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Luis Buñuel en La Habana: un redescubrimiento necesario

A 40 años de la muerte del cineasta hispano-mexicano, durante esta edición del séptimo arte se exhibe Los olvidados y un documental sobre su vida, del español Javier Espada

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pensaba el cineasta hispano-mexicano Luis Buñuel, y por ello quería hacer películas para convencer a la gente de esa idea, justo cuando el cine era considerado solo un medio de entretenimiento y no una vía más para movilizar el pensamiento y estremecer la conciencia.

A 40 años de su muerte y conscientes de que el surrealismo en él existía mucho antes de escribir con Salvador Dalí el guion de Un perro andaluz, y más allá de otros títulos imprescindibles en la historia del cine universal como Los olvidados, La edad de oro, Viridiana, La hija del engaño, Diario de una camarera, Ensayo de un crimen, Tristana y la galardonada con el Oscar, El discreto encanto de la burguesía, entre otros, la edición
44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano le rinde homenaje.

Un panel —integrado por el director de la Cinemateca de Cuba, Luciano Castillo, el cineasta español Javier Espada, la profesora titular de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana Astrid Santana y el Doctor en Literatura Hispánica Jorge Fornet— incitó a los presentes a deconstruir a Buñuel desde la mirada que hoy, en pleno siglo XXI, permite hallar su maestría como creador, además del cine, en la literatura poética y narrativa, así como en la crítica cinematográfica.

Espada, quien presentó el pasado domingo su documental Buñuel, un cineasta surrealista, dedicó su intervención a compartir algunos resultados de sus acuciosos estudios sobre la figura del imprescindible cineasta, su simbología frecuente en el séptimo arte para abordar la muerte y los sueños,
por ejemplo, y sus maneras de denunciar, con sutileza, ciertos aspectos sociales.

Para ello se sirvió de la película Los olvidados, incluida en la sección de Clásicos restaurados de esta edición del Festival. «Un filme que tuvo, a petición de su productor, un segundo final que aun en la actualidad gusta más, pero que no puede hacernos olvidar las esencias de Buñuel y sus mensajes en cada escena, perfectamente engranadas en el guion», acotó Espada.

Los panelistas recordaron que esa cinta de 1950 no fue del agrado de los mexicanos ultranacionalistas por la manera en la que reflejaba la pobreza y miseria suburbana del momento y que, evidentemente, la cultura dominante no quería reconocer. Pero tras recibir Buñuel el premio al mejor director que le otorgó el Festival de Cannes al año siguiente, la sociedad mexicana lo reconoció «diferente» y es hoy una de las tres únicas películas reconocidas por la Unesco como Memoria del Mundo.

El encuentro devino clase magistral, ocasión para el redescubrimiento —siempre inagotable— de quien, como recordara Castillo, anheló rodar en nuestro país El acoso, a partir de la novela homónima de Alejo Carpentier, teniendo en cuenta que su padre encontró en La Habana la fortuna que le permitió desposarse con su madre.

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