Luego de dejar caer accidentalmente por el inodoro un anillo que le regalara su esposo, Joan Speirs contrató a una compañía especializada en tanques sépticos para que la ayudara a encontrarlo. A pesar de haber colocado una videocámara en el interior del pozo ciego y de que un empleado recorriera el depósito de desperdicios con un detector de metales, la prenda se resistía a ser hallada. No fue hasta dos años después que la viuda de 67 años pudo usar nuevamente el anillo, cuando un trabajador de la firma que ya se daba por vencido, encontró por casualidad la prenda mientras trabajaba en el mantenimiento de unas tuberías cloacales.