La gente iba bajando de las gradas y él seguía recostado a la baranda. Apenas sujetaba la muleta. Fue mucho lo que gritó y las uñas que limó con los dientes. Tanto que imaginé que iba a infartar este lunes en el quinto desafío de la semifinal de la Liga Superior de Baloncesto (LSB), entre Capitalinos y Camagüey, hasta que terminaron los 40 minutos del «viaje», con el Tren Azul arriba en la pizarra por 74 a 63.
Solo entonces, el «Yayo», el más fanático de los aficionados del quinteto habanero, soltó el montón de angustias que tenía atoradas. Suspiró tan hondo que su aliento «bañó» el tabloncillo de la Mariposa, en la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte, y bajó a festejar el éxito.
El centro Jasiel Rivero, el «coche» más lujoso del Tren, volvió a sacar música de sus manos, cuyos movimientos elegantes, técnicamente correctos, aportaron 23 puntos. Él y el base Reinier Muñiz (19 cartones) lideraron el ataque azul.
La suerte de este duelo estaba echada desde el sábado, cuando los muchachos de Armando Acosta se habían impuesto con un marcador holgado y ya el cansancio era indisimulable en los Tigres más agresivos (Yordanis Ramos, su tocayo Jaca y Vladimir Francis), quienes han peleado toda la contienda, sin relevo y sin tregua.
Los camagüeyanos le dieron color a este play off. Se habían ido delante a domicilio y llegaron a la capital en busca de un triunfo para acceder a la final de la LSB. Estuvieron cerquita en el tercer compromiso; pero sus mordiscos no pudieron detener definitivamente al «expreso». Y este, casi con la velocidad en cero, reanudó la marcha. Y no se detuvo más.
Fieros Tigres los de Leonardo «Maravilla» Pérez, quienes a pesar de caer, merecen elogios por haber extendido hasta el límite esta semifinal.
El próximo jueves empieza en La Habana la última batalla. La misma final del año pasado: el Tren contra los Búfalos de Ciego de Ávila, una historia que tiene sabor a rivalidad y revancha. Cuatro partidos, no creo. ¿Cinco?, muy pocos. ¿Seis?, mejor. ¡Ojalá siete!
Para entonces, es muy probable que los médicos le hayan injertado al «Yayo» una bocina de aluminio en la garganta, quien de tanto moverse en las gradas, quizá hasta olvide la muleta.