Maria Abakumova brindó uno de los mejores espectáculos vistos en Daegu. Autor: Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 05:13 pm
Siempre es bien difícil escribir para un público que ya fue «invadido» por la impronta ineludible de la televisión. Este decimotercer episodio del Campeonato Mundial de atletismo da fe de ello a diario, pues cuando llega el periódico a las manos de cada lector, los sucesos más prominentes de la jornada anterior entraron por las pantallas de cada casa y la noticia ya se puso vieja, al menos desde el endeble papel.
En este caso, por supuesto, merced a las 13 horas de diferencia entre Corea del Sur y Cuba. De ahí que recurrir a análisis, valoraciones y pronósticos, sea la opción más viable para un medio impreso.
Pero hoy tengo que disculparme de antemano. La breve y somnífera antepenúltima fecha de la cita en Daegu, me obliga a referirme a lo acaecido en la mañana del reciente jueves, no solo porque la única prueba disputada anoche: Marcha de 50 kilómetros, impida un interesante recuento, sino porque unas horas antes disfrutamos de lo más espectacular ocurrido en este evento cumbre del deporte rey.
Ya me había acostumbrando a la idea de bostezar una y otra vez con cada disputa medallista en la urbe asiática. ¿El motivo? Porque ha sido uno de los eventos atléticos más deslucidos que he presenciado, y no esperaba acelerar mis pálpitos ni con el mismísimo Usain Bolt, a no ser con otra decepción abre bocas.
Madrugué a regañadientes y, ¡no lo podía creer!, un trío de finales de ensueño, como para guardar en una videoteca.
Primera película: final del lanzamiento de la jabalina para féminas. La checa Barbora Spotaková, campeona olímpica y recordista del orbe, fungía como protagonista.
Así lo pintó desde el primer disparo: 68,80 metros y a temblar hasta en las gradas. «Bueno, aquí se acabó la fiesta», pensé al instante, analizando el envío precedente de la bella y fornida rusa Maria Abakumova (60,38). Llegó la segunda vuelta, y cuando ya estaba pestañeando, por poco toco el techo del brinco. La muchacha del gigante europeo petrificó a sus rivales con un soberbio 71,25. Y la cosa solo empezaba.
Tardó tres intentos en despertar la checa tras la «trompada». Pero vaya si reaccionó. Un 71,58 supuso buen balde de agua helada para la Abakumova.
En la quinta ronda volvía la rusa de 25 años con el dardo encendido y superaba a Spotaková por 41 centímetros. De paso implantaba plusmarca para estos campeonatos. Y hasta con un bailecito celebraba la victoria. Los infartados, de seguro, llovieron.
El resto de las rivales parecían pugnar en otra galaxia, como si aquello no fuera con ellas.
Al unísono se disputaba el título del lanzamiento de la bala para hombres. Más sorpresas llegarían. El jovencito germano David Storl, después de un tiro fallido, asombraría al globo con un cañonazo de miedo: 21,60 metros. En tanto, el veterano estadounidense, Reese Hoffa, marchaba segundo (20,90), y el canadiense Dylan Armstrong tercero (20,79).
Todo aconteció en un continuo vaivén, el clásico «quítate tú pa’ ponerme yo», pero sin perturbar al germano hasta la cuarta ronda. Ahí el canadiense, mejor ubicado en el ranking de 2011, ratificaba su condición de amo y señor de la temporada. Preparen, apunten, fuego: 21,40 en su quinto y penúltimo envío.
Entonces, al momento de recoger los bultos, el alemán encajó el implemento de 7 kilogramos a 21,78 metros del área de lanzamiento. Oro y gloria mundialista.
El otro evento que dejó un excelente sabor en todos los espectadores fue la final de los 200 metros planos entre damas. ¿Favoritas? La jamaicana Veronica Campbell-Brown y las norteamericanas Carmelita Jeter y Allyson Felix.
El típico sonido para indicar silencio en el estadio invadía el aire. Discúlpenme si no puedo reproducirlo en grafemas.
Campbell-Brown arrancó de maravilla, Jeter la asediaba, Felix por detrás, la veterana aguanta, 100 metros, 50 más, la distancia se mantiene. Lágrimas. Más oro para Jamaica. ¡Que jornada!
Cuando usted lea estas líneas un cubano debe haber concluido su faena en finales, correspondiente a la mañana de este sábado. Me refiero al jabalinista Guillermo Martínez, quien se mostró muy fuerte en la fase clasificatoria. Sabremos entonces si valió la pena amanecer con el primer cantío del gallo.