En el fútbol hay equipos que tiran sus partidos por la borda. Sucede también que algunos se ven superados por el adversario, o como ocurrió este miércoles en el Santiago Bernabéu, se conjuguen ambas cosas durante los 90 minutos de juego. Allí, y gracias a la simbiosis de estas situaciones, el Barcelona despejó con dos goles de Messi su camino hacia la final de la Liga de Campeones.
Nada es igual en el más clásico de los duelos españoles, aunque las «ideologías» particulares se mantengan inmutables. Ni parecido al último enfrentamiento de la Liga, y mucho más alejado de la final de la Copa del Rey resultó el nuevo pulso, el tercero de los cuatro pactados caprichosamente en este curso.
Obligados por las circunstancias, Mourinho y Guardiola echaron mano a sus mejores alternativas para paliar las ausencias. Apostó el estratega portugués por la exitosa puesta en escena de Valencia, y aun con Iniesta en la enfermería los chicos de Pep volvieron a dominar a su antojo la pelota.
Como venía sucediendo, Pepe fue referencia del partido. Si su reubicación había sido la clave para cortocircuitar el mediocampo azulgrana, sus excesos dinamitaron ahora la propuesta de los «merengues». Jugó una vez más al límite de la legalidad, y su expulsión terminó por trazar los destinos del partido.
Con un hombre menos cayó en un sinsentido el guión de Mourinho, desterrado al graderío por su «amigables» observaciones al árbitro. De nada valió la entrada de Adebayor por un insulso Özil, y mucho menos que Di María tuviera en jaque perpetuo a Dani Alves por la banda derecha. Visto está que si Cristiano Ronaldo marcha desconectado de todo y de todos, el Madrid queda a la deriva.
Todo lo contrario sucedió en la otra parcela, donde habita un geniecillo llamado Messi, capaz de resolver las más complicadas de las ecuaciones. Liberado de su cazador, le bastó apenas un sutil toque para desviar —entre las piernas de Casillas— el centro de Afellay hacia las redes.
Pero la Pulga se guardó lo mejor para humillar a un rival ya contra las cuerdas. Su diabólico eslalon dejó a medio Madrid en el camino, y cuando plantó cara a Casillas, resolvió con ¡la derecha! otra de sus obras maestras. El Bernabéu en pleno, y no solo la afición culé, debió aplaudir semejante jugada.
El resultado pone al Barcelona a medio paso de la final de Wembley, pues le será más fácil defender en su Camp Nou esta ventaja frente a un diezmado oponente. Aun recuperando a Carvalho, las ausencias de Pepe y Sergio Ramos —por acumulación de tarjetas— harán más difícil la misión de supervivencia. Se verá entonces si a Mourinho se le han agotado las respuestas.