones del planeta, el que hizo el lanzamiento inicial de la primera Serie Nacional de Béisbol, el que apoyó a cada deportista antillano en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y el que, con su capacidad de lucha y de soñar, pudo hacer todo eso posible.

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