Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Toca swing entero

Fuera del Mundial sub-23, se reitera la idea de transformaciones radicales para salvar nuestro béisbol

 

Autor:

Norland Rosendo

Managua, Nicaragua.— Como en 2017, Cuba se quedó sin el boleto para el Mundial de béisbol sub-23. En cuatro torneos panamericanos de la categoría el saldo está parejo: 2-2. Entre La Habana y Beijing tocó el destino más corto.

Después del sensacional triunfo sobre Venezuela, sobrevino una derrota, casi inexplicable, contra Panamá que sacó al equipo de Eddy Cajigal de la lista de espera para el Gigante Asiático.

Las opciones se habían reducido a ganar ese juego para clasificar en segundo lugar por el grupo B, luego de que Colombia avanzara invicto al disponer de los morochos por 3-1.

Un empate múltiple nos dejaba fuera por el famoso calculito del TQB. Todo se sabía de antemano. Y Panamá tenía que desbordarse al ataque, más de lo que fue, para sacar mejor rédito en la cuentecita pitagórica.

Cuba no aguantó la ventaja inicial de 4-0 y su picheo, además de ser vapuleado con 13 jits, entre ellos par de jonrones, uno con las bases llenas, entregó ¡12 boletos!

Hasta los outs eran agónicos, sobre conexiones de calidad, como si los bateadores istmeños supieran de antemano qué les iban a tirar. Fue, sin duda, el peor juego de la selección cubana.

En términos generales el bateo resultó segundo con promedio de .331, solo superado por Nicaragua (.379); la defensa quedó primera (.993, apenas un error), pero el picheo fue a parar al octavo puesto (5.73).

Individualmente, Darián Palma lideró a los bateadores (.421, de 19-8, con par de tubeyes), al tiempo que Andrys Pérez y Guillermo García empujaron seis y cinco carreras cada uno para encabezar ese ranking dentro del equipo.

La dirección del conjunto hizo durante la competencia ajustes en el line-up para buscar mejor producción ofensiva. No se guardó ninguna carta, a pesar de lo corto del calendario y el mínimo margen a los errores tácticos.

Desde el domingo adelantamos que, en buena lid, el campeonato empezaba el lunes, con los juegos ante Colombia, Venezuela y Panamá, por ese orden. En esa secuencia se decidían los pasajes para China.

Al final decidió Pitágoras a favor del que terminó con dos derrotas seguidas. Cosas del béisbol, impredecible como ningún otro deporte.

Ahora vendrán, como siempre, los análisis. Las autopsias de otro fracaso más. Otro fracaso, y ya esa frase aterra, porque de tanto reiterarse en el escenario competitivo internacional pareciera cosida al traje de Cuba.

La clave, y no es idea nueva esgrimida en estas páginas, está en optimizar los recursos disponibles. Materialmente no son muchos, pero hay oportunidades para multiplicarlos y buscar modelos de gestión que aseguren jugar más. La pelota no es de laboratorio, es de campo de juego.

Preocupa que ya ni se acceda a los mundiales de las categorías sub-18 ni sub-12, y ahora tampoco la sub-23. Antes dolía quedar fuera del podio mundial, ahora es peor: no estamos.

Como deporte nacional y patrimonio inmaterial de la nación, a nadie le debe ser ajeno lo que está sucediendo con el béisbol en nuestro país.

Está en juego un pilar de la cubanía, un horcón simbólico de nuestro orgullo patrio. Quienes lo quieren ver carcomido apuestan a las derrotas de todo tipo, incluidos los abandonos en medio de la justa como el de Miguel Neira aquí; del otro lado toca entonces responder con inteligencia, creatividad y decisiones radicales y efectivas.

El juego se gana como hizo Guillermito García ante Venezuela, sacando el extra cuando faltaba un out, pegándole duro a la pelota. Con medio swing hay ponche o mansa conexión que casi siempre termina en out. Así han de ser también las decisiones.

 

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