Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Virtuosa diversidad del cine europeo

Siempre nuevo y provocativo, el cine europeo ocupará las principales salas de cine habaneras del 12 al 23 de abril

Autor:

Joel del Río

Cuando todavía resuenan, dentro y fuera de Cuba, los ecos triunfales de un par de películas europeas (la sueca Triángulo de la tristeza y la alemana Sin novedad en el frente), se anuncia que la programación cinematográfica del mes de abril propone, en las salas 23 y 12, Charles Chaplin y La Rampa, el sexto festival de cine europeo, desde el 12 al 23 de este cuarto mes del año. Y como la primicia y la exclusividad debieran ser los principios cardinales de este tipo de acontecimientos, solo recomiendo a continuación los filmes más recientes entre los elegidos, y de este modo excluyo conscientemente dos de los títulos más descomunales de este festival: la polaca Corpus Christi (2019) y la coproducción bosnio-austriaco-rumana Quo Vadis, Aída (2020), ambas exhibidas en anteriores ocasiones y por varios medios.

Quienes ya vieron las dos películas antes mencionadas saben por qué las evalúo de descomunales, y quienes no, pueden percibir ahora, gracias a este festival, los valores de ambas propuestas, películas complejas, desoladoras y palpitantes, de esas que revalidan las razones por las cuales el cine ha sido llamado séptimo arte, una denominación que nació en Europa, alrededor de 1911, gracias a la elaboración intelectual de un italiano radicado en Francia que respondió al nombre de Riccioto Canudo. El resto es historia, y por mucho que existan millones de espectadores en el mundo que apenas pueden mencionar el título de alguna película que no sea norteamericana, de Europa nos llegaron el surrealismo francés, el expresionismo alemán, el cine de montaje soviético, el neorrealismo italiano, la nueva ola francesa, el cine de autor de las décadas del 60 hasta los 80… y todos los años, o casi todos, un puñado de películas imprescindibles.

Comencemos entonces la lista de recomendaciones con Francia, una de las mayores cinematografías europeas si se tiene en cuenta cantidad y calidad de los filmes producidos cada año. Larga, larguísima, es la lista de producciones galas que intentaron comprender y naturalizar la experiencia de un personaje diverso, sexualmente hablando. Uno de los empeños más recientes en ese sentido es Delicado, cuyo protagonista es Johnny, un niño de diez años enfrentado con los problemas propios de alguien que se acerca a la homosexualidad desde el miedo a lo desconocido, en un entorno pobre, machista, y así se vinculan, en un solo argumento, las intenciones del drama social, y del filme intimista sobre un personaje «suave», «delicado», o por lo menos incapaz de asumir la dureza e insensibilidad que parece reclamar su entorno.

Parecida a la película francesa, hasta cierto punto, resulta la trama y la protagonista de la alemana Rompesistema, escrita y dirigida por la debutante Nora Fingscheidt, y ganadora del Oso de Plata en Berlín, y de los premios al mejor filme nacional en 2022. En todas las sinopsis se describe como agresiva y rebelde a la niña de nueve años abandonada por su madre, y capaz de desesperar a todos a su alrededor. El filme descubrirá, paulatinamente, sin didactismos ni melodrama, el estrato de desamparo, vulnerabilidad y falta de afectos que casi siempre condiciona las actitudes violentas e irascibles de esta niña, un personaje memorable, con un carácter situado en las antípodas del protagonista de Delicado, o tal vez ni tanto, porque quizá ambas criaturas se parecen mucho más, en el fondo, de lo que indican las engañosas apariencias.

El tercer filme muy reciente entre los seleccionados para el festival europeo, y dedicado a protagonistas muy jóvenes, es el belga Close (Cerrado), dirigido por Lukas Dhont y que se acerca a la bella amistad, en principio, de dos adolescentes, Léo y Rémi, de 13 años, pero la proximidad es entendida como una relación amorosa por sus compañeros de escuela, y Léo se decide a estropear por completo la amistad y se aparta violentamente de Rémi, con tal de evitar las murmuraciones y la etiqueta discriminadora. La muy meritoria dirección de actores (sobre todo para lograr enormes desempeños de los dos adolescentes), al igual que ocurre en Delicado y Rompesistema, se concierta con un diseño de personajes que asume a los protagonistas en tanto símbolos no solo del amor, la orfandad, el miedo y la ingenuidad, sino también de la violencia y la crueldad, mientras que la construcción visual de las tres historias se aplica a la sutil alusión de todos estos estados espirituales, mediante el uso de la luz, el color y los movimientos de cámara. 

El título elegido para inaugurar el Festival, en virtud de sus múltiples virtudes, es la coproducción sueco-noruego-danesa Flee (La huida), premiada mundialmente en dos categorías que por lo general se excluyen mutuamente: el cine de animación y el documental. Y es que se trata de una modalidad audiovisual relativamente nueva en la cual se aborda, desde alguna técnica de la animación, una historia y algún personaje de la vida real imposible de filmar «en persona». Así ocurría en las dos predecesoras más conocidas: Persepolis, biografía paródica de la directora iraní Marjane Satrapi, y Vals con Bashir, que relata las experiencias de un soldado israelí en la guerra del Líbano. Ambos filmes han pasado varias veces por ese espacio televisivo que es X-distante, cuya búsqueda sistemática de lo mejor y más novedoso raramente es reconocido en nuestros medios con el entusiasmo que merece.

En Flee se cuentan algunas vivencias pasadas y presentes de un refugiado afgano en Dinamarca, y a este conjunto animado se añadieron imágenes reales, de archivo, que refuerzan la legitimidad documental de la obra, sobre lo que ocurría en Afganistán antes y después de la huida. De modo que el filme informa sobre el dramático descubrimiento de un personaje, un hombre que debe lidiar con el conflicto que representa no solo su homosexualidad sino también el abandono de todo lo que conoce y ama, al tiempo que se muestran varias décadas en la historia reciente de Afganistán. Por otro lado, se ensanchan considerablemente los terrenos de ejercicio y potestad tanto del documental como de la animación.

En el panorama cinematográfico europeo es también indispensable el aporte italiano presente a través de El señor de las hormigas, dirigida por Gianni Amelio, uno de los cineastas más veteranos y largamente consagrados de los presentes en esta selección. Fiel a su propia filmografía, que insiste en el realismo y las denuncias inherentes al drama social (Ladrón de niños, Lamerica) Amelio se refiere a sucesos ocurridos a finales de los años 60, cuando fue enjuiciado en Roma, y condenado a nueve años de prisión el dramaturgo y poeta homosexual Aldo Braibanti, con la acusación de haberle «lavado el cerebro», o una tontería similar, a uno de sus jóvenes pero ya adultos pupilos. Amelio quiso desenterrar este trágico caso de represión homofóbica y proveyó al filme con unos diálogos dúctiles y contenidos, nada literarios, como hace temer la profesión del protagonista, y precisamente estos diálogos, junto con las actuaciones, logran aportar la mayor intensidad emocional a este buen ejemplo de cine político contemporáneo.

Y un retrato de la corrupción institucionalizada, que se vincula también con machismo y homofobia, contiene el filme turco Burning Days (Días quemantes), del también veterano Emin Alper, cuyas películas anteriores, y esta que veremos ahora, pueden convencer al más reacio de los espectadores respecto a la validez de la producción audiovisual turca, más allá del aluvión de telenovelas que estamos viendo por todas las vías posibles. Con formato de thriller, el héroe devenido víctima es un joven fiscal, asignado a una localidad remota y rural, donde se topa con aristócratas y terratenientes locales, decididos a defender sus privilegios y su conservadurismo, y a esgrimir en contra del ajeno justiciero cualquier argumento que pueda minar su prestigio o su voluntad de progreso. El paisaje árido, mostrado en hermosos planos secuencia, contrasta con las imágenes de los móviles, como reforzando las diferencias en un país marcado por los atavismos y modernidades.

El cine europeo, desde Francia hasta Turquía, desde Dinamarca hasta Italia, sigue apostando por naturalizar las diversidades estéticas, genéricas, sexuales, e, incluso, sociales y políticas. Siempre nuevo, siempre provocativo, ocupará una quincena de abril en las principales salas de cine habaneras.

La coproducción sueco-noruego-danesa Flee (La huida), inaugurará este festival.

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