La corrección del sistema de drenaje ha permitido la continuidad de los entrenamientos a pesar de las intensas lluvias. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 05:25 pm
¡Increíble! Esa fue la única frase que atinó a decir nuestro chofer, testigo hace un tiempo de los destrozos ocasionados por los últimos huracanes que se pasearon por el territorio de Artemisa. Entonces, sus habitantes no imaginaban que un día crecerían hasta convertirse en provincia, y mucho menos que, en poco tiempo, el devastado estadio 26 de Julio llegaría a convertirse en uno de los mejores del país.
Quienes saben algo de arquitectura recuerdan que la estructura de la instalación, inaugurada hace 34 años, se asemeja mucho a la de un campo de fútbol. Los espacios entre un graderío y otro, así como la dirección de las torres de iluminación ubicadas más allá de los límites de los jardines, dan fe de ello.
Sin embargo, allí solo se ha jugado pelota. Y se volverá a jugar, con todas las de la ley, durante la próxima Serie Nacional, porque, gracias al esfuerzo de muchísimas personas, unas más reconocidas que otras, el recinto reaparecerá en la escena beisbolera cubana con igual nombre, pero rebautizado como el «Cuartel de los Cazadores».
La diosa Artemisa, con su inseparable arco tensado y apuntando una flecha hacia el Norte, da la bienvenida a todos sentada sobre una pelota de béisbol que emerge de la tierra. Y desde que uno atraviesa el sugerente portón de la entrada, comienza a percatarse de que dentro encontrará muchas cosas diferentes.
Pasión a chorros
Revivir el estadio artemiseño representó un reto colosal desde todo punto de vista. La violación de algunas normas en su construcción, como el uso de arena de mar sin ser lavada ni cernida, contribuyó a un mayor deterioro de sus estructuras. También el diseño original, concebido para que toda el agua corriera hacia el terreno —como se acostumbra en el fútbol—, comprometía el correcto drenaje de la grama, lo que, junto a los desniveles del microrrelieve, provocaban la acumulación de agua y el deterioro paulatino del terreno.
«Todo eso fue corregido con diferentes acciones acordes a las actuales circunstancias y posibilidades, y hoy ustedes pueden ver que los muchachos están entrenando después de varios días de abundantes lluvias», nos comentó el ingeniero Israel López, jefe inversionista de la remodelación.
Sin dudas, los milagros necesitan hacedores como él, conocedores y enamorados de su trabajo, cuyas frases dejan bien claro un enorme sentido de pertenencia. O como Gerardo Callado, para todos «Papúa», quien habla del estadio con la misma pasión con la que, en sus años mozos, empuñó la raqueta para convertirse en campeón nacional de tenis de campo. Ahora, como director de la instalación, sueña con el día en que se vuelva a jugar en sus predios.
Ambos constituyen la piedra angular de este proyecto, aunque reconocen el esfuerzo de los constructores y que nada hubiese sido posible sin el incondicional apoyo de las autoridades del Partido y del Gobierno del territorio, siempre preocupadas por resolver cualquier dificultad que se presente en el camino.
Lecciones
Durante la pasada temporada, el naciente equipo de Artemisa tuvo que jugar sus partidos como local en el terreno de Bauta, casi un «potrero» según el criterio de los jugadores, quienes extrañaron el apoyo de los aficionados que recibían antes de la división de la antigua provincia de La Habana.
Mas la necesidad no se impuso a la sabiduría, y la decisión de no acelerar los trabajos en el estadio fue la correcta. «Preferimos no apurarnos, para que todo saliera lo mejor posible, sin chapucerías. El pueblo de esta provincia y sus peloteros se merecen una sede con la mayor calidad, y que pueda contribuir a desarrollar un mejor espectáculo», nos comentó Israel cuando iniciamos el recorrido por la instalación, mientras varios grupos de constructores siguen consagrados en la tarea de tenerlo todo listo antes del inicio de la inminente campaña.
Esa determinación fue una de las garantías de éxito del proyecto. Otra fue el periplo hecho por varios estadios del país recopilando ideas, escuchando sugerencias, indagando por las necesidades de todos aquellos que, de una forma u otra, protagonizan el pasatiempo nacional de los cubanos.
Y toda esa información ha sido aplicada en la ejecución de la obra, en cuya concepción participaron la Empresa de Proyectos del Transporte (EPOT), la empresa Eproyit y el Centro de Proyectos Navales (Cepron).
El estadio tendrá un módulo de cabinas de transmisión pensado para satisfacer los requerimientos de la radio y la televisión. Los periodistas de medios impresos tendrán habilitadas facilidades en una sección de palco a continuación de ambos dogouts, y los fotorreporteros, dos posiciones privilegiadas con visión hacia todos los ángulos del terreno.
También se fue minucioso en la confección de los clubhouses para los dos equipos, con similares comodidades y entradas independientes. A su vez, los árbitros tendrán su propio cuarto de estar, y sus accesos separados a la instalación y al diamante. El perímetro fue completamente acolchonado y la enfermería cuenta con todos los requerimientos, incluido un cuarto de observación.
El techado del graderío se culminó de una forma impecable, para beneplácito del público —tiene ahora capacidad para 6 000 espectadores cómodamente sentados— que encontrará el confort necesario para disfrutar del espectáculo.
Como si fuera poco, se trabaja para poner a punto las condiciones de alojamiento, que dotarán al estadio de capacidad para acoger tres equipos al mismo tiempo. Para una segunda parte del proyecto, planificada para el año entrante, está plasmada la construcción de una nueva pizarra y la habilitación de luces artificiales. En fin, que todo parece bien pensado, aunque —como sucedió con nuestra visita— los directivos están prestos a poner en marcha cualquier sugerencia viable antes del lanzamiento de la primera bola.
Hablan los protagonistas
Hasta hace muy poco, por su trabajo como jefe Técnico de la selección nacional cubana de béisbol, Benito Camacho recorría todos los estadios del país, y los conoce muy bien. Sin embargo, solo recuerda algunos a la hora de compararlos con su nueva casa.
«En cuanto a la calidad del clubhouse tal vez puedan acercarse el Guillermón santiaguero, o ahora al Victoria de Girón, de Matanzas, pero sin dudas este estadio está en la vanguardia. Hemos estado en constante contacto con el ingeniero Israel y con el director, y su equipo ha sido muy receptivo en implementar las soluciones necesarias», comentó a JR el experimentado preparador, quien presta su asesoría al cuerpo de dirección del equipo artemiseño.
Casi similar criterio tiene el destacado pitcher Jonder Martínez, cuyo rostro, junto a los de Yulieski González, Miguel Lahera y Yadier Pedroso —también lanzadores activos— forma parte de los pósteres gigantes colgados en las torres de alumbrado de los jardines.
«La calidad del terreno es muy superior a la del de Bauta, y eso sin dudas contribuirá a que el equipo pueda exhibir superiores números a la defensa, que es una de las cosas que debemos mejorar para cumplir el objetivo de avanzar a la siguiente etapa de la Serie», consideró el destacado pitcher.
Así, solo falta que pase el poco tiempo que queda para que todos podamos disfrutar de las bondades del nuevo estadio. «Estamos puliendo todos los detalles para terminar esta primera etapa. Haremos lo posible para ofrecerles a nuestros peloteros el mayor confort, para que no se preocupen por nada más. Solo tendrán que pensar en jugar. Y por eso, el pueblo espera buenos resultados», sentenció el entusiasta director del estadio, ya «Papúa» también para nosotros, porque su equipo hace a todos sentirse como en casa.